El encantamiento protector que había mantenido a Harry Potter a salvo se había roto cuando cumplió la mayoría de edad, yéndose definitivamente de Privet Drive.
Para detener al señor Tenebroso, que se dedica a aterrorizar a todos sus seres queridos...
Dos meses y medio habían pasado desde la ultima vez que Alexa y Mattheo se vieron.
El chico, junto a Ron, transitaron por todos los lugares posibles. Vivieron un tiempo en la cabaña de las afueras de la Mansión Riddle; pero era una residencia peligrosa. En otras ocasiones, deambularon por las ciudades europeas muggles que alguna vez el Slytherin había recorrido con su novia. También hubieron tiempos oscuros, donde durmieron en cuartos de bares o de cantinas turbulentas.
Los demás compartieron las mismas experiencias. Anduvieron bajo cuevas, refugiados en bosques, sobre acantilados y hasta zonas inhóspitas.
Los cuatro parecían olvidarse que en algún momento habían sido seis. Nadie los nombraban, y ser menos le estaban dando otras comodidades como el espacio y la comida.
Draco y Alexa se habían acercado gradualmente, generando una muy linda y cariñosa amistad. Esos días donde disfrutaban de su compañía parecían recuperar los años de enemistad en Hogwarts. Se apoyaban en todo, consultaban al otro por decisiones, reían, él le enseñaba todo sobre la Astronomía y ella sobre Magizoología, pasando horas y hora de charlas entretenidas.
De todos modos, era imposible para la pelirroja la incertidumbre del paradero de su mellizo, con quien nunca se había separado; y con Mattheo, a quien no podía olvidar por más que lo intentara. La llave que tenía descansando en su pecho no fue nunca arrancada de su lugar, ni la que se encontraba a kilómetros de distancia.
Marzo llegó. El cumpleaños número dieciocho de Alexa y Ron Weasley.
En un dormitorio mugriento de un bar, los chicos residían temporalmente con la esperanza que ese periodo fuese corto.
- Iré por gaseosas - anunció Mattheo.
Salió de la habitación rumbo a la cantina, muy parecida a Cabeza de Puerco. Pidió las bebidas y se sentó a esperar.
- Compadre, ¡no haz cambiado ese calendario desde enero!
Un hombre que con frecuencia recurría al negocio, le habló con confianza al cantinero. Este, alto y calvo, se rió de lo sucedido y preguntó la fecha; el otro contestó:
- Hoy empieza marzo.
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El desdén de Mattheo fue destruido. Giró en su asiento y miró con temblor al hombre con sombrero de paja.
- ¿Hoy es primero de marzo?
- Así es, compadre.
Se levantó con apuro y volvió al cuarto donde el pelirrojo lo esperaba con ansias. Ron se desilusionó y retiró la sonrisa que esbozaba al verlo con las manos vacías.
- ¿Y las bebidas?
- Hoy es primero de marzo.
Los ojos del Gryffindor imitaron la acción del otro. Estaba igual de sorprendido que él, ¿cuando habían pasado dos meses?
