ᴄαρíтυℓσ 17

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Después de algunos instantes se separaron a causa de la falta de aire en sus pulmones

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Después de algunos instantes se separaron a causa de la falta de aire en sus pulmones. El chico notó la sorpresa en los ojos de su contraria y no pensó otra cosa que no fuera que...

No le había gustado.

Sin embargo la sorpresa de Kagome no formaba parte de las supocisiones de Inuyasha, pues esta había sentido tocar el cielo al ser besada por cierto pelinegro y más, de esa inesperada manera. Se miraron por un momento sintiéndose tensos a causa de sus locos impulsos.

—Perdona, no debí... —segundos continuos se disculpó con la chica pero esta lo interrumpió.

—No...no pasa nada —puso una mano sobre su hombro —. No tienes porque sentirte culpable... yo me sentí muy a gusto contigo. – sonrió tiernamente sintiendo las lágrimas amenazar —Solo, me atormenta el hecho de que... —una lágrima cayó —Para todos los efectos somos el jefe y la empleada...¿qué pensarán? o peor ¿qué pensará Moroha de esto?

El rostro del chico pasó de uno angustiado a una linda sonrisa que como si se tratase de algún tipo de hechizo o brujería relajó por completo a la joven. Pues ya le había quedado claro que no eran acertadas sus suposiciones.

—Todo estará bien —calmó mientras veía como otra lágrima recorría el rostro de la joven —Te lo he dicho muchas veces...no te preocupes de lo que piensen los demás.

—Pero....

—Pero nada —le transmitió seguridad con la mirada —ahora dime... ¿tú qué piensas? —por mucho que le costase pensar ella tomó una decisión que si bien no era la adecuada, era la más factible para darse tiempo a si misma.

—Dame tiempo ¿si? —musitó con algo de dificultad. En realidad le costaba decir eso, después de tantos sentimientos retenidos... sin embargo, necesitaba analizar muy bien su situación para tomar una decisión, fuera cual fuera el caso.

—Entiendo...

Y se miraron nuevamente, analizando cada detalle de lo que había acabado de pasar. Al cabo de unos minutos se dispuso a hablar, aún apenada.

—¿Qué hora es? —preguntó borrando los rastros de lágrimas.

—Cinco de la tarde —informó sin dejar de mirar su reloj.

—¿No crees que ya es hora de buscar a Moroha? —el chico asintió y acto seguido fue tomado desprevenido por la azabache quien entrelazó su mano con la suya para levantarse a la par de él. A pesar de mostrar naturalidad en sus actos y ningún tipo de vergüenza, la verdad era que el interior de Kagome ahora parecía una copia barata de la mismísima Revolución Francesa. ¿Cómo no parecerlo? Era lo que se preguntaba una y otra vez.

Los minutos pasaron y el viaje se acortó debido a la comodidad de la bicicleta rentada, fueron recibidos con gran amabilidad por parte de Miroku y Sango quienes habían pasado la mayor parte del día junto a Moroha. Ya con ella, caminaban firmemente por las calles de Tokyo —a falta de un espacio para la niña en el transporte—

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Where stories live. Discover now