7. Soy Trunks

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

"Y también soy la persona que asesinará a ambos, antes de acabar con Akatsuki con mis propias manos..."

Fue tan directo, tan confiado, tan serio, tan espontáneo, tan respetuoso, tan locuaz, y, a su vez, tan prepotente, tan orgulloso, tan arrogante, que por un segundo Hidan se lo creyó, y quizá eso, precisamente ahora, le reventaba las tripas por dentro, le hacía llorar y ahogarse con su propia saliva, le obligaba a inclinarse hasta casi pegar la frente al piso para que el estómago dejase de doler, para no sentir que el pecho se le partía detrás del esternón. Demasiado gracioso. Demasiado.

―¡JAJAJAJAJA! ¡Espera, dame un segundo, por favor, no sigas! ¡JOJOJOJO! ¿¡Escuchaste eso, Kakuzu!? ¿¡Escuchaste esa maldita mierda!? ¡No me digas que no, no me digas que estabas pensando en tus pendejadas! ¡Porque esto... esto es...! ¡JAJAJAJAJA!

A Kakuzu no le hacía la más mínima gracia. Y es que le bastó con mirar el brillo en los ojos de la rubia, hace unos segundos muerta, y ahora con semblante radiante y esperanzado, para comprender lo que ese muchacho significaba. No sólo ella: Shikamaru se movía, sentándose milagrosamente por si solo, balbuceando algo ininteligible con todo y las costillas imposiblemente molidas, aunque con la mirada igual de resucitada que Ino. Chōji despertó, gritó el nombre del saiyajin como pudo, y juró ver unas lágrimas de alegría corriéndole el maquillaje rojo de las mejillas. Hasta a Kakashi se le veía distinto, entusiasmado, si cabía decirlo. Ese joven representaba entonces la salvación del mismísimo Kakashi Hatake, el ninja copia cuya cabeza en su libro bingo, se valoraba en más de 200 millones de Ryō. Todas esas reacciones no eran mohines desesperados, sino la expresión objetiva de un síntoma que encontraba en aquella interminable grieta, su signo de absurdo e irrebatible poder. Sí, no cabía duda. La técnica cortante de ese tal Trunks, era algo que nunca había visto, provista de un alcance ridículo y una velocidad atroz.

―Deja de reír, idiota. ―Siseó Kakuzu, ya con el tronco cosido de nuevo, sin quitar la vista un segundo del saiyajin.

―¡Carajo! ¿Por qué no puedes tener sentido del humor? Incluso si el mejor chiste del mundo te golpeara de frente, seguirías con tu misma cara de mierda de siempre.

Trunks se inclinó junto a Shikamaru, le puso la mano en la espalda para ayudarle a sostenerse, pero la retiró de inmediato al ver su rostro descomponerse en dolor. Se impresionó de verle tan magullado. Estaba grave, y aún así, le sonreía como podía.

―¿No tenías un plan C para esto? ―Preguntó, afilando la mirada sobre su amigo para ocultar la preocupación por su estado.

―Tú eres el plan C. ― Trunks boqueó como un pez, incrédulo―. ¿Por qué crees que decidimos partir dos días después? Siempre existe la posibilidad de fallar, y si mis planes anteriores fallaban, sabía que contaríamos contigo...

Se dejó caer, gastando las fuerzas que le quedaban en esas simples palabras. Trunks tragó con dificultad. Comprendió que por su inteligencia, el enemigo intentó matarlo antes que a los demás para quitarse del camino al cerebro de la operación, de allí su estado crítico.

―Kakashi sensei, Chōji, recojan a Ino y Shikamaru y llévenlos a un lugar seguro. De aquí en adelante, me encargo yo.

Y Hidan volvió a partirse de la risa―. ¡JAJAJAJAJA! ¡Basta, señor héroe, no sigas, que me va a dar algo! ¡JAJAJAJA! ―De repente, se calló. Ladeó la cabeza. Peló los dientes en una mueca sardónica y perturbadora―. ¿Acaso crees que dejaremos que eso suceda? Todos morirán aquí, todos. Ofrendaré sus vísceras a Jashin-sama, y las tuyas serán las últimas, para que veas a tus infelices amigos sufrir lentamente hasta que se les vaya la vida, uno a uno, igual que a tu basura de sensei.

El Pecado de los Shinobis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora