El destino y sus tretas, nos llevaran a esta historia fascinante de amor, de dos almas completamente distintas, pero necesitadas de vivir, de aprender y de amar.
Encontrar la razón de todo lo orquestado durante sus vidas para darle sentido, aunque t...
La estancia en Suiza duraría, acordaron, una semana más; Valentina quiso disfrutar de los hermosos parajes que Juliana estaba ávida por enseñarle; por primera vez cedió a los deseos de la fotógrafa y le sirvió como modelo durante todo el tour. Creando una nueva aventura juntas y que atesoraría con toda su alma y corazón.
Era su principal finalidad, asumió para sí.
Todo a la par mientras escribía en su horario fijado e irrestricto; su gran pasión poco aprovechada a lo largo de su vida.
En dos días partirían a Múnich, Alemania, a continuar con el fin específico del viaje. La rubia estaba tomando todo aparentemente con calma, sin embargo, Juliana sabía que no era así en su totalidad. Aunque no se conocieran de toda la vida, habían creado una conexión que lo semejaba, conociéndose a profundidad expeditamente, sin abusar de los límites personales de la otra.
Juliana sabía que su entusiasmo naciente por cocinar, no era más que un mecanismo de defensa de la rubia, y que se concentraba tanto en ello que estaba agarrando cierta versatilidad no concordante a una principiante en el arte culinario.
Por otro lado, ello de posarle como modelo, no tenía otra connotación que disfrutar más de Suiza y del arte de la morena con su lente; como para darle la oportunidad de verse a través de ella... y sumando que los pocos minutos que tenía libre los dedicó a conectarse con la directora financiera de las empresas de Juliana para crear y poner en marcha un plan de inversiones, que debía asegurarse quedara claro para seguir el rumbo de las proyecciones que se había planteado para corto, mediano y largo plazo.
Todo tan rígidamente estructurado que haría crecer el patrimonio de Juliana en un cincuenta por cien, si las variables que había tomado en cuenta se cumplieran en la media de la meta convencional prevista. En ningún caso arriesgando el patrimonio de la morena.
Juliana había deducido un claro factor intrínseco de todo, y ese era: el tiempo. Valentina estaba dejando y viviendo todo en base al tiempo, al que le quedaba, quizás. Con la cocina, usar el tiempo en una nueva destreza que ocupara su mente y le llenara de satisfacción; posando y viajando en Suiza, para disfrutar del tiempo en dos actividades que nunca pudo hacer y mejor si disfrutaba de la magia de Juliana con su arte y su presencia, teniéndola a ella como foco; y, dejando huella en el tiempo, como si necesitara dejar su firma en la empresa de Juliana, por un tiempo a venir, en el que diera frutos lo que sembraba como un plan que denotaba sus destrezas empresariales. Era su legado en la empresa de su novia.
Aunque le aterraba pensar en sus motivos, consideró que era la mejor forma que le tranquilizaba y llenaba, puesto que con ello la rubia había encontrado paz; refugio; felicidad y recibía más amor, del entorno, de sus frutos y de su novia. Aprovechando todo al máximo.
¿Cómo no iba a ser mejor? Se preguntaba Juliana, otra persona en su lugar podría estar aferrada a una cama en una cura de sueño o en un mar de lágrimas; abandonada a la depresión; o quizás pausada en su vida hasta esperar que ocurriera lo que los designios del desino dispusieran. Y Valentina Carvajal no se había amedrentado, todo lo contrario... seguía. Altiva, hermosa, vivaz y radiante, así como la veía en las fotos que estaba pasando en ese momento en su laptop; dándose un festín escogiendo y editando las fotos que le presentaría a su hermosa novia, como flamante modelo.
El predominante azul del cielo y de sus ojos, el rebosante verde del paisaje, la claridad y profundidad del paisaje alrededor de Valentina la tenían en un trance de deleite como nunca antes en medio de su trabajo.
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