4. Los Saiyajins Regresan

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Ningún ser vivo que se dignase habitar en la Tierra, quedó privado de sentir la magnitud del poder de un saiyajin cegado por la ira.

Los efectos secundarios del descontrolado ki de Trunks fueron de escala mundial, por lo que un comunicado oficial sobre el retorno de los saiyajins estaba de más. Los líderes de las potencias ninjas restantes ya estaban al tanto de ello, y recibieron con poco menos que agravio el aviso entregado en manos de mensajeros de Konoha.

─¡Claro, y hasta ahora vienen a decirlo! ─Farfulló Mei Terumi en tono despectivo, mientras hacía a un lado el pergamino con el emblema oficial del País del Fuego y Konohagakure. Su humor empeoró a un extremo patológico al enterarse que sólo volvieron los dos chiquillos... hasta que echó un vistazo al par de fotos anexas al reverso del documento, idea propuesta por Shizune como muestra fehaciente de que eran realmente Goten y Trunks quienes habían vuelto. Después de todo, los Kages presentes en la reunión de hace tres años, tuvieron la oportunidad de conocerlos.

Observó por unos segundos la foto carnet de Goten, pensando en que se había vuelto un joven bastante apuesto a pesar de llevar el extraño corte de cabello de Goku. Cuando pasó a la siguiente página, cubrió su boca para amortiguar un jadeo: no era su saiyajin del futuro, ¡pero se veía malditamente idéntico! Resopló angustiada al ojear su ficha y ver que ponía junto al ítem de "edad", las cifras 16-17 con exasperante inexactitud.

─Tiene que tener diecisiete... ─Murmuró con el ceño fruncido, sacando cuentas y tratando de convencerse, en vano, de que una diferencia de catorce años de edad no era de importancia. Con sumo cuidado, rasgó los bordes de la pequeña fotografía con sus perfectas uñas azules, relamiendo sus brillantes labios rosados mientras se concentraba en el delicado procedimiento. Para cuando hubo terminado, guardó la foto en su sostén y sonrió victoriosa, sin darse cuanta que Ao continuaba en la oficina y la observaba con una gota de sudor en la nuca.

─Mi-Mizukage-sama... pregunté que cuál sería su decisión al respecto. ¿Irá a Konoha a hablar en persona con Hokage-sama?

Mei se puso roja como un tomate con insolación. Sentía que el rostro le hervía de vergüenza por verse descubierta en medio de sus fantasiosas tonterías de amor no correspondido y nupcias imposibles.

Cuando Ao parpadeó con su único ojo descubierto, la Mizukage ya había desaparecido, ¡su escritorio estaba vacío! Quedó rígido como una piedra cuando sintió el gélido aliento de la kunoichi en su oreja, pinchándolo con un puntiagudo kunai en la espalda y siseando peligrosamente.

─Retírate... o te mato...

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Ōnoki confirmó sus sospechas. Casi no tuvo necesidad de desenrollar el pergamino para enterarse de su contenido. Con las manos tras su espalda, se dedicaba a mirar en silencio desde el ventanal de su oficina las decenas de civiles que reparaban los daños causados por el terremoto mundial creado por Trunks.

Kurotsuchi no dijo una palabra, ni siquiera para gastar un comentario a modo de broma con su abuelo. Firme como estaba a un lado del escritorio, echó un disimulado vistazo al pergamino extendido, poniendo énfasis en las fotografías que resaltaban con claridad sobre los garabateados kanjis. Su oscura mirada se amplió al reconocer la identidad de Goten. ¡Sí que había crecido! Conservaba su particular cabello que lo distinguía de cualquiera, incluso el mismo dogi naranja, pero ahora era todo un hombre. Pensó que había un error en la información cuando leyó junto a la imagen que tenía 18 años de edad, igual que ella, pues la cuenta no le cuadraba. Meneó la cabeza cuando notó que la temperatura de sus mejillas se elevaba lentamente, obligándose a desviar la vista del retrato.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now