8. Propuesta decente

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Esos días no fui yo

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Esos días no fui yo. Hacía todo de manera automática, mis movimientos funcionaban por inercia e intentaba no pensar tanto, pero era lo único que hacía sin parar. Pensaba en si realmente la maldad era culpa de las personas o si simplemente era un resultado de todos los factores de una vida, si la bondad también funcionaría así ¿Qué seria lo innato en el ser humano, la maldad, la bondad, ninguna o ambas? Una parte de mi deseaba volverse un ángel incorpóreo para entender todo y poder resolver todas las preguntas que me hacía, pero otra estaba aterrada de cual fuera la respuesta. Además, no sabía cuándo los ángeles me ascenderían, se suponía que nos daban un cuerpo humano para poder entender la humanidad, pero por el contrario, sentía que cada vez la comprendía menos. Tal vez ese era el problema de fondo, el no entender la humanidad.

-¿Aurelia, crees que yo entiendo la humanidad? -le pregunté a mi mejor amiga.

-Creo que vez tu cuerpo humano como un simple paso para algo más grande, como un desgraciado sacrificio que hacer, un estorbo para tu gran meta de ser incorpóreo -me criticó Aurelia.

-¿Y acaso no es así? -pregunté.

-¡No, Haniel! Nunca entenderás a la humanidad si no intentas actuar como tal, aunque sea un poco. No lo se, intenta buscar algo agradable que traiga consigo un cuerpo humano -sugirió.

Recordaba que Ariel me había dicho algo parecido antes, algo sobre los placeres que daba un cuerpo humano. Tal vez eso debía hacer, intentar comprender los placeres humanos. Podría haber llamado a Ariel, era una buena opción, era un ángel, pero no lo hice, fui a ver a Paimon.

Ariel era agradable, pero Paimon con su habitación sucia y sus bromas bobas era lo más humano que conocía, solo el me podía ayudar.

Me levanté de la cama y salí sin dar explicaciones mientras mi compañera de cuarto me miraba sin entender nada, era casi como si signos de interacción salieran de su mente.

✨✨✨

Toqué la puerta con una melodía celestial que recordaba, tal vez no fue la mejor idea considerando que era la habitación de un demonio.

-¿Quién está tocando esa mierda irritante? -preguntó al abrir la puerta.

-Yo, Haniel -respondí un poco sonrojado, es que a mi me gustaba ser un bobo.

-Ah, eres tú ¡Lo siento, lo siento, lo siento! -dijo tan rápido que se le trabó la lengua.

Lo observé con cuidado, tenia unos mechones de cabello que caían suavemente sobre su rostro, esta vez al menos se había dignado a estar medianamente vestido. Eso si, tenia la camisa desabrochada permitiendo ver sus marcadas clavículas, mi mirada bajó por su pálido abdomen llegando a... ¡sus ojos! ¡Hay que mirar a las personas a los ojos!

-¿Crees que no entiendo a la humanidad? -pregunté.

-Primero que nada, buenos días. Yo me encuentro bien, gracias por preguntar, si claro, puedes pasar -dijo fingiendo que hablaba conmigo.

Ángeles y demonios se besan en el PurgatorioWhere stories live. Discover now