6. Los Inmortales

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

─Sigo pensando que no fue una buena idea. ─Refunfuñó Karui, tirándose de espaldas sobre la cama y haciendo aspavientos de desagrado al reparar en el deteriorado estado del techo, descascarado y salpicado en parches enmohecidos por doquier. Se revolvió unas cuantas veces hasta concluir que, para su mala suerte, la cama también era una mierda─. Un solo baño, el suelo cruje, ¿qué sigue? ¿No sirve el refrigerador?

─De hecho, no tenemos refrigerador. ─Contestó Samui asomándose desde la cocina. El departamento asignado era tan pequeño, que apenas había separación entre una estancia y otra, dando la impresión de una sala única dividida en improvisados y endebles tabiques.

─¿Y así se hacen llamar la potencia ninja más grande de todas? ─Se sentó de golpe, interesada en lo que pudiera decir Omoi sobre su visita al baño─. ¿Al menos tienen retrete?

─El baño está bien, funciona. ─Dijo, encogiéndose de hombros─. ¿Saben? Konoha es más sencilla de lo que pensé. Por todo lo que había escuchado desde niño, creí que se trataba de un lugar más impresionante.

─Sus edificios e instalaciones no son los que la convierten en nuestra más grande rival. ─Sentenció Samui, tomando asiento en su propia cama y adoptando un impecable porte que contrastaba, por mucho, con la espalda encorvada de su colega kunoichi─. Son sus shinobis los que hacen de Konoha una potencia de temer.

Karui profirió un mohín con descontento, mientras Omoi se sumía en su típica introspección y alternaba la mirada entre sus dos compañeras.

─Es curioso...

─¿Qué cosa? ─Preguntó la pelirroja.

─Que teniendo los senos tan pequeños, te sientas así de mal, mientras Samui que los tiene enormes, mantiene una postura correcta...

¡PAAAAMM!

─¿Y ESO A QUÉ VIENE, MALDITO? ─Gritó, con los ojos en blanco y un rastro de humo emanando de su puño. El golpe fue tan bárbaro, que Omoi quedó medio inconsciente en el piso.

─No es fácil. A veces me duele la espalda, quizás sea por eso.

Karui parpadeó perpleja. A veces la impasibilidad de su amiga, la sacaba de quicio. Eso evitaba que Omoi tomara reparo, y prueba de ello es que, a pesar del gran chichón en su cabeza, se incorporaba sonriendo porque sentía que sí tuvo la razón, que sus teorías valían de algo.

─En fin, sé que no parece una buena idea llevar al saiyajin hasta nuestra aldea, ─ambos morenos se enseriaron con el rumbo de la conversación─, pero siento que, tomando las previsiones pertinentes, no tenemos de qué preocuparnos.

─No me cansaré de repetirlo, y lo haré las veces que haga falta: no creo que sea una buena idea. ─La malencarada pelirroja se cruzó de brazos, abordando a Omoi con su temible mirada dorada, exigiendo su, hasta ahora, absoluta falta de pronunciación.

─Bueno, creo que tienes razón. Quiero decir, ¿imaginas que sea una estrategia de Konoha para introducirlo a Kumo y golpearnos desde adentro? O peor aún... ─Ambas kunoichis tensaron su cuerpo. Karui, ahora sí, se sentó derecha, pues los sombríos rasgos de Omoi arrojaban peligro─. Qué tal si el saiyajin nos ayuda y se gana nuestra completa confianza, pasa a formar parte de uno de nosotros, se muda a Kumo, se casa con alguna de nuestras preciosas chicas, tiene hijos, luego nietos, y así hasta que nos veamos rodeados de amables saiyajins... pero no es más que parte de un malévolo plan de años de duración para conquistarnos y quedarse con lo que nos pertenece, incendian la aldea y luego matan a Raikage-sama y luego Trunks se queda con el puesto de Raikage-sama y...

El Pecado de los Shinobis Место, где живут истории. Откройте их для себя