Aurelia y yo siempre salíamos juntos del complejo habitacional, luego nos dirigíamos a la entrada/salida de la parte física del cielo, donde Spring nos inspeccionaba cuidadosamente.
—Traten de no ensuciarse tanto ¡Ustedes dos siempre vuelven con un asqueroso olor a demonio! —nos juzgó el angelito.
—Será porque trabajamos mucho —Le sonrió Aurelia y luego le sacó la lengua.
—¡Me sacó la lengua! ¡Se está burlando de mí! ¡¿Viste lo que hizo?! —la acusó entre chillidos a la recepcionista.
Ella levantó la vista desinteresadamente de su revista.
—No lo vi y no me interesa, déjalos ya bajar al Purgatorio —le ordenó, para después, con rapidez, bajar nuevamente la vista.
La piel rosa de Spring se tornó roja de la rabia. Nos abrió la puerta mientras nos hacía gestos de vigilancia con los dedos.
—Los estaré observando atentamente.
Con mi amiga volamos apresurados de ahí, bajando las escaleras aterciopeladas hacía el Purgatorio. El Bar Purgatorio unía todo, se debía atravesar para llegar a los ambientes del Purgatorio, para ir al infierno (a la parte donde habitaban los demonios) o al cielo (a la parte donde habitábamos los ángeles corpóreos). Antes odiaba eso, odiaba tener que pasar por un Bar para poder llegar a mi trabajo, pero desde que me había empezado a acercar a Paimon, me agradaba como era un punto de encuentro para todas las especies.
Caminamos hacia un pasillo que llevaba a los distintos ambientes donde se encontraban las almas, en ese momento normalmente nos separábamos, ya que Aurelia trabajaba en otro ambiente, pero eso todavía no estaba pasando, estábamos yendo por el mismo camino ¿Qué rayos?
Llegamos a la puerta del ambiente.
—¿Qué haces, rara? ¡No me sigas! —le reclamé.
Ella sonrió, con una de esas malévolas sonrisas que tenía.
—No te estoy siguiendo, pedí que me transfirieran acá.
¿Qué? ¿Por qué hiciste una estupidez como esa? Tu ambiente era genial, este es mucho más difícil y siempre está hediondo —la cuestioné sin entender mucho.
—Por muchos motivos —dijo encogiéndose de hombros.
Al abrir la puerta vi un rostro conocido: Zalir.
—¡Aurelia! Pudiste hacer transferirte también —le dijo con una amplia sonrisa.
Juzgué mucho a mi amiga.
—¿Las dos se transfirieron acá? ¿En serio? ¿Por qué? ¿Paimon ya sabe?
Zalir me tomó de las manos.
—Ey, tranquilo, esas son muchas preguntas. Paimon si sabe, pero no vino hoy, no se sentía muy bien. Decidimos transferirnos acá cuando nos dejaron solas, tristes y abandonadas —explicó la demonio.
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Ángeles y demonios se besan en el Purgatorio
RomanceÁngeles y demonios están destinados a odiarse ¿Qué se hace cuando ese odio se transforma en algo más? Haniel y Paimon son muy diferentes entre si y obviamente no se soportan, el primero es uno de los ángeles más prometedores de su generación y el se...