El sapo rosa

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- ¡Ah, Mafalda! - dijo Umbridge, mirando a Alexa - ¿Travers te mandó a ti, eh?

- S-sí - chilló ella.

- Bien, servirás perfectamente bien - Umbridge se dirigió al mago vestido de negro y dorado - Ese problema está resuelto, Ministro, si pueden prescindir de Mafalda en la oficina de Registros podremos empezar inmediatamente - consultó su portafolios - ¡Diez personas hoy y una de ellas es la mujer de un empleado del Ministerio! Vaya, vaya... ¡Incluso aquí, en el corazón del Ministerio! - se metió en el ascensor tras Alexa, al igual que los dos magos que habían estado escuchando la conversación de Umbridge con el Ministro - Vamos directo abajo, Mafalda, encontrarás todo lo que necesitas en la sala del tribunal. Buenos días, Albert, Edna ¿no bajan?

- Sí, por supuesto - dijo Harry y salió del ascensor junto a Hermione. La reja dorada se cerró con un ruido metálico tras él. Mirando por encima de su hombro, Harry vio el rostro ansioso de Alexa perdiéndose de vista, con Draco a su lado y las gomas de pelo de terciopelo de Umbridge.

Se detuvieron en un pasillo de alfombras gruesas. Mientras pasaban varias puertas brillantes de madera, cada una con una pequeña placa con el nombre del propietario y su ocupación en ella; el pánico les atenazaba la parte baja del estómago a ambos. Habían concentrado todos sus esfuerzos en acceder al interior sin ser detectados que no estaban pensados ​​en lo que harían si se veían obligados a separarse.

A medio camino se encontraron en un espacio amplio y abierto donde una docena de brujas y magos estaban sentados en filas en pequeños pupitres, no muy diferentes a los del colegio, aunque mucho más pulidos y sin pintar.
Todos estaban agitados y haciendo girar sus varitas al unísono; cuadrados de papel de colores volaban en todas direcciones como pequeñas cometas rosas. Los procedimientos seguían un ritmo, y todos los papeles formaban el mismo patrón: estaban viendo la creación de panfletos.

Los papeles cuadrados eran páginas, que, cuando se juntaban, se plegaban y se les aplicaba magia, y se depositaban en pilas ordenadas al lado de cada bruja o mago. Los trabajadores estaban tan concentrados en lo que estaban haciendo que ni los notaron. Uno de las portadas rosas estaba grabada con un título dorado: Sangres sucias y los peligros que suponen para una pacífica sociedad de sangre limpia.

Bajo el título había un dibujo de una rosa roja con una cara de sonrisa tonta en el medio de los pétalos, siendo estrangulada por una mala hierba verde con colmillos y el entrecejo fruncido. Para controlar ese oficio, se había aplicado una medida muy útil: donde debería haber una mirilla en una puerta principal muggle, un ojo grande y redondo con un brillante iris azul había sido colocado en la madera... un ojo que era terriblemente familiar para cual quiera que haya conocido a Alastor Moody.

 un ojo que era terriblemente familiar para cual quiera que haya conocido a Alastor Moody

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Llegaron al tribunal.

Draco ojeó a Umbridge y vio plumas y cuadernos de notas y celo mágico; sujetapapeles que se enroscaban como serpientes saliendo de su maletín y una recargada cajita con encaje llena de gomas y pinzas de pelo de repuesto; pero ni rastro del guardapelo.

Mattheo Riddle y Alexa Weasley (parte 3)Where stories live. Discover now