24. Juramento de Cuatro

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Los personajes de Dragon Ball y Naruto no me pertenecen, Son obra y creación de Akira Toriyama y Masashi Kishimoto respectivamente.

Chōji optó por engullir una grosera e inhumana cantidad de patatas fritas para canalizar su asfixiante ansiedad. Sudaba copiosamente. Su lengua, reseca de tanta sal, ya no distinguía entre las de queso cheddar o ajo, por lo que su último y predilecto aperitivo sabor a barbacoa, le supo a lo mismo que la primera bolsa condimentada con el vulgar aderezo de crema y cebolla. No estaba disfrutándolo en absoluto.

La recepcionista evitó mirarlo para no sobrevenirse en arcadas, y decidió enterrar la cabeza en una revista cuando observar a Shikamaru tampoco le trajo sosiego: enloquecería si tenía que contemplarlo un segundo más en su caminar de tigre enjaulado.

Los dos desistieron de sus mañas cuando Ibiki Morino abandonó la oficina del jefe de la División de Inteligencia. Desde su imponente estatura, echó un vistazo breve al par de jóvenes chūnin, reconociéndolos sin titubeos dado el parecido que guardaban con sus respectivos padres.

―Bien, ya pueden pasar. ―Informó la secretaria―. Pero recuerden no demorar más de diez minutos. Inoichi-sama es una persona muy ocupada y la visita de ustedes no estaba programada.

Bajo el férreo escrutinio de Ibiki, ambos ingresaron a la oficina del líder de los Yamanaka. Sabían de sobra las consecuencias que podría acarrearles el desafiar a un shinobi influyente, líder de un prestigioso clan e íntimo amigo de sus padres. Discutir con un tipo habituado a exprimir información del cerebro de criminales y espías que se suponían capacitados para soportar crueles torturas, sería de todo menos algo agradable.

―Chicos, qué sorpresa tenerlos por acá. ¿Qué los trae a la División de Inteligencia? ¡Ah, disculpen si parece que estoy apresurándolos! Venga, tomen asiento. ¿Quieren que pida un poco de té para amenizar el encuentro?

Inoichi era de todo menos estúpido. Su entusiasmo se diluyó tan pronto reparó en la severidad de los rostros de los jóvenes. Tampoco quisieron sentarse, lo que delataba un lenguaje corporal esquivo e incómodo, y entre una cosa y otra, hilvanó lo que creyó, sin estar muy equivocado, el motivo de solicitar tan peculiar audiencia.

―Inoichi-sama, no deseamos restarle más tiempo, así que iré directo al punto, y quiero que sea sincero al respecto. ―Nara cogió una profunda inhalación antes de detonar el sello explosivo que sacudiría a los tres clanes más hermanos de Konoha―. Usted bloqueó los recuerdos de Ino relacionados a Trunks y le ordenó no volver a acercarse a él, ¿no es así?

Un rictus de coraje, a duras penas contenible, estremeció los de por sí endurecidos rasgos de Inoichi. Un salvaje brillo esmeralda hizo destello en ese par de ojos ásperos que no dudaron en atravesar a los chicos. Fue cosa de un segundo, porque después adoptó una postura impasible que no dejaba entrever más allá de su glacial personalidad.

―Les pido que se retiren si es que solo han venido a gastarme una broma de mal gusto. Comprendan que no estoy de humor para lidiar con la situación actual de Ino, lo que por extensión repercute en la alarmante ausencia de un heredero y guía para mi clan.

―Inoichi-sama, no siga, por favor. Si es tan amable, responda a la pregunta de Shikamaru. ―La bolsa de patatas a medio vaciar crujió en manos de Akimichi. Siguiendo el consejo que heredó de Asuma, sacó coraje para afrontar lo que creía justo. Ino y Trunks eran sus grandes amigos, sabía lo que sentían el uno por el otro, y no toleraba que en el momento que más se necesitaban, interpusieran tan despreciable artimaña para distanciarlos de forma ruin y condenable.

―Ese muchacho... desde que lo conocí supe que era un problema. ―El rubio se confesó con tan breve sentencia. Empuñó las manos e inclinó la cabeza sobre el escritorio para velar su rabia. ―El tiempo me dio la razón, pero fui un tonto en sucumbir a los sentimientos de mi Ino para darle una oportunidad. Lo defendí frente al consejo de la aldea cuando quisieron declararlo traidor por robar el cuerpo de ese sujeto de Akatsuki. Me obligué a pensar que podía ser cosa de un momento, apostándolo todo al honor que, no puedo negar, tiene como guerrero. Sin embargo, más allá de su asombrosa fuerza, no tiene nada: es impulsivo, violento e irreverente, cualidades peligrosas en manos de un sujeto con semejante poder capaz de...

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now