«Una lágrima al mar» II

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La chica de orbes color café ingresó a la gran casa tras haber sido dejada por Renji a las puertas de la residencia. El local se hallaba desolado, dudó que hubiera alguien exceptuando a las criadas.

Se movió lentamente en el espacio correspondiente a la sala, encontrando a Nakyu, quien sacudía algunas pertenencias de gran valor para los Higurashi por su antigüedad e historia.

—Hola.—saludó Kagome, amablemente. —¿Sabes si hay alguien en casa? —la trabajadora giró hacia ella.

—Es bueno verla de vuelta, señorita Kagome. Su hermano ya llegó y se encuentra en su habitación, y sus padres... —hizo una pausa, de aquellas que Kagome sabía que hacía cuando dudaba de que si debía guardarse cosas para sí misma. —Sus padres, están ocupados. Le recomiendo que vaya a su habitación y tome una ducha hasta que esté lista la cena, ya falta muy poco.

Kagome asintió, como si se hubiera tragado la sugerencia de la chica, había algo que debía saber en estos justos momentos. Había algo oculto.

Subió las escaleras de forma sigilosa, no tuvo que avanzar mucho más allá de su habitación para oír la voz de aquel médico que siempre había atendido a su familia y había sido contratado por Kamui.

Se acercó sigilosamente a la habitación de su madre, aquella que compartía con Kamui. Aprovechó la difracción del sonido para escuchar la charla que mantenían los adultos tras la puerta con cerrojo.

—Cirrosis hepática. Y realmente avanzada. —diagnosticó el doctor. —Todos los síntomas indican a eso. —Kagome cubrió su boca tratando de ahogar un sonido que salió de su boca repentinamente.

¿Entonces su padre estaba enfermo?

No lo podía creer.

—Debes estar diciendo sandeces, Mark. Yo no te-tengo esa mierda. —defendió su padre mientras tocía.

—Mírate, amigo. No estás bien. Debes dejar de tomar. Estás literalmente entre los dos mundos. —argumentó el médico.

—¡Claro que no he...! —la tos lo invadió nuevamente.

—Toma algo de agua. —aconsejó Mark con un vaso de agua en mano y sin otra alternativa Kamui tomó de esta.

—Como te decía... yo... yo, tengo-

Y ya no se escuchó más la voz de su padre. Esperó lo peor, que hubiese muerto en ese justo instante.

—¡Kamui! ¿Qué ha pasado, doctor?

—No hay de que preocuparse Naomi, le he echado un sedante a su bebida. Necesitaba calmarse por lo que le iba a decir ahora, y sabía que no lo haría por las buenas.

Kagome suspiró en paz cuando oyó lo último. Realmente odiaba a su padre, pero sería incapaz de desearle la muerte por mucho que a veces ella misma se contradijera.

—¿De qué se trata? —inquirió Naomi, ya calmada.

—Debido a la gravedad de su enfermedad, Kamui tiene que ingresar a un hospital cuánto antes, de lo contrario, le queda muy poco tiempo de vida.

—¿E-enserio? —la señora Higurashi no sabía si debía tener paz o miedo.

—Ya he llamado a una ambulancia, aprovecharemos que está sedado para llevarlo al hospital y que no forme un alboroto.

—¿Realmente es necesario esto? —Naomi era consciente de lo mucho que Kamui odiaba los hospitales, por esta razón siempre contrataba médicos particulares que iban directamente a su residencia. El doctor asintió, ella comprendió. —Entiendo.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Where stories live. Discover now