3. Amistad

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Raúl ha desaparecido en su cuarto, el que me imagino, tiene la puerta de madera cerrada.

—Meli, tu recámara está al lado de la habitación de Raúl. —Detiene sus palabras, al mirar el escaso equipaje que sostengo—. ¿Sólo eso trajiste, Meli?

—No quería cargar mucho —miento. Y lo hago muy bien, porque ella no insiste en su interrogatorio.

—Bueno, despreocúpate. El sábado y domingo te tendré todo el día para mí. Iremos a comprarnos unas cuantas cosillas, nos cortaremos el pelo, nos haremos la pedicura, compraremos los útiles, veremos cientos de tiendas...

—Bueno, Sarah, deja que la niña respire un poco, vas a marearla con tantos planes. Ni siquiera se ha refrescado —interviene mi tía.

No es por ser grosera, pero me alegra su intercesión en los planes de Sarah; estaba agobiándome un poco. Es tan... feliz, pero es una mujer agradable. Se nota que ella es la parte tratable y amable de la familia; bueno, eso creo yo, no me ha demostrado lo contrario.

—Te llevaré a tu habitación, Herme —dicta Carolina—. ¿Puedes con las dos... —mira con desdén los vejestorios en donde guardé mis cosas— maletas?

Ignoro su mueca de repelús, y un sin fin de groserías, que planeo escribir después hacia su persona, en mi libreta.

—Sí, ¿qué son siete metros más? —pregunto, incrédula, al encogerme de hombros.

Sarah es la única que nota, y se sorprende, por mi certera observación.

—¿Cómo sabes que son siete metros de aquí a allá?

—Soy buena haciendo cálculos, por eso escogí Contaduría —respondo.

—Pero, bueno; mira, cariño, Andrea nos trajo a un cerebrito.

No sé si la sonrisa de Carolina es amistosa, o... de advertencia, pero me provoca un temblor de piernas —en el mal sentido—. Borro mi sonrisa inocente del rostro; pero es porque me enseña sus dientes casi chuecos, y medio de rata.

—Sígueme, Herme —me ordena. Bueno, a mí me pareció una orden.

Le sonrío en agradecimiento a mi tía querida, y ella —como buena cómplice—, me guiña un ojo en mi dirección, mientras Carolina me conduce a mi nueva habitación.

La puerta de mi cuarto es blanca, combina con el corredor y las paredes. Después le pondré un toque personal a la madera, para hacer de este espacio algo más mi estilo.

—Espero que la habitación sea de tu agrado.

De mi agrado se queda corto.

Cuando Carolina abre la puerta de mi nueva habitación, me quedo con la boca abierta, y una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en mi cara.

Es increíble. Es mejor, más bonito y espacioso que mi anterior habitación en Salina Cruz. Las paredes están pintadas de lila. El plisado de mi cama combina con el detalle de la alfombra. Tengo una vista espectacular. Las ventanas son de pared a piso, situadas a los extremos del cuarto, con cortinas de seda que combinan con el resto de mi cuarto. El tocador es blanco, con espacio suficiente para mi escaso maquillaje; supongo que no será necesario seguir ocupándolo. El escritorio está justo al lado de la ventana, y es mucho más grande de lo que me imaginé. En mi antigua casa ni siquiera tenía escritorio o tocador. Es más, ni siquiera tenía un baño personal.

Esto es perfecto. Mi nueva y mejorada vida.

—Te aconsejo que duermas un rato.

—Gracias —digo, y de verdad, se lo digo en serio—. Señora Carolina, en verdad se lo agradezco. Usted, su novia e hijo han sido muy amables conmigo. Muchas gracias.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now