Capítulo 1: El Ex

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AUBREY

El jadeo me salió involuntario y mis uñas rasgaron su camiseta, haciéndolo gruñir.

—Que salvaje—me dijo estampando su pelvis una y otra vez contra la mía dándonos el placer que ambos queríamos alcanzar.

El sexo es algo de lo que jamás me he privado, me gusta, lo disfruto y no me lo prohibo. Siento cosas que en otras actividades no soy capaz, ese placer inalcanzable, ese éxtasis increíble. La manía por probar cosas nuevas, por descubrirme a mí misma y descubrir un cuerpo ajeno.

Me encanta, me encuentro a mi misma en esta actividad, me aleja la mente de la mediocridad de la vida real.

Las hojas de los árboles se sacuden y caen sobre nosotros tras las embestidas que recibo. Sus besos llenan mi hombro y las caricias en mis brazos me causan cosquillas. Atrapa mi boca con la suya y mis talones se presionan en sus glúteos con la llegada del orgasmo que me hace apretar los labios para no ser ruidosa.

El semen de mi compañero me llena con la última estocada que me da y me gime en el oído.

—Tan rica como siempre, mi vida— me besa antes de bajarme al suelo y me apoyo en el árbol para no caerme, siento mis piernas entumecidas por el ejercicio.—¿Nos vemos más tarde?

Asiento mientras ambos acomodamos nuestra ropa deportiva después de limpiarme las piernas con la toalla. Se la doy cuando termino y él la tira al cesto de basura.

—Vas a quedarte sin toallas— me burlo, azotando la tela de mis mallas contra mí abdomen plano.

—Es tu culpa, así que debes comprarme más.

Me río sabiendo que es rico y puede comprarse cuánta toalla quiera.

—Nos vemos— me despido y me coloco en el camino del parque natural para terminar con mi ejercicio matutino. Él va para el otro lado colocándose sus auriculares.

Paso los árboles, arbustos y bancos hasta la senda peatonal, son las seis y media de la mañana, no hay nadie habitando las calles más que los ancianos que salen con sus mascotas o a tirar la basura, algún que otro policía de tránsito y un camión de bomberos que pasa por la esquina que cruzo para llegar a mi edificio.

Le compro huevos a la señora dela tienda de la esquina y subo a mi piso donde encuentro a Erick durmiendo, a él le gustaba dormir hasta tarde. ¿A quién no?. A mi también, no lo puedo negar. Pero no me gusta desperdiciar la mañana durmiendo como un panda, así que prefiero salir a correr. Es como despejar la mente y tenerla fría para empezar el día con calma. Si no corro no puedo empezar el día bien. Es una rutina que adopté desde que era una adolescente.

Me di una ducha con los minutos medidos, no me gusta perder el tiempo en nada. Luego preparé el desayuno, unos panqueques con dulce, fruta, yogur de durazno y jugo de naranja para mí. Y huevos y tocino con café con leche para Erick.

Dejo todo listo en la mesa y voy a la habitación para ver si ya despertó. Me gusta tener todo en orden, las cosas perfectamente acomodadas, nada fuera de su lugar, quiero todo en su horario, ni tarde ni temprano. Soy bastante... perfeccionista, al tal punto que logro ser irritante a veces para algunos.

Bueno, para todos.

Pero me da bastante igual.

Aún seguía en bata y al entrar a la habitación busqué ropa, la del trabajo específicamente. Miré a Erick y aún dormía, con la boca abierta y desplazado por toda la cama. Tomé mi ropa interior blanca, ni muy sexy ni muy abuela, mi falda bordo y mi blusa blanca. Mientras abrochaba el último botón dentro del cambiador del armario oí como Erick se removía en la cama y bostezaba. Salí del cuarto de ropa para encontrarlo estirando sus músculos de los brazos.

INSUPERABLES [•1]Where stories live. Discover now