76. ¿Qué hacemos aquí?

47 4 0
                                    

Gracias al cielo que Nick llega justo a tiempo. Hace frío. El suéter morado holgado que tengo no me cubre lo suficiente, y estos vaqueros pegados tampoco ayudan.

     Tomo mi maleta del suelo y corro directo al auto. Una vez adentro, Nick pone a calentar mi asiento; tengo mi maleta sobre mis piernas. Miro directamente hacia el espacio negro del estacionamiento, y me pregunto por cuánto tiempo más voy a poder soportar esta espantosa realidad. Los tres respiros que me doy no me ayudan mucho.

–      Hola –dice al cabo de unos segundos.

–      Hola. –No estoy enojada porque mi padre este aquí, supongo. Estoy molesta porque en ningún momento se ha dignado a pedirme perdón por todo lo que ha hecho. Llevo casi veinte años tratando de escuchar sus disculpas.

–      Hay una sola interrogante que parece preocupar constantemente a todos los personajes de esta bella historia que pretende enseñar un poco de tolerancia –dice al cabo de unos minutos, unos en los que he pasado de brazos cruzados, quejándome, molestándome, por agradarle a un hombre que ni siquiera se merece que le hablen–, y esa interrogante es: ¿Leon es gay? ¿Acaso dijeron que quizás Leon era gay? –Ya se me esta formando esa mueca que pongo al momento de tratar de no reírme–. Leon es gay y lo tiene bien claro –me río–. Pero igual, le lleva todo el capítulo entender que el gay no asumido es en realidad su novio.

     Estallo en carcajadas, al igual que hace él. Es increíble que Nick se haya acordado de un episodio tan ridículo en la lista de uno de mis programas favoritos; creo que se lo comenté sólo en la mañana, y se ha molestado en aprender de algo, que, para su opinión..., es raro y muy tonto; pero no importa, porque yo también considero a Dross un programa ridículo.

     Una vez calmado el ataque de risas, me mira con esos ojos grises que tanto me gustan, y me pone la mano sobre mi muslo. Su mano está caliente, las mías siempre están frías, incluso en el lugar más caluroso del mundo, estás se encuentran frías.

–      ¿A tus padres no les va a molestar que me quede?

–      ¿Mis padres? –pregunta con una ceja encarnada–. No vamos a ir a mi casa.

–      ¿Ah?, entonces... ¿A dónde vamos?

–      Confía en mi, amor –se limita a contestar–. Tómalo como sorpresa.

     Sin decir nada mas, pone el auto en marcha. ¿Una sorpresa? ¿De qué clase? No recuerdo la última vez que alguien me preparo una. Nick es experto en dejarme en ascuas.

–      Nick, ¿qué hacemos aquí?

     Con una <<sorpresa>>, no pensé que fuera a ser una tienda de paso con billetes de lotería y una estación de gasolinera de mala muerte. Hay café en un extremo, y en el otro hay una barra para comida rápida. Es como un supermercado.

–      Vamos a necesitar municiones –dice, pero yo sigo sin entender nada. Me extiende la mano al momento de decir–: ¿Vamos?

–      Claro –no sé qué se propone, pero me gusta cuando se pone en plan "lleva a tu novia a comprar frituras". Le termino por tender la mano, y él me arrastra por cada pasillo con un carrito.

     Llevamos huevos, harina, cajeta, lechera, mermelada, cebollas, cebollines, tomates, lechuga, carne molida, espagueti, jabón para lavar ropa, vanish, sopa de fideos, crema de champiñones, frijoles, uvas, fresas, chocolate en polvo, chocolate de abuelita, jugos de piña y también de duraznos, pasta de dientes, un cepillo de dientes, y otras cosas que no sé muy bien para qué, pero las llevamos. En todo ese tiempo, me doy cuenta de algo enteramente gratificante: no me he parado a pensar en las consecuencias de mis actos, y eso, aunque parezca moralmente malo para nosotros, me resulta increíble.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now