Capítulo 1- El club de striptease

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Era viernes por la noche y a Daniela le tocaba trabajar en el club. Era el club de striptease más exclusivo de la ciudad. Donde iban los hombres con más dinero y dejaban unas propinas desorbitadas.

Las chicas eran las más preciosas y por eso el club tenía fama de ser el mejor.

Daniela era la chica que más ganaba del club porque era la más espectacular de todas. La gran mayoría de hombres querían tenerla en el reservado. Ella les bailaba medio desnuda pero no tenía sexo con ninguno de ellos. Era una norma del club. Los hombres no la podían tocar. Sólo podían mirarla. Aunque más de uno quería sobrepasarse con ella.

Daniela decidió trabajar de stripper porque ganaba mucho dinero trabajando sólo los jueves,viernes y sábados. Con eso le daba para vivir y podía compaginarlo con la universidad. Para ella era un trabajo muy sencillo. Además su mejor amiga, Ana, a la que conoció en la universidad, también trabajaba con ella.

Daniela no estaba orgullosa de ser stripper, pero sabía que era algo temporal y que el día de mañana sería una buena arquitecta como sus padres. Seguro que lo de stripper quedaría para el olvido cuando acabara la carrera. Esa era la idea.

Daniela tenía 19 años. Era una preciosa morena con unos ojos negros que no le pasaban desapercibidos a nadie ya que iban acompañados de unas llamativas y largas pestañas. Su cabello negro, espeso y ondulado le llegaba casi hasta la cintura. Su mirada llamaba la atención. Además medía un metro setenta y tenía unas medidas de infarto.

Sus padres eran los dos arquitectos. Tenían un despacho de arquitectura el cual les iba muy bien. Ganaban mucho dinero y cómo no, vivían con muchos lujos. Pero no querían que sus hijas lo tuvieran todo hecho. Querían que ellas supieran lo que era ganarse por sí mismas el sustento. Decidieron ponerles un apartamento a cada hija pero con la condición de que se mantendrían ellas mismas. Así pues, Daniela tenía que pagarse ella la carrera universitaria, sus gastos y caprichos.

Decidió estudiar arquitectura como sus padres. Estaba en segundo de carrera. Le apasionaba tanto como a ellos. Se esforzaba tanto que era la mejor de su clase. Sacaba casi todo matrículas de honor. Y cuando acabara la carrera tenía pensado trabajar en el despacho de sus padres. Mientras que su hermana Laura, se decantó por derecho. Ella era mayor que Daniela y estaba ya en el último curso de carrera.

Sus padres no sabían de lo que trabajaba su hija. Nunca le preguntaron porque confiaban en ella plenamente.

Esa noche Daniela y Ana llegaron al club juntas. Estaban las dos cansadas pero ya se animarían una a la otra.

Les tocó bailar delante de unos cuantos hombres que las miraban con mucho deseo y con miradas lascivas. Y más tarde a Daniela le tocó hacer varios reservados. En el último reservado que hizo, el hombre se intentó sobrepasar con ella.

Daniela iba con una lencería muy sexy. El hombre cuando la vio así, se puso cachondo al momento. Quería tocarla por todas partes y hacerla suya. Pero ella no estaba por la labor. La agarró por el brazo y la hizo sentarse encima de él. Ella se resistió y eso debió de excitarle más a él. Cómo ella seguía resistiéndose, al final entró Raúl, el chico de seguridad. Tuvo que interferir entre el hombre y Daniela, y acabó echando al hombre a patadas.

Cuando acabaron su jornada, iban a salir del club cuando el novio de Ana la estaba esperando en la entrada.

Ana llevaba con Diego casi seis meses. Él conoció a Ana trabajando de stripper así que no le pediría nunca que dejara ese trabajo.

-Hola guapísima, ¿Cómo fue la noche?

-Hola Diego, pues estoy reventada. Necesito mi cama. No esperaba que vinieras a buscarme. ¿Mañana no madrugadas?

-Si cariño, pero tenía ganas de verte. Te acompañaré a casa. Hola Daniela ¿Qué tal?

-Bien Diego. Yo chicos me iré a mi casa.

-¿Quieres que te acompañemos?- le preguntó Ana a Daniela.

-No, que va. Disfruten, yo me iré sola. Nos vemos mañana- se dieron un beso y se despidieron.

Daniela iba andando a paso rápido. Quería llegar cuanto antes a su casa. Cuando iba despistada mirando el móvil, sintió como alguien la cogió por detrás y la empujó a unos arbustos. Daniela entró en pánico. Se bloqueó. Hasta que se dio cuenta de quién era el hombre que quería abusar de ella. Era el del reservado. El que Raúl había echado a la fuerza.

-Vas a follar conmigo quieras o no. Y es más, mejor si te resistes, más me vas a excitar.

Daniela comenzó a llorar. Ella era virgen y se imaginaba siendo desvirgada por ese hombre tan asqueroso y repulsivo. Le entraron ganas de vomitar. Ella se resistió lo que pudo pero el hombre se puso violento y comenzó a pegarle y a desgarrarle el vestido veraniego que llevaba. Llegó un momento que Daniela ya no tenía fuerzas para resistirse. Justo cuando apareció un hombre para socorrerla y para quitarle a ese animal de encima. El agresor salió corriendo cuando vio al otro hombre aparecer.

-Ey, ¿estás bien?- le preguntó el señor- mira, soy taxista. Ven conmigo, te llevaré al hospital. Tienen que mirarte.

La ayudó a incorporarse, la subió al coche y la acercó al hospital más cercano.

Daniela no dejaba de llorar. Era consciente de que algún día algún cliente se sobrepasaría con ella, pero no se imaginaba que eso fuera a suceder en la calle. Estaba aterrada de sólo pensar que ese depravado la podría haber violado. Y ahora le daba vergüenza que ese señor la llevara al hospital. ¿Qué iba a decir?¿Que la agredieron cuando salía de trabajar de un club de striptease?. Menos mal que no llegó a penetrarla ni a tocar sus partes íntimas. Menos mal que sólo la golpeó y le rompió el vestido. Por lo menos estaba viva. Otras en su misma situación no lo llegaron a contar. Fue consciente de que sino llega a aparecer ese señor, ese hombre le podría haber hecho de todo, así que le dio las gracias al taxista.

Una vez en urgencias, la ayudó a bajar del coche y la acompañó a la entrada, donde habló con un celador que había en la puerta, ya que Daniela estaba como ida y no le salían las palabras. Estaba como en shock. Tal y cómo la vio el celador, enseguida la llevaron a un box para que no se sintiera observada por las personas que esperaban en la sala de espera, además de echarle una manta por la espalda.

Ya en el box, corrieron las cortinas para que Daniela tuviera más privacidad.

La joven stripper y la doctora. (2°Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora