15. Toro Desbocado

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Tsunade y Shizune, la primera más que la otra y, no obstante ambas, contaban con harta experiencia en el campo de la medicina ninja.

La legendaria Sannin no ameritaba carta de presentación: sus contribuciones en la segunda guerra, labradas a puño limpio y conocimiento agudo, le atesoraron para las generaciones actuales y venideras una reputación encomiable.

Shizune no hacía gala de tamaña ristra de medallas de honor y guerra, de un consentimiento unánime, aunque no escrito, de una indiscutible posición dominante en el mundo galeno de los shinobis; pero sus aptitudes y destrezas en la materia estaban más que avaladas con palabras y hechos, y si no era la segunda mejor, muy lejos no andaba.

Con todo ello, las dos pronosticaban en Sakura Haruno, a favor de cualquier buen augurio, un futuro brillante, si bien más como médico que como ninja, y pensaban con genuina convicción que algún día las superaría a ambas. No podía ser casualidad que las dos así lo consideraran. Y es que la kunoichi desbordaba gran talento e inteligencia en sus prácticas, avances y aprendizajes.

Eso sí, Sakura podría saber mucho del cuerpo humano, pero asimismo, tan poco de la mente y la psiquis, que no prestó la debida importancia al estado de su mejor amiga: la vio acudir al hospital en brazos de Goten, inconsciente, y se mortificó de muerte hasta que la examinó y verificó que no presentaba el más mínimo rasguño. Shock por masiva pérdida de chakra, diagnosticó. Y manejándose únicamente en dicha conclusión, pronóstico que la restitución de su energía la dejaría como nueva.

Caso contrario fue Inoichi. Estaba en el Departamento de Inteligencia leyendo informes en su oficina, de cuya puerta colgaba un letrero que ponía "Jefe de División", cuando un chunin subordinado entró jadeando sin llamar, sudando, apoyado sobre las rodillas. Excusó su imprudencia en cuanto cogió la misma cantidad de aire que de valor, y soltó entonces la terrible noticia: Ino ingresó al hospital en condición crítica.

El líder del clan Yamanaka puso rumbo a la habitación 112, abarrotada hasta hacía minutos por ajetreados médicos y enfermeras. La tormenta ya había cesado y, al llegar, encontró sólo a Shizune y Tsunade, apostadas a cada lado de la cama donde dormía su hija con gesto sobrio, si bien bastante pálida.

―¿Qué ha ocurrido? ―Con adusto semblante de piedra, Inoichi no mostró signo de debilidad, ni en su postura ni en su voz, pero lo cierto es que el pecho se le apretujaba desde dentro, como si un par de viles manos le atenazaran los pulmones junto al corazón. El débil e irregular chakra de su hija, le enviaba señales de alarma a sus sentidos de sensor, y las duras esmeraldas que tenía por ojos, translucían la videncia de un Byakugan que hurgaba entre el destrozado cableado energético del cerebro de su niña. Era tanta la experiencia, que con un vistazo Inoichi ya sabía lo suficiente, y temía profundamente la confirmación del diagnóstico por boca de Tsunade.

―Su cuerpo está intacto, no hay nada que temer... ―La prolongada pausa de la rubia, prometía un "pero" que haría valer mierda lo primero―. Pero su mente... me temo que no puedo decir lo mismo de ella. Yo... no tengo tanta experiencia en ese campo, no puedo asegurar la gravedad de su condición...

―Ya veo... ―Sin retirar la vista de Ino, se dirigió con voz ronca a la Hokage―. ¿Qué fue lo que pasó?

―Sería más conveniente esperar por Shikaku. ―Respondió Tsunade―. Ya debe estar por llegar. Cuando lo haga, daré a ambos la nueva información con que contamos.

Si el representante del Consejo Jounin había sido llamado, el asunto era importante, y si era importante, el pronóstico de Ino de alguna manera se ensombrecía. La zozobra, no obstante, le duró a Inoichi los dos minutos que tardó su amigo de toda la vida en asomar su desganado rostro por la puerta de la habitación.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now