Capítulo 32: Loleta

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Los exámenes finales por fin habían llegado a su fin. En un día la gente de la residencia iba a volver a sus casas hasta que empezase el nuevo curso. Por eso habían decidido quedar todos por última vez ese año para celebrar el fin de exámenes y despedirse.El plan era simple, cenar todos juntos y después salir de fiesta.

Entorno a las 3 de la madrugada Cepeda preguntó si alguien quería salir a fumar, a lo que se apuntaron Ana, Roi y Mimi, y esta última arrastró a su novia a pesar de que no fumaba.

Estaban conversando tranquilamente en el callejón que había al lado de la discoteca cuando Miriam gritó:

- ¡Callaros todos un segundo!

Todos se quedaron callados, mirándola preocupados por si le había pasado algo.

La gallega se acercó a la pared y comenzó a caminar con la oreja pegada al muro.

- Miri, ¿estás bien? – le preguntó Ana extrañada por su actitud.

Miriam solo siseó para que se quedase callada. En cuanto llegó al lado del cubo de basura les hizo una señal a sus amigos para que se acercasen.

- ¿Oís los maullidos?

Efectivamente, había unos maullidos viniendo del contenedor. La gallega abrió la tapa, pero debido a la oscuridad del callejón no se veía nada, hasta que Roi encendió la linterna del móvil y pudo ver que había un pequeño gatito gris en el fondo del cubo.

Les costó sacarlo, puesto que estaba muy hondo y ninguno podía llegar solo estirándose, y tampoco podían tirar el cubo de basura abajo por si le hacían daño al pequeño animal. Al final fue Miriam la que acabó metiéndose en el cubo con la ayuda de sus amigos y sacó al gatito.

- ¿Volvemos a dentro? – preguntó Luis.

- No le voy a meter dentro, la música tan alta le haría daño a los oídos. – dijo Miriam con el gatito entre sus manos.

- ¿Ah que te lo pensabas llevar? – volvió a preguntar incrédulo Luis

- No le voy a dejar aquí solo – le contestó Miriam molesta.

- Pues lo llevas claro, en la resi no dejan meter animales... - intentó defender Roi a Cepeda.

- Bueno, por dos días que me quedan seguro que ni se enteran.

Sus amigos le increparon que iba a hacer una locura. ¿Se lo pensaba llevar a Galicia? ¿Pensaba volver con él el a Madrid el curso siguiente? ¿Cómo lo iba a llevar hasta su casa?

Hasta que Miriam se hartó y sacó su móvil para pedir un taxi y volver a la residencia y defendiéndose con un simple "Ya veré mañana que hago con él".

Aunque intentaron convencerla para que se quedase no lo lograron y Miriam acabó subida al taxi, como no, acompañada de su novia, que no quería dejarla sola a pesar de que le parecía una locura.

-.oOo.-

Cuando por fin llegaron a la residencia Miriam escondió al animal en su bolso para pasar desapercibidos en recepción, y después en su habitación dejó al pequeño gatito en el suelo, que empezó a andar a trompicones esquivando todas las cajas que contenían las pertenencias de Miriam.

- Mañana llamo a mis padres para decírselo y le llevo al veterinario para hacerle un chequeo – le explicó a su novia, que le asentía y sonreía con una sonrisa al verla jugar con el gatito.

- Si quieres mientras yo puedo ir a comprarle un trasportín o algo así para que le puedas llevar en el coche, y luego comemos juntas antes de que te vayas.

Ante ese pensamiento a Mimi se le saltaron las lágrimas. A pesar de que tenían un viaje previsto para mediados de verano con algunos de sus amigos, no iba a ser lo mismo, ya no estarían juntas todos los días.

Cuando Miriam la vio con los ojos empañados también se le vinieron las ganas de llorar.

- Mimita, que vamos a hablar todos los días, y en septiembre me vuelves a tener aquí. – dijo entre sollozos mientras la acercaba para abrazarla tirando de su brazo.

Un pequeño maullido las sacó de su embobamiento.

- Bueno, a cambiarse y ponerse el pijama y a dormir. – dijo Mimi levantándose – Y a ver dónde dejamos al bicho.

Y después de cambiarse, desmaquillarse y poner una pequeña cajita envuelta en una toalla para poder poner al gato a dormir, las chicas se metieron en la cama.

-.oOo.-

- Mimi, que ayer no le dimos nada de comer, que debe estar muerto de hambre el pobre – gritaba Miriam correteando por la habitación sin saber qué hacer.

Su novia rodó los ojos.

Sus amigos las habían despertado a las 7 de la mañana cuando volvieron de la fiesta para ver al gatito, por lo que no habían descansado casi nada. La rubia tenía tan mala suerte que su novia se había desvelado e insistía en ir al veterinario y después seguir recogiendo la habitación.

- Si está corriendo como si la vida le fuese en ello. – dijo Mimi señalando al gato, que jugaba con el calcetín de su novia.

- ¿Tu si tienes hambre no puedes correr o qué? Voy ya al veterinario y así le compro algo de comer allí.

Mimi estaba tan cansada que simplemente intentó ignorar la efusividad de Miriam y simplemente se cambió también para acompañarla.

Siguiendo los mismos pasos de la noche anterior metieron al gato en el bolso de Miriam para salir desapercibidas de la residencia y ya en la calle lo sacaron y lo llevaron en brazos hasta el veterinario. Bueno, fue Mimi la que lo llevó ya que Miriam estaba al teléfono con sus padres intentando explicarles lo que pasaba.

Sus padres, que estaban preparándose para coger el coche y venir a Madrid a ayudar a su hija con la mudanza se quedaron sorprendidos ante la noticia.

Su madre intentó convencerla de que lo dejase en algún refugio o alguna perrera, pero su padre le dio luz verde defendiendo que si el gato se adaptaba mal a la casa lo podrían llevar a una casa familiar que tenían en un pueblo donde a veces iban a veranear y donde había más gatos con los que se podría quedar.

Con la aprobación de sus padres Miriam entró a la clínica veterinaria, donde la veterinaria les atendió en seguida.

Por suerte el gatito, o más bien gatita, estaba perfectamente, aunque aún así tuvieron que ponerle las vacunas y el chip.

Mientras Mimi se quedó jugando con el animal en una esquina, la veterinaria comenzó a completar una cartilla con los datos de Miriam, que ya era la dueña oficial de la gata.

- ¿Y qué nombre le ponemos a esta preciosura?

No se había parado a pensar en ningún nombre, pero al levantar la vista y ver a Mimi con el gato intentando treparle al cuello lo decidió enseguida.

- Lola

- Pues genial, Lola Rodríguez entonces. Voy a preparar el chip y la vacuna y se la ponemos. – dijo la veterinaria saliendo de la habitación.

Miriam se acercó hacia donde estaba Mimi y cogió al gatito que tenía las garras enredadas en el pelo de Mimi.

- Lola, no seas así, que es mi novia, no la tuya.

- ¿Lola? – preguntó Mimi enrojeciéndose sabiendo que el nombre iba por ella. Le había hablado mil y una veces del grupo de baile que tenía montado con sus amigas que se llamaba Lola Índigo, y también de que algunos amigos de su pueblo la llamaban así a veces.

- Tiene cara de Lola, ¿a qué si Loleta? - se dirigió a la gata haciendola maullar.

La veterinaria volvió a la habitación con dos jeringuillas en la mano y después de que Miriam llorase más que el gato al ponérselas, por fin salieron del veterinario cargadas con comida y un trasportín para que Miriam pudiese llevárselo a Galicia.


Todas las flores / Miriam2Where stories live. Discover now