9. Nada ha cambiado

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Sakura se esmeró en revisar y vendar la cabeza de Goten con mucho cuidado. El golpe recibido fue bárbaro, lo suficiente para estallarle el cráneo a cualquier humano, y por ello le concedió a la mitad saiyajin de su inesperado paciente, la responsabilidad de mantenerlo con vida. Aunque pensándolo bien, Naruto y Jiraiya ponían en entre dicho el significado de la palabra humano, tomando en cuenta la de golpes que le aguantaban a ella y Tsunade respectivamente.

─No pasa nada, sólo conseguiste un ligero chichón. ―Dijo cuando lo vio pelar los dientes de dolor, mientras ajustaba las vendas con adhesivo―. Deberías quedarte acostado un rato, no quiero que te pongas a hacer tonterías y termines mareado.

La kunoichi tomó asiento en una pequeña silla junto a la cama y se dispuso a tomar notas en una hoja. En tanto, la curiosa mirada oscura del saiyajin se puso a detallarla, pensando en lo agradable y bonita que podía ser Sakura cuando no se endemoniaba y lo cuidaba. Se concentró en sus delgados y ágiles dedos sosteniendo el bolígrafo, como queriendo descifrar lo que escribía, pero embelesado en realidad con la delicada apariencia de sus manos, que de pronto le parecían hermosas y quería tocarlas. No menos abstraído se tornó cuando levantó la cabeza y contempló los finos rasgos de la pelirrosa: su nariz pequeña y respingada; su mentón frágil, casi infantil; sus pómulos perfilados que daban un toque alargado a su rostro; sus brillantes ojos verdes, grandes y llenos de viveza, desplazándose grácilmente de izquierda a derecha sobre el papel y el enigmático mensaje que pintaban sus bellas manos... ¿ya se había fijado en sus manos?

Su bestial capacidad de reacción para el combate, hecha para permitirle esquivar a quemarropa un disparo de ki que se adentrara al espacio en segundos, apreció en cámara lenta el fugaz momento en que la kunoichi sacaba la lengua y humedecía sus rosados labios. Allí fue que Goten sin darse cuenta y, empujado por los primitivos instintos de un simio saiyajin buscando aparearse con una hembra, estiró la mano para tocarla. La cola de mono tenía mucho que ver: acrecentaba los placeres más básicos de su raza, agudizándole los sentidos y permitiéndole detectar, siempre inconscientemente y sin tener puta idea del tema, la etapa del ciclo menstrual en que se hallaba Sakura, a un día de la ovulación.

―¿Te sientes mal? ─Preguntó la pelirrosa con marcada preocupación, viendo la mano de Goten petrificada a medio camino y su expresión perdida―. Oh, no, está alucinando...

─¡No-no estoy alucinando, estoy bien, Sa-Sakura! ―Contrajo la mano como si se la hubieran quemado con un fierro caliente, rojo de vergüenza y con el corazón desbocado en miedo. Miedo porque, por segunda vez, un irresistible y desconocido impulso que no era de él, le gritaba encimársele a su amiga y tocarla en partes que se suponían muy personales y sagradas (al menos eso sí sabía).

Desde los 11 años que se fue de casa y entró a la Habitación del Tiempo con Trunks, no sabía lo que era tener un padre o una madre que le explicaran esas reacciones y deseos naturales que venían con el desarrollo, aunque no tan naturales y, tal vez desmedidas en su caso, por la cola de saiyajin. Y bueno, sería Milk la que le explicaría alguna que otra cosa, porque Goku quedaba descartado entre mal padre e ignorante.

Ahora mismo Goten era un deficiente afectivo en lo que a relaciones interpersonales se refería, demasiados años seguidos entrenando solo en extrañas dimensiones que volverían loco a cualquiera, o con compañías no humanas y hasta asexuales que ni siquiera tenían la capacidad de enamorarse de otro ser cualquiera que sea su género, y por supuesto, ninguno de ellos se encargó de explicarle nada, como en Konoha tampoco nadie lo haría, pues qué carajos iban a saber las personas sobre las carencias psicológicas del saiyajin.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now