ᴄαρíтυℓσ 32

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Días después...

-¡Higurashi Kagome! -llamó la secretaria desde su cabina a la azabache.

Kagome sintió su piel erizarse ante cada segundo que pasaba. Después de una agobiante espera de días, hoy finalmente, podría obtener el resultado correspondiente a su examen de ADN, del cual, solo ella era consciente.

Todo aquel tiempo que había pasado en aquella Sala de espera, le hizo reflexionar: ¿qué era lo qué la había llevado a tomar la decisión de realizar aquel examen tan precipitadamente?

¿Por qué no lo había pensado siquiera dos veces antes de hacerlo?

Estaba sedienta de respuestas, rebosante de curiosidad, flotando en un mar de pensamientos en el que poco a poco, ella misma se había sumergido.

Lo más importante de todo era como iba a ser su reacción ante el resultado. Aquello aún no se posicionaba en sus conjeturas. Mucho menos el hecho de contarle o no a Inuyasha acerca de aquello, o simplemente, a alguien más. Cada vez que intentaba hallar una solución a aquel tema, sus pensamientos se veían interrumpidos por otros. Era una verdadera batalla de ideas.

La chica de tez blanca se paró de su asiento para acudir frente a la señora mayor que atendía el despacho de la Secretaría, la cual sujetaba un papel, Kagome lo recibió, con constantes titubeos agitando sus manos.

-M-muchas gracias. -agradeció la joven y se marchó con aquel sobre, sintiendo su vida depender de aquel trozo de papel.

Kagome no pudo contener aquella curiosidad que la desbordaba. Rompió el sobre que contenía el resultado, y entre sus manos tomó el papel médico.

Kagome no podía creerlo. Estaba inmovilizada. Todo a su alrededor se había congelado en cuestión de segundos con tan solo leer aquella única palabra.

"Negativo"

La chica soltó un suspiro. Una parte de sí, estaba convencida de que aquel resultado iba a ser positivo. Fuese el resultado que fuese Kagome sabía que debía mantener la calma. Pero ahora, una luz se apagaba en la vida de Kagome. No había podido encontrar a su hija, su añorada y hermosa hija. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Por qué las cosas iban así? la joven sentía que todo apuntaba a que Moroha, sin dudas, era su hija. Sin embargo, la ciencia de la genética decía todo lo contrario. Toda esta situación se le hacía absurda, abrumadora, desconcertante.

Salió de la institución hospitalaria para desplazarse por las calles de Tokyo. Aún con la mente nublada, y con la lluvia que se avecinaba, causa a sus tormentas mentales, amenazando. Se sentía tonta, solamente por el hecho de haber intentado buscar rastros de un ser que claramente ya no existía en esta tierra. Tal vez todo aquello que alguna vez la guió hasta este momento fue una coincidencia.

No, las coincidencias no existen.

Tal vez fue algo que quiso mostrarle el destino para darle una lección y su joven corazón adquiriera nuevos conocimientos. Conocimientos a base de dolor, sí.

Caminó y caminó con desdicha, hasta llegar a las cercanías de aquel lugar donde siempre aparcaba su bicicleta. En las cercanías del lugar notó a dos personas. Una de ellas muy conocida.

¿Inuyasha?

Efectivamente. El pelilargo se hallaba a unos cuantos pasos del sitio, en las afueras de una cafetería mientras hablaba animadamente con una chica y a su lado Moroha, quien estaba algo distraída. Aquella chica ya la había visto antes.

Entonces Kagome lo recordó. Recordó el día que fue a la empresa de el pelinegro, la chica que sin darse cuenta casi le vuela la cabeza de celos y por cuya reacción terminó teniendo una pelea con Taisho.

Ambos se veían muy cariñosos. Moroha parecía algo incómoda, pero no dejaba de prestar atención a los dos. De vez en cuando sacaba una risilla.

Y pensar que hasta hace algunos instantes Higurashi, en lo más profundo de su ser, fantaseaba con, algún día, a pesar de las adversidades, poder formar una familia real con Inuyasha. La ilusión de la chica parecía caerse a pedazos por cada gesto de Kikyo, con aquel cariño y afecto que Kagome nunca le pudo demostrar a Inuyasha en público. Aquel amor que Inuyasha siempre anheló y Kagome le negó por miedo a las opiniones externas.

Entonces ella lo comprendió.

Siempre habían sido una familia.

Sin o con lazos genéticos, siempre lo habían sido. Pero ella, con su miedo a poder tener su libertad lo había estropeado todo. Con su apego al pasado había empezado a visualizar a Moroha como alguien que claramente no era. Y ahora, dos puertas se cerraban en la vida de Higurashi. Dos grandes puertas que sostenían la entrada a un nuevo mundo. El afecto de su pequeña niña, y el amor del hombre que la había hecho sentir como la mujer más importante en este mundo.

Kagome había elegido seguir aferrándose a su pasado.

Kagome había elegido cerrar las dos puertas.

Y Kikyo había venido para abrirlas nuevamente, y darles el trato necesario.

Se quedó apreciándolos por unos instantes más, y tuvo que reconocer, que ellos parecían ser todo lo que un día quiso proyectar para una familia: amor, respeto y reciprocidad. Se sintió insuficiente. Y huyó de allí.

Taisho, por su parte, sintió una presencia a su alrededor observándole desde la lejanía, pero no pudo identificar una figura humana, hasta que ella tomó su bicicleta y partió de allí, cuando ya su rostro era casi irreconocible debido a la larga distancia. Sin embargo, Inuyasha mantenía la fuerte convicción de que aquella chica que le miraba era la azabache, podía sentirlo, Moroha, también, a duras penas allí presente junto a su padre, se pudo percatar de ello,y sintió una gran tristeza al saber que probablemente, su niñera había malinterpretado aquella imagen.

-Kagome-chan... -murmuró Moroha con arrepentimiento.

Kagome fue nuevamente aquel lugar donde todo comenzó verdaderamente: el mar. También aquel lugar donde tuvo su primera interacción romántica con Inuyasha.

No más que unos treinta minutos bastaron para que Kagome pudiera sentir la fina arena de la costa rozar sus pies, y sus manos. Y nuevamente tomó la misma posición, la misma posición de hace ya casi ocho años atrás. Sus piernas un poco levantadas y sus pies descalzos, sintiendo el contacto con las olas.

Miró su reflejo en el agua, mientras los recuerdos y pensamientos de hace años atrás volvían frescos, tales como si no hubiera pasado ningún tiempo.

Dejó caer varias lágrimas al agua, y con la culpabilidad, y los sentimientos aflorando en su piel tal como si fuese aún aquella adolescente de unos cortos quince años, se volvió realidad una vez más aquella vieja metáfora que siempre contaba su madre.

"Dejaré de amarte cuando encuentre la primera lágrima que le concedí al mar"

Y se volvió a sentir como la primera vez que fue al mar. Vacía, sucia, sola.

No era como la pequeña roca de mar.

Continuará...

...

este cap está algo corto, lo sé. pero pónganse bien los cinturones que los próximos caps vienen potentes B)

«Una lágrima al mar» I
«Una lágrima al mar» II

yes, dos capítulos enteros solo para relatar la historia de nuestra prota.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora