Capítulo 28: Confesiones y aceptaciones

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DOMINIC

Llego al hospital y atravieso los pasillos hasta llegar a la habitación donde veo a Elías conversando con un Jacob sentado cabizbajo y noto su puño ensangrentado. Hay otros dos hombres con ellos pero los ignoro hasta llegar a Elías.

—Al fin llegas — suspira.

— ¿Qué pasó?

— Despertó histérica. Peleó con los policías y casi ataca a una enfermera. Ahora la esposaron — frunzo el ceño y se encoge de hombros — si te lo preguntas fue mi idea.

— No es una criminal como para esposarla.

— No, pero había que calmarla de alguna forma.

— ¿Por qué está tan alterada?

— Esta es la mejor parte, quiere ir por Erick y no a darle un abrazo, precisamente.

— Entonces no entiendo porqué no la dejan — me encojo de hombros y me acerco a la puerta. Yo hubiera dejado que le diera una buena patada a ese infeliz. Aunque creo que Jacob ya le dió su merecido.

— Disculpa, ¿Y tú quién eres?— miro sobre mi hombro encontrando a un hombre de tez morena, alto y de unos cuarenta y tantos. Está junto a un hombre un poco más bajo que él, de barba de poco días y tez blanca.

Miro a Elías confundido, cómo es que dejan entrar a cualquiera a esta zona.

— Son los padres de Aubrey — aclara.

— Y los tuyos también — lo regaña el más bajo.

— Uhm — no sabía que tuviera dos padres. Me giro para entrar.

— Oye, oye, no respondiste.

— Soy Dominic Blake — me presento.

— El amante de Aubrey, es el subcomandante de bomberos — explica Elías y no veo la necesidad de decir lo primero.

Ambos hombres me miran y no son buenas miradas.

— Voy a entrar — murmuro y por fin abro la puerta cerrándola detrás de mí.

— ¿Por qué el subcomandante está aquí?— oigo que pregunta uno de ellos.

— Pregúntale a tu hija.

Miro la camilla donde descansa la mujer rubia que me vuelve loco. Trae un tubo en la nariz, vendas en la cabeza, brazos y piernas. Su rostro ya está limpio y sigue estando igual de radiante. Su cabeza está girada a la ventana con los ojos cerrados y noto las esposas en su muñeca derecha atadas a la camillas.

Carraspeo y abre los ojos, gira su cabeza hacia mi dirección.

— Me lleva— se queja y blanquea los ojos. Vuelve a cerrarlos y gira su cabeza otra vez a la ventana.

— Te ves bien — meto mis manos en mis bolsillos y vuelvo a repasarla buscando que todas sus heridas estén curadas.

— Vete al infierno.

Sonrío sin evitarlo. Su cara de culo aún prevalece. Me acerco y giro la silla para sentarme con las piernas a cada lado y apoyo los brazos en el respaldo.

INSUPERABLES [•1]Where stories live. Discover now