ᴄαρíтυℓσ 34

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Kagome cerró la puerta tras de sí, después de haberle gritado un poco de incoherencias a Inuyasha, se dejó caer sobre su cama. Dejando que cristalinas gotas de agua salada adornaran sus mejillas. 

Se sentía una completa idiota.

Taisho no tenía nada de culpa en su situación actual, no tenía porque actuar así con él. Como siempre, estaba descargando su odio con la persona equivocada.

Kagome dudaba que de ahora en adelante pudiese mirar de igual manera a Moroha e Inuyasha. Había mirado a Moroha como un ser inexistente y a Inuyasha como un objeto para descargar sus ataques de ira.

Sintió como la puerta de su habitación era tocada por alguien. Pensó que se trataba de Inuyasha, pero la voz femenina tras la entrada desmentía aquel pensamiento. Era su madre quien tocaba la puerta con preocupación, debido a la fuerza que había ejercido Kagome para ingresar a la pieza, creando un estruendo audible para externos.

—Puedes pasar. —cedió Kagome, con un tono un tanto áspero.

La silueta de la mujer de mediana edad fue visible ante los ojos de la más joven, quien se levantaba ahora de su anterior posición. Su progenitora la miró con cierta curiosidad y nostalgia mezcladas en su mirada, no tardó mucho en sentarse junto a Kagome, en el borde de su cama.

—¿Qué ha pasado? He oído gritos y luego un estruendo.

—Soy un desastre, mamá. He peleado con Inuyasha.

—¿Quieres hablar sobre ello?

Kagome suspiró, tomando energía. Debía abrirse a su madre, no como la vez anterior.

—Pensé que Moroha podría ser Mitsuki. —sintió como su madre dirigía una mirada alarmante hacia ella cuando dijo aquello, la azabache solo se mantenía mirando al suelo.

—¿Mitsuki?

—Encontré la channela que tejiste para ella e hice un análisis de ADN que resultó negativo.

Hubo un pequeño silencio, su madre respiró pesado, al igual que ella.

—Por eso estabas tan rígida. Ahora lo entiendo todo.

Sin poder aguantar un segundo más, Kagome rompió en llanto, su madre la abrazó, y la colocó en reposo sobre su regazo, la chica joven sollozaba una y otra vez.

—Parece que su fantasma me persiguiera, noche tras noche sueño con ella mamá, sueño con Mitsuki. —aclaró Kagome.

—Pensé que ya habías cerrado de una vez ese ciclo, Kagome. —explicó. —Sin embargo,hay algo que puedes hacer. Mañana tomaré un autobús a Hiroshima, con el dinero que has juntado desde que trabajas con el señor Taisho, podemos mudarnos otra vez, podemos iniciar de nuevo en Osaka, comprar un apartamento y llevar una vida tranquila con tu hermano, la vida familiar que nunca pudimos tener.

Kagome se detuvo a pensarlo por unos momentos. Iniciar de nuevo, resultaba una alternativa muy tentadora ahora mismo. Sin embargo, había algo que apegaba a la chica a Inuyasha y a Moroha ¿interés? no, ¿amor? tal vez, ¿afecto familiar? sí. Eso era lo que siempre había faltado en la vida de la niñera. Su madre, por más que quisiera demostrarle un afecto puro, no era más que una persona dañada intentando ser madre, de su padre, ni siquiera era capaz de hablar. El afecto familiar encontrado hacia los Taisho, la hacia permanecer atada a ellos e incapaz de dejarlos a un lado.

Por más que quisiera abandonar Tokyo, tal como los recuerdos de su embarazo en Hiroshima, la perseguirían en Osaka, como aquella familia que alguna vez abandonó. La misma historia se repetiría una y otra vez hasta su fin, y Kagome, no encontraría la paz del descanso eterno.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Where stories live. Discover now