Capítulo 58.Amándote

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Empezaron a desnudarse ayudándose mutuamente. Querían verse desnudas, una a la otra, y querían hacer ese momento único y eterno. 

-Patricia...Me gustaría darte un beso de esos que no vas a olvidar, ni en otros labios, ni en otras noches ni en otras vidas…

-Cariño,¿Y los besos que me acabas de dar? ¿Cómo te crees que han sido? Mira, da igual el cómo, dónde y cuándo me des un beso.No quiero probar más otros labios que no sean los tuyos. Cada noche de mi vida quiero sentirlos en alguna parte de mi cuerpo, y si tuviera otra vida o volviera a nacer de nuevo, elegiría sin titubear tus labios entre mil millones de labios más, ¿Y sabes por qué los elegiría?

-Joder...Patricia...Me acabas de tocar el corazón- Le dijo Daniela con alguna lágrima asomando por la mejilla.

-Cariño, con los años que tengo sólo tus labios han sido los únicos que me han sabido besar el alma. Así lo siento y te lo tenía que decir, sino reviento. 

De repente, la dulce emoción que les había embriagado a las dos, también les abrumó los sentidos y les hizo temblar el alma de ambas. 

Esos dos cuerpos ya no podían más, necesitaban unirse y ya no existía ninguna excusa para no hacerlo. 

Se miraron de arriba a abajo con un deseo descomunal. Daniela la acercó a unos cojines que había en el suelo cerca de la chimenea. Y la hizo sentarse en los cojines para luego sentarse ella encima de Patricia. ¡Qué sensación tan inexplicablemente maravillosa estar una encima de la otra, desnudas y con el fuego de la chimenea siendo testigo de su amor y de su pasión descontrolada.

Las dos jugaron con sus labios, con sus lenguas. Se lamieron los cuellos, las orejas, los pómulos y mejillas, las clavículas, los pechos, los ombligos...Daniela comenzó a moverse encima de Patricia para rozar su sexo húmedo con el de la doctora. Estaban los dos tan húmedos que se mezclaron los flujos de ambas. Esa mezcla era algo delicioso para ellas. Daniela abrazó a Patricia mientras se movía sensualmente encima de ella. A la doctora la volvía loca sentir los pechos de Daniela tocando los suyos o rozando su propia cara. Patricia pasó una mano por la espalda de Daniela y la otra la llevó a la densa cabellera de la joven. Ésta no se podía creer el sentir de nuevo los suaves dedos de Patricia en todo su cuerpo.  Era una delicia cómo la doctora la tocaba de forma delicada y suave. Sólo sus dedos sabían cómo llevarla al mismísimo paraíso.  

Patricia le acarició la espalda con la punta de sus dedos y como no, toda su piel se erizó. Luego llevó sus manos a los muslos de la joven para acariciarlos también, pasando sus dedos por el interior de éstos. Daniela seguía moviéndose encima de la doctora. Y a Patricia se le ocurrió coger a Daniela de las caderas y hacer presión para abajo, para que el roce entre los genitales de ambas fuera mayor.  Y con el vaivén de Daniela, ambas se corrieron volviéndose locas las dos. Pero no habían acabado ahí. La noche prometía ser muy larga.

Daniela sacó un dildo que tenía escondido en un armario. Se lo enseñó a Patricia y le preguntó si le apetecería usarlo.

-Cariño, si tú quieres, usémoslo.- Aunque le gustaría saber si Daniela lo había usado con más mujeres. Pero no era el momento de preguntárselo.

-Si me gustaría Patricia. Me encantaría penetrarte. 

Patricia se puso directamente a cuatro patas para que Daniela la penetrara con el dildo por detrás. Y Daniela tenía los ojos abiertos como platos por tener esa visión para ella sola. Mientras la cogía suavemente por las caderas, fue embistiéndola poco a poco con el dildo, hasta que llegó a estar tan lubricada que la penetración la hizo con más fuerza. A Patricia pareció que le encantaba por cómo gemía. Toda la longitud del dildo acabó metida en la cavidad vaginal de Patricia. Y Daniela pensó que no había imagen que le pusiera más que ver ese dildo tan largo metiéndose y saliendo del interior de Patricia, mientras sus pechos se movían de un lado para otro. Las dos se volvieron a correr a la vez con unos gemidos que retumbaban en toda la habitación.

-Daniela...Quiero usarlo ahora contigo- le dijo Patricia con un deseo que la estaba dejando loca perdida. 

Daniela se lo quitó y se lo dio a Patricia. Ésta se sentó en la esquina de la cama. Cuando Patricia se lo puso, Daniela decidió lamerlo entero, y así quedarse con los flujos que había dejado Patricia en él. A la doctora eso la puso como una moto. Una vez ya limpio, se sentó a horcajadas sobre Patricia y ésta, sabiendo lo estrecha que era Daniela, se lo fue introduciendo muy poco a poco, mientras le iba estimulando el clítoris con los dedos. 

Al principio parecía que le hacía daño a Daniela, aún metiéndolo delicadamente. Pero poco a poco las paredes vaginales fueron cediendo y Patricia pudo ampliar las embestidas. Los gemidos de Daniela le daban pie a que siguiera haciéndolo como hasta ahora. 

-Joder Daniela nunca me cansaré de decirte que me vuelve loca tu estrecha vagina…es una puta maravilla…

-Patricia...Me encanta que tú me la abras todo lo posible…

Y mientras, Daniela se movía encima de ella sensualmente y con el dildo entrando y saliendo de ella. Con esos perfectos pechos bailando al unísono de las penetraciones...Las dos se corrieron como poseídas por lo que estaban haciendo. No pararon de jadear hasta pasado un minuto, que fue cuando consiguieron recuperar sus respectivas respiraciones.

Las dos volvieron al suelo, recostadas donde se encontraban los cojines. Desnudas frente al fuego de la chimenea y abrazadas. Ese era el típico momento que ninguna quería que terminase nunca. 

Pasado el rato, estaban las dos sentadas. Daniela se encontraba detrás de ella mientras la abrazaba por la cintura. 

-¿Quieres un chocolate caliente?¿O un café?

-Uy sí. ¿Un chocolate?

Daniela se puso una manta por todo el cuerpo y se dirigió a la cocina a hacer dos chocolates. 

Al poco se acercó a Patricia y le dio una taza, mientras se sentaba detrás de ella, la tapaba también con la manta que llevaba y la abrazaba. 

Desde luego no pudo ir mejor ese fin de semana entre las dos. Habían aclarado de una vez por todas lo que sentían por la otra, dejando claros sus sentimientos. Éstos ya eran intocables. Y lo mejor de todo, se habían amado durante los dos días que estuvieron allí como sólo ellas sabían hacer, si se trataba de hacerlo con la persona correcta.

Ahora sólo les quedaba volver a la ciudad como pareja que eran. Ya no se iban a esconder ni en sus trabajos ni delante de sus amigos ni de nadie. Ya iba siendo hora de poner nombre a lo que ellas tenían y sentían..

La joven stripper y la doctora. (2°Historia)Место, где живут истории. Откройте их для себя