4.

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Monstruo.






En un lugar muy lejano, a las afueras de Japón, más haya de esos mares, en un sitio con una alta pradera amarillenta, donde el sol golpea con fuerza, las bestias felinas dominan estas tierras, África. Un rinoceronte, enorme de unas 758 lb, estaba haciendo destrozos en los pequeños pueblos de África, nadie sabe que ganaba con causar todo ese desastre, pero, algo si sabían, y es que captó la atención del menos indicado.

Yujiro hanma.












Ohma se terminó de amarrar los cordones, suspiro y salió a correr como parte de su entrenamiento constante. Primero es correr varios kilómetros, luego volver y golpear el costal, hacer flexiones, sentadillas, abdominales, procedía con las pesas, la caminadora y listo. Pero todo esto era solo un calentamiento para su enfrentamiento mental, contra esa persona.

Tch, otra vez a enfrentarme con él.

En ese instante Ohma abrió sus ojos de repente, sintiendo la presencia de alguien entrar al almacén. No, no era aquel niño de hace unos días, era alguien más grande y su presencia dejaba en claro lo fuerte que era esta persona, podía sentir la presión que ejercía de este, dejando en claro que se trataba de alguien peligroso.

Tokita Ohma, sediento de un combate, sonrió se oreja a oreja, liberando sus intenciones asesinas para terminar en un combate de mismo nivel, hasta la muerte, se levantó de un salto y se giro tomando posición de batalla, pero se encontró con un puño en su cara, esto lo sorprendió.

Una risa burlona se empezó a escuchar por todo el almacén, haciendo eco y molestando al contrario. Se trataba de un hombre viejo, pequeño, calvo, tenía un gorro de golf, pero no venía para eso, para nada. Su risa irritaba al joven Ohma, encendiendo más su sangre de la que estaba.

—¿Qué demonios viejo?—exclamó.

El mencionado dejó de reír y miró al pelinegro. Carraspeo.

—Perdón. Me deje llevar por la emoción.—dijo. Sonrió.—Pero, supongo, que no fui el único.

Miró de pies a cabeza a Tokita, su cuerpo estaba temblando de la adrenalina. Cada célula de su cuerpo sabía que estaba frente a alguien realmente fuerte.

—¿Qué quieres?, ¡no estoy para estupideces!, ¡sería capaz de matarte ahora!

El anciano sonrió.

—Mi nombre es Orochi Doppo.—se presentó.—No necesitas presentarte, Ohma. Ya eres muy famoso en las calles.

—¿Orochi Doppo?—en ese instante recordó, él es el legendario “asesino de tigueres” del que tanto se llegó a hablar en su momento. Ohma sonrió.—Así que, ¿viniste aquí por una pelea?—Orochi alzó una ceja.—¡Ven!—tomó su pose nuevamente.—Estoy listo.

Una vez más la carcajada de Doppo estalló, al punto de que hasta se doblegó y contrajo sobre sí mismo. Esto dejó desconcertado a Ohma.

—Ah... Jóvenes.

—...

—Ohma Tokita.—se acercó.—Verás, yo no vine aquí a-

Ashura. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora