«¿Padre?»

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El niño pequeño se encontraba con su tía tras la vidriera que los separaba de la habitación donde estaba su madre. Según lo que había oído por los adultos, su madre y su chófer habían sufrido un accidente de tránsito mientras su madre se dirigía a una exposición de arte.

Vió como el médico negaba con su cabeza y su padre comenzaba a llorar, de un momento a otro se oyó, un poco opacado por la influencia de la barrera del vidrio, un sonido estridente ante los oídos del infante. Su tía lo volteó sobre sus brazos que lo sostenían, impidiéndole el contacto visual con la sala del hospital.

Inuyasha, a sus cortos ocho años de edad, no entendió por completo lo que había pasado en su momento, poco después se dió cuenta de que su madre había fallecido nada más que por problemas en el interior de su organismo, hacía ya años que la Taisho experimentaba estas dolencias, y según las palabras de los médicos, la mujer tenía los días contados. El mundo de Inuyasha se derrumbó, las lágrimas no paraban de fluir.

Izayoi, había amado a su único hijo con todas sus fuerzas. Sabiendo de que su desaparición física era algo inevitable, intentó crear la mayor cantidad de recuerdos bonitos al lado de aquel pedazo de sí que veía diariamente.

Sin su madre, la vida de Inuyasha no volvió a ser la misma. A pesar de mantener el espíritu de su madre aún con vida en las estrellas, como le había enseñado a creer la mujer antes de su muerte, Inuyasha asumió la pérdida de la fémina en una vía equivocada. Pasó de ser un niño risueño a un niño serio y arrogante, mientras que su rendimiento académico también decayó grandemente, preocupando a su padre en gran medida.

Los años pasaron como agua fluyendo por un río, pero la situación de Inuyasha no cambiaba. No dejaba atrás el disgusto provocado por la muerte de su progenitora, su desempeño escolar estaba  por los suelos y cursaba por los malos caminos de la vida, dejándose llevar por las bebidas, las drogas y los encuentros de una noche.

Tampoco ayudó mucho el hecho de que su padre había buscado una nueva mujer que reemplazara el lugar de su difunta madre. El pelilargo nunca lo perdonaría por ello. La mujer era una ramera, solamente interesada en su dinero, su padre no se daba cuenta de ello, solamente tenía ojos para su trabajo y para la relajación que le propinaba el hecho de que una mujer atendiera los asuntos domésticos y dirigiera a las sirvientas en su ausencia, también velando por el bienestar de su único hijo.

...

—¿Qué significa esto, Inuyasha?

Su padre sostenía con su mano su boleta de calificaciones del primer semestre de su primer año de preparatoria. El papel estaba arrugado, claramente no quería que su padre lo viera y contando con el hecho de que usualmente estaba ausente en casa, el primogénito Taisho había aprovechado para hacer de las suyas.

—Usualmente pasas los cursos rayando el límite, pero esta vez te has superado a ti mismo. Un poco más y no pasas el semestre ¿te das cuenta? Izarue me dijo que una de las sirvientas encontró esto en el bote de la basura, ¿en realidad me querías ocultar algo como esto? estás fuera de tí, hijo.

Inuyasha solo desplazó su campo visual con angustia hacia la chica joven de cabellera clara, quien sonrió de lado sin que Inu No Taisho fuese testigo de ello.

—Solo me queda negarte la mesada de este mes, es el único modo de que aprendas a esforzarte un poco más.

—No puedes hacer eso padre, no puedes-

—Claro que puedo. —afirmó.—Desde que eres pequeño he intentado arremendar ese carácter arrogante que has desarrollado, cometí el gran error de pensar que mimándote tal vez superarías lo que pasó con tu madre, pero ya veo que lo que he criado ha sido un idiota, un hombre dependiente e inútil. No sabes cuanto le agradezco a Izarue por haberme abierto los ojos. Cuando llegue del trabajo, hablaremos con más calma.

𝐋𝐨𝐨𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐟𝐨𝐫 𝐌𝐨𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora