36. El fin

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—¿Qué? —pregunté sin poder creérmelo.

—Felicidades, hoy será tu último día como corpóreo —dijo el arcángel Gabriel.

De ahí en adelante tengo recuerdos algo confusos. Yo no quería dejar de tener un cuerpo, sentimientos, la mera idea me desesperaba. El miedo me invadió, mi corazón se aceleró, mi respiración parecía escaparse, sentía que no tenía control sobre mi cuerpo. Caí al piso, los ángeles a mi alrededor me observaban extrañados. Además de todo el pavor y pánico que sentía, también estaba sumamente avergonzado de tener tantos ojos sobre mí en un momento de tanta vulnerabilidad.

Unas manos cálidas se posaron sobre mis hombros. Era Ariel.

—Ey, mírame Haniel, estás aquí conmigo, estás a salvo —intentó calmarme.

No me sentía a salvo.

—Intentemos algo—dijo al ver que seguía hiperventilando—. Vamos a respirar juntos, intenta que tus exhalaciones sean más largas que tus inhalaciones— intenté seguirlo con dificultad, poco a poco mi respiración se fue regularizando— ¿Mejor?

Seguía tiritando, mi cabeza era un tormento, pero al menos sentía más control sobre mi mismo.

—Eso creo.

Me ayudó a levantarme y me alejó del resto.

—¿Te llevo a tu habitación? Creo que tuviste una crisis de pánico, la había escuchado en humanos, pero nunca en ángeles, lo mejor será que descanses.

—¿Podrías llevarme al Bar Purgatorio?

✨️✨️✨️

Ahí estaba, nuevamente frente a la habitación de Paimon en el Purgatorio.

—¿Seguro que estarás bien con este demonio? —me cuestionó Ariel.

—Pondría mi existencia en sus manos.

El ángel a mi lado tocó la puerta no muy seguro y enseguida salió él: Paimon.

—¿Hani qué pasó? —preguntó con preocupación.

En seguida me abrazó y me sostuvo entre sus brazos. Estar ahí me alivió momentáneamente. Sus dedos entre mi cabello, su cariño, eso parecía que solucionaría todo.

—¿Podemos pasar? —escuché decir a Ariel.

Dudaba que Paimon le tuviera mucho aprecio a Ariel y viceversa. El ángel había tratado mal al pelinegro en el pasado, además ambos habían manifestado interés romántico en mi en el pasado. A pesar de todo esto, todos entramos.

Paimon se sentó en la cama y yo me recosté en esta apoyando mi cabeza en su regazo. Cerré los ojos, solo quería descansar.

—Duerme Haniel, yo le contaré todo lo que ha pasado —dijo Ariel.

Y sin poderme el cuerpo de cansancio, solo atiné a obedecer.

✨️✨️✨️

Cuando desperté, había más gente en la habitación. Estaban Orion y Zalir, la amiga de Paimon.

—No creo que se quiera volver humano de esa manera—dijo Ariel.

—Es que no hay ninguna otra opción que yo sepa— respondió Zalir.

Me levanté de la cama y saludé a quienes llegaron.

—¿De qué hablaban? —pregunté.

—Intentamos buscar una solución sobre lo de volverte incorpóreo—me explicó Paimon—. Sabemos que no quieres perder tu cuerpo y todo lo que trae consigo.

Ángeles y demonios se besan en el PurgatorioWhere stories live. Discover now