Capítulo 29: Enfrenta al padre exigente

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AUBREY


Entiendo su indirecta. Yo soy rubia, le gustan las rubias.

— Creo que tenemos que hablar de forma seria y dejar de gritarnos por estupideces— digo y levanto mi cabeza de su brazo.

— No creo que tus miedos sean estupideces, pero tienes razón. Hablemos como personas adultas, a fin de cuentas tú pediste comunicación entre nosotros desde el primer momento.

— Si, eso pedí — asiento. Soy la persona más hipócrita del planeta tierra. Le pedí comunicación y le oculté toda mi vida prácticamente mientras él me presentaba a toda su familia. Si, no lo hizo intencional, a todas las personas de su entorno que conocí fueron por casualidad. Pero aún así, no me costaba nada contarle que tengo un hermano, que tengo tres padres. No era difícil. Solo tengo la maldita creencia de que sola estoy mejor, nadie se preocupa por mi, yo no me preocupo por nadie. Pero con Dominic no pude hacer eso.

— ¿Quieres comenzar tú?

Asiento y me preparo. Estamos cerca, así que necesito espacio, me muevo un poco hacia atrás con cuidado. Bajo la cabeza para tomar coraje y decirlo. Siempre fui de decir todo de frente, fui directa siempre con todos, pero esto es diferente, es ser directa a un nivel extremo. Es admitir algo que nunca le admití a nadie. Un sentimiento que voy a dejar a la luz frente a la persona que lo provoca. Levanto la cabeza y observo sus increíbles ojos grises.

— Si me gustas, ¿Bien?— confieso lo que él tanto quería — y mucho, ya no solo de forma sexual. Y no sé porqué, porque detesto que te preocupes por mí, odio la mirada de regaño que me das cuando hago algo mal. No me gusta que me digas que quieres verme cuando en realidad tienes una novia. Me desagrada que folles tan bien y las ganas que tienes de follarme todo el tiempo. Odio cuando te pones celoso de tus propios hermanos — niego con la cabeza riendo, él muerde su labio y baja la cabeza ocultando su sonrisa —. ¡Joder! Lo que más odio es ver esa sonrisa encantadora que tienes. ¿Acaso no puedes dejar de sonreír? ¡Ya basta! Detesto que seas tan directo, que me digas todo, que no te guardes nada y me hagas saber siempre lo que te pasa. ¿Odio eso, de acuerdo?

— De acuerdo.

— También odio que me lleves la corriente siempre.

— Entonces lo siento.

— Y que me soportes, ¿Como es que me aguantas tanto? ¿Por qué diablos sigues aquí cuando te he mandado a comprar toallas femeninas? ¿Por qué no huyes? ¿Que no ves que estoy hasta la madre de problemas?— sacudo la cabeza —. No me agrada que yo te guste y que me lo recuerdes, no me gusta para nada.

— ¿No hay nada que te agrade de mí?— ríe burlón.

— Nada.

— Eso sí me duele, ¿sabes?— pone una mano en su corazón dramático.

— Lo siento, pero es la verdad — me encojo de hombros y pongo mi mano sobre la suya —. Lamento romper tu corazón.

— Me dueles — sigue dramatizando y yo me río. Quiero alejarme pero me pega a él. Toma mi rostro entre sus manos para que no nos perdamos de vista — ¿Sabes que yo odio de ti?

— ¿Qué?

— Que me hayas dado el susto de mi vida. Odio que me hayas importado tanto en este tiempo como para hacerme sentir que dejaba de respirar y que por un segundo mi mundo se estaba quemando por completo al saber que tu vida estaba en peligro.

— De está sinceridad es de la que hablo que odio de ti. No te callas nada. Odio que yo te importe.

— Y yo que yo no te importe a ti — su voz baja un tono pero no pierde contacto visual conmigo.

INSUPERABLES [•1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora