8. La Verdad

1.1K 72 15
                                    

Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Trunks parecía un niño echando ojo de un lado a otro, comprobando las evidentes diferencias arquitectónicas entre la aldea de la nube y la hoja. En su camino hasta la oficina del Raikage, comprobó por cuenta propia que Konoha era mucho más humilde y de infraestructuras tan sencillas como improvisadas, dando una impresión más pintoresca y, en ocasiones, rayando en lo destartalado. Kumo, por el contrario, contaba con edificaciones sólidas de piedra, enormes y firmes, dispuestas en los peñascos de su montañosa geografía de forma tanto estratégica como organizada, de manera que aprovechaban el espacio al máximo sin llegar a la agobiante aglomeración de la aldea ninja del País del Fuego. De hecho, la población civil era mucho más reducida, tratándose de una aldea casi estrictamente militarizada.

Darui se encargó de guiarles hasta la torre más alta, en cuya cumbre estaba la oficina del Raikage, en tanto C se tomó la tarea de llevar el cadáver de Kakuzu a la sala de autopsias para desvelar los secretos contenidos en su centenario cuerpo.

―Raikage-sama. ─Llamó Mabui desde la entrada de la oficina en tono quedo, más delicada de lo usual, controlando la exaltación que le provocó ver llegar a Trunks. Después de haber escuchado tantas cosas del saiyajin, encontrarse con él suponía el equivalente a cruzarse con alguien importante y famoso─. Están de regreso.

―Hazlos pasar de inmediato. ─Ordenó, ocultando su propia ansiedad. Prefirió mantenerse de espaldas, mirando como si nada por el ventanal de su oficina.

―Hai. ─Apretó la carpeta contra su pecho. Se acomodó el mechón plateado tras su oreja por quinta vez antes de salir.

Al escuchar los primeros pasos, A se dio la vuelta. Sus diminutos y agresivos ojos se encontraron con los azules de Trunks. Indudablemente era él, sólo que ahora hecho un hombre de la misma estatura de Darui.

El Raikage no había cambiado en lo más mínimo. Su expresión era tan hosca como recordaba. Vestía su largo chaleco blanco de Kage abierto, exponiendo su musculoso y gran torso, propio para un poderoso shinobi de dos metros de altura como él. Trunks hizo una reverencia de respeto.

―Tsk, has cambiado bastante, chico. Al menos ahora tienes modales. ―A tomó asiento en el gran sofá de su oficina, convidando con un gesto a que los demás hicieran lo mismo en los sillones individuales del frente─. Leí los reportes de Samui. Estás interesado en exterminar a Akatsuki y poner fin a sus actos terroristas, pero la Godaime Hokage prefiere mantenerte al margen de estos asuntos, y vienes a mí en busca de apoyo e información. ¿Estoy en lo correcto?

―Hai, Raikage-sama. ─Asintió enérgicamente, a todas luces nervioso. Cuando Mabui entró con una lujosa bandeja de porcelana llena de tazas de té, Trunks casi tropieza con la suya al recibirla en manos de la preciosa asistente.

―¿Y qué te hace pensar que colaboraría en tu causa así nada más? Sabes perfectamente que podría negarme. ―Resopló, ignorando la humeante taza de té verde que colocaba Mabui en la mesita frente a él.

Samui rió en su mente. Raikage-sama nunca cambiaría: enfrascado en su recalcitrante y patológico orgullo, jamás demostraría interés en formar equipo con uno de los saiyajins, cosa que sin duda subiría varios peldaños la confianza entre ellos y su aldea. Mantener la apariencia era algo que le asemejaba al viejo Ōnoki. Prepotencia y poder frente a los ojos del mundo. Jamás demostrar debilidad e inestabilidad ante el resto de naciones.

―Bueno, sé que usted, al igual que el resto de los Kages, está interesado en poner fin a Akatsuki. También sé que es un hombre decidido a actuar cuando la situación lo requiere. ─Cuando vio que A levantaba una ceja en señal de poco convencimiento, Trunks se enserió y fue directo al punto―. Lo sé por nuestra pelea. Jamás retrocedió, sin importar los golpes y la desventaja. Fue con todo desde el principio, sin rodeos.

El Pecado de los Shinobis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora