11. Las dos cajas

938 59 21
                                    

Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

―¿Di-disculpa? ―Tuvo que decir, porque escuchó mal, su mente le jugó una mala pasada y entendió algo que no era.

Pero no, no escuchó ni entendió mal, y Goten sí había dicho aquello que no se podía creer.

―Sakura, quiero tener sexo contigo ahora mismo...

Quedó boquiabierta, con los ojos como platos verdes y redondos lustrosos en incredulidad. Aunque lo escuchaba por segunda vez, no terminaba de asimilarlo, de comprenderlo, porque Goten no era así, no era del tipo pervertido u obsesionado por las tendencias lascivas que, en mayor o menor grado, marcaban la naturaleza masculina del montón.

―Sakura, ¿quién es? ¿Por qué tardas tanto? ―Sonó la voz de su madre desde adentro―. Apresúrate, que se va enfriar tu cena.

La kunoichi cerró la puerta, pegando su espalda a la madera. Bajo la pálida luz de la bombilla de su pórtico, asediada por mosquitos que danzaban hechizados por el titilante fulgor, tomó a Goten por el dogi con ambas manos y lo encaró con gesto agrio.

―¿A qué juegas, idiota? ¿Quién te ordenó que dijeras eso? ¿Es una broma de Kiba? ¿O tal vez una de las estupideces de los libros de Sai?

―Sai y Kiba están de misión. ―Le recordó con gesto impaciente―. Nadie me ordenó decirte nada. Verás, estaba en las aguas termales y vi a Anko bañándose del otro lado, entonces pensé que tú y yo...

―¿Espiaste a Anko Mitarashi mientras se bañaba? ¿¡Desnuda!? ―Estaba casi infartada. Los diminutos y rubios vellos de su nuca se erizaban en desagrado.

―Pues claro que estaba desnuda. ¿O acaso tú te bañas con ropa?

La kunoichi respiró hondo, inhalando paciencia, buscando fuerzas para no matarlo frente a su casa.

―¿Qué hacías en las aguas termales solo? ―Pronunció cada palabra con lentitud, cerrando los ojos, evitando el rostro de Goten por la decepción que la invadía. Y sí, debía admitirlo, tenía el corazón apretujado, porque por alguna razón, le lastimaba enterarse de semejantes mañas.

―Bueno, no estaba solo. ―Una alarma asaltó a la kunoichi. ¿Con qué clase de depravados se reunía Goten que se ponían de acuerdo para espiar a mujeres desnudas?― Estaba con Jiraiya sensei. Él me dijo que me asomara para que entendiera más sobre las relaciones sexuales y esas cosas, pero olvida eso. Entonces, ¿qué dices? ¿Lo hacemos en tu casa o en la mía?

Una sonrisa tonta delineó los finos labios de Sakura. Con que de eso se trataba. ¡Maldito Jiraiya! Mañana mismo denunciaría al degenerado viejo asqueroso con Tsunade-sama. ¡Ja, la que se iba a llevar! Y aliviada con ello, Sakura no notó la cola de mono erizada dando enérgicos azotes al aire, el gran bulto en el pantalón de Goten, su mirada ansiosa, ávida.

Qué alivio, creí que Goten era un enfermo... ―Pensó con más calma, agradeciendo que la cosa no se hizo pública y quedó en una malintencionada jugada del Sannin―. No tienes idea de lo suertudo que eres.

―Lo sé. ―Contestó con su sonrisa habitual.

―Digo, si Anko te hubiera descubierto, habría ocurrido una desgracia....

―Oh, pero Anko sí se dio cuenta.

―¿Eh? ―Sakura quedó paralizada. Un trasfondo azul y espectral apareció tras su cabeza― ¿Có-cómo que se dio cuenta?

―Pues que se dio cuenta. ―Repitió, entrecerrando los ojos por lo tonta que le parecía la pregunta de Sakura―. Hasta me lanzó un kunai, ¡se puso molesta! Pero cuando dije que era yo, le restó importancia y comenzó a tocarse para que yo la viera. Tú debes saber, Jiraiya-sensei dijo que eso era normal...

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now