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Torneo Kengan.


Una vez más el pobre viejo de Yamashita estaba siendo regañado por su jefe. Esto no era algo nuevo en el trabajo, a veces hasta es el pan de cada día, los compañeros de anciano sienten pena por el abuso laboral que ponen sobre él, pero es lo mínimo que pueden hacer ya que no quieren darse el lujo de por un imprudencia perder el trabajo.

—¡Maldita sea!—estampó unos papeles contra el escritorio.—¡Te dije que quería eso para hoy!, ¡inútil!, ¡¿acaso tus orejas llenas de pelo no te permitieron escucharme?!, ¡¿o eres estúpido?!

Gritaba y gritaba, haciendo cada vez más escándalo, queriendo llamar la atención y imponer autoridad sobre alguien débil. En el fondo a Yamashita esto le parecía patético, pero todavía más patético era él; tenía ganas de ser alguien más fuerte, alto y con valor para poder darle una lección a ese individuo. No obstante, no lo es.

—¡L-lo lamento mucho, señor!—exclamó nervioso.—¡Mi in-intención no era hacerlo e-enfadar!, ¡e-es solo que tenía muchas cosas que hacer y se me pasó!

—¡Entonces tatuatelo en la cara para que cuando te veas en un espejo te acuerdes!—vocifero y al terminar golpeó el escritorio.

En ese mismo instante, alguien interrumpió este brutal y exagerado regaño, una persona que hizo volver a sus cabales al jefe del señor Yamashita.

—¿V-vicepresidente?

—¿Eres Kazuo Yamashita?

El nombrado se sorprendió.

—S-si, soy yo.—respondió.—¿H-hice algo malo?—cuestión confundido.

—No, no.—negó con la cabeza.—El señor Nogi quiere verte. Necesita decirte algo.

—¿A m-mi?—pronunció sin poder creerlo.

—Si.—asintió.—Ven, es urgente.

Incapaz de poder comprender la situación, Yamashita lo siguió hasta el piso más alto donde se instalaba el dueño de todo esto, Nogi. Estaba nervioso, asustado, no entendía el porqué de la llamada pero no podía pensar en algo positivo sobre ello.

El ascensor llegó, los dos salieron, el vicepresidente se detuvo en la puerta y lo dejó entrar solo a él.

—¿Señor Nogi?

—Yamashita Kazuo.—giró su silla rodante.—Es un gusto conocerlo.—sonrió amablemente.

¡Que simpático!—pensó para sus adentros.—E-el gusto es mío.

—¿Sabés para qué te mande a buscar?—Yamashita negó con la cabeza.—Acércate, toma asiento.

—A-ah, ok.—se sentó.—¿Q-qué sucede?

—Como sabes somos una empresa muy famosa y una de las mejores en el país entero.

—Si.

—Resulta que, personas como yo, como nosotros, Yamashita, formamos parte de algo mucho más eufórico que sólo un par de números y papeleo.

Ashura. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora