10. Un nuevo entrenamiento

1K 75 26
                                    

Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

El viaje a Sunagakure tomaba tres días completos. Eso cualquiera lo sabía.

Atravesar el vasto mar de arena del oeste no era poca cosa: temperaturas diurnas que asediaban los 60º centígrados; vientos que quemaban la carne durante la vigilia del sol, pero que helaban la médula junto al ánimo bajo la insomne luna; una atmósfera asfixiante de aire seco que, al inhalarse, no traía consigo más que rasposa arenilla y una caricia abrasadora a los pulmones.

Ni una gota de agua hectáreas a la redonda; ni un triste oasis entre el último arbusto reseco de los bosques del este y la ardiente aldea ninja de la arena. ¡Ni uno! La situación empeoraba cuando el calor desértico hacía transpirar a sus invitados como cerdos, para que, inmediatamente, la perenne brisa evaporara el sudor, y luego el inmisericorde sol arrancaba más agua salada a la piel, repitiéndose el fatídico ciclo de deshidratación hasta dejar como pasas arrugadas a sus sedientas víctimas.

Por suerte nuestros fuertes y valerosos ninjas podían con eso y más. No eran humanos corrientes, y las extremas condiciones que ofrecía el País del Viento se antojaban a un juego para niños más que otra cosa, a una simple sesión de vueltas alrededor del patio de recreo de la academia bajo la supervisión de Iruka, a una clase de arreglos florales para kunoichis entre cinco y seis años de edad, a una...

―¡Naruto, te voy a matar! ―Bufó Ino con grandes y redondos ojos blancos, dientes pelados y cuadrados, puños apretados, persiguiendo al rubio con pesadas piernas que abrían surcos en la arena porque casi no podía con su alma.

Pero Naruto no era la excepción: escapando apenas de los engarrotados dedos de la kunoichi, con la lengua de corbata, se tambaleaba en un pesado vaivén que prometía desmayo dentro de pocos pasos.

―¡Cómo se te pudo olvidar el agua, imbécil! ―Tenía la garganta tan seca, que la fina y femenina voz de Yamanaka parecía una áspera corteza. Se dejó caer de rodillas, obviando el hecho de que podían freírse huevos en la candente arena. Total, entre la arena que se le metía en las sandalias y la que le cubría los pies que se le enterraban en cada paso, ya tenía las plantas en carne viva.

Naruto escapó, pero una sonrisa tonta de labios pálidos y cuarteados fue lo más que pudo esbozar en celebración cuando, para mayúscula consternación de Hinata, caía de bruces, subyugado por un golpe de calor.

Shikamaru tuvo en principio una "brillante" idea: dada la premura de la misión de Tsunade, ordenó que cada quien trajera una determinada cantidad de objetos imprescindibles para todo el equipo. Con vistas de evitar los olvidos que sujetan de la mano al apuro, dividió la carga en pocas pero abundantes cosas.

―Hinata, tú traerás las provisiones. Kiba, encárgate de empacar suficiente armamento. Shino... ―Y así ordenó Shikamaru sucesivamente. Cuando llegó el turno de Naruto, tan sólo le pidió agua y campamento para la noche. El muy idiota cumplió con su parte... empacando agua para una sola persona, ¡y una única tienda de acampar!

Olvidó la parte en que cada quien traía lo de los demás, demasiado apurado y acostumbrado a llevar apenas lo suyo, pues generalmente siempre andaba pidiéndole algo prestado a Sakura.

―Si tengo que pasar una noche más en esa apestosa y diminuta tienda de acampar, juro que te voy a matar, Naruto. ―La ronca voz de Ino ni amenazante resultaba ya.

―Si no llegamos pronto, la tienda será la menor de mis preocupaciones. ―Replicó Shikamaru, jorobado y echando un vistazo a su desanimado equipo.

Kiba ya no cabalgaba sobre el extenuado Akamaru, sino que andaba con el pesado y lánguido ninken a cuestas, como llevando encima una gran capa blanca de piel de oso; Shino estaba empapado de sudor entre tanto abrigo, pero su indumentaria le protegía de la brisa y estaba menos deshidratado que el resto (aunque mucho más oloroso); y Hinata, hace unos días tan blanca como la nieve, parecía un tomate con insolación. No obstante, pese a tanta adversidad, era ella precisamente quien estaba más motivada: primera misión tan larga en la que estaba en compañía de Naruto

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now