27. Qué mala excusa

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Raúl volvió como a eso de las cinco. El aliento le apestaba a alcohol y su ropa olía extraño. ¿Marihuana? ¡Qué horror! ¿Y así decidió conducir? Me pregunté si había desobedecido a su madre yendo a la fiesta aun a costa de su autoridad; pero no fue así. Se fue a emborrachar por ahí. Según él: con unos amigos.

«¿Qué le ocurría?»

Sea el motivo que fuera, no sólo le estaba afectando a él la presión que cargaba en sus hombros, también Carolina estaba asustada y un poco enojada con la situación que tenía con su hijo. Pero sobre todo, preocupada. Algo en su comportamiento, más allá el de una reacción natural de madre, la tenía angustiada. Era como si estuviera rezando por el bienestar de Raúl cuando se quedaba en silencio, observando algún objeto de la mesa.

Raúl no salió de su habitación a comer. Carol, Sarah y yo nos sumergimos en un incómodo y tenso silencio que no pude ayudar a desinflar. Soy pésima para conversar. No soy el alma de la fiesta. Y no puedo comportarme como Bodoque en 31 minutos porque... A) No tengo una guitarra. Y B) No sabría cómo intimidar a las personas aun si tuviera una guitarra de todas maneras.

Limpio la mesa. Meto los platos en el lavavajillas. Escucho a Raúl salir de su habitación. Ni bien se topa con su madre en la sala, otra vez, empiezan a discutir. Gritan. Se reclaman. Ninguno de los dos razona con lógica. Ay, horror. Aunque no quiera salir de la cocina, tengo que regresar al comedor por mi celular.

Me arriesgo a salir herida.

Raúl está que echa humo. Carolina mantiene los brazos cruzados, y mira a su hijo como si deseara ahorcarlo. Sarah luce asustada, y un poco enojada.

—¡Te dije que no, mamá!

Camino de puntitas a la mesa.

—¡Cálmate, Raúl!

—Es que insistes e insistes en lo mismo. ¡Te dije que no! —le grita.

—Oye... Sólo te pregunté si te sentías bien para regresar a esa casa. Por lo que le pasó a...

—¿Qué te pasa? —la interrumpe—. ¿Tengo que volver a repetirte que estoy bien, loca?

—¡Raúl, no le faltes al respeto a tu madre! —interviene Sarah, levantando un poco la voz.

No me incumbe seguir escuchando pleitos que no son míos. Me escabullo y llego a la puerta de mi habitación. Suspiro. Estoy a salvo.

O... eso creí.

—¡¿Qué haces?! —Giro la cabeza para asegurarme de que me esté hablando a mí. Mala suerte que sí es así.

«Oh, no.»

—¡¿Qué estás haciendo?! —exige saber, tanto con sus ojos como con su lenguaje corporal.

—Nada —digo.

—¿Desde hace cuánto estás allí?

—Ah... Yo...

—¿Por qué te escabulles?

—No... Es que...

—¿Por qué te metes en lo que no te importa? Ni siquiera eres de esta familia.

—¡Raúl! —Sarah me defiende de la bestia de cuatro ojos.

—¿Qué? ¡Ella se escabulle como si fuéramos radiactivos o algo así!

Me quedo callada. No me defiendo. Ni siquiera hago el intento. Sólo lo miro con un nudo apretándose en mi garganta.

—¡¿Por qué rayos sigues ahí parada como una tonta?! ¡Esto no te incumbe! ¡Vete!

—¡Raúl, cállate de una buena vez! —Sarah vuelve a salir en mi defensa.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now