69. ¿Te quieres casar con mi hija?

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Me encanta el aroma en el auto de Nick, me pone canción tras canción de mi música favorita.

–      Siempre la misma música, ¿no bebe? –por poco me olvido que mi padre está sentado atrás–. Dime, Nick... ¿Este auto es tuyo?

–      Lo robé.

     Mi padre se ríe por segunda vez en el día de hoy, mientras le lanzo una mirada de par en par con mis ojos, Nick se mantiene serio.

–      No me has dicho tu apellido.

–      Bonnet.

–      ¿Eso es francés?

–      Sí.

–      ¿Eres francés?

–      No, soy americano. Mi padre tiene parientes en Francia, pero nunca he ido.

–      Vaya.

–      Papá, ¿quieres escuchar algo en específico?

–      No, así estoy bien, gracias bebé.

     Mi padre parece un niño de siete años sentado allí atrás, con su sonrisa y su mirada a los edificios que pasan por nuestros ojos. Recuerdo la primera vez que presencie el paisaje a mi alrededor, también tenía la misma expresión de alegría que él; ahora sé de donde lo he sacado. No me molesta. Me gusta pensar que las mejores cosas también las compartimos.

     Cuando nos sentamos, veo a las dos fieras que tengo en cada esquina; Nick tiene la mirada clavada en mi padre; mi padre tiene la vista en los ojos grises de mi chicho; yo tengo clavada la vista en el menú, para evitar tensiones. Mi padre parece un hipopótamo con esa barriga y con esa verruga. Nick tiene pinta de depredador terciario por la intimidación que producen sus ojos, no sé de que clase de animal, pero en serio que parece un oso, o un tigre con esos ojos profundos que tiene.

–      Buenas tardes –la chica que nos atiende tiene el pelo en un moño–, ¿qué desean ordenar?

–      Me vas a traer una hamburguesa vegana, por favor... Ah, y una cerveza victoria.

–      Yo quiero una coca cola con mucho hielo y, un calzone.

–      Claro, y para la bella dama.

     Me sonrojo.

–      Yo voy a pedir la pizza de salchicha, con pepperoni y romero, por favor... Ah, y una limonada natural, por favor.

–      En seguida, nena –nos mira otra vez–. ¿Desean papas extra en sus alimentos?

–      Yo estoy bien.

–      Yo igual.

–      Yo sí quiero, por favor.

–      Claro, nena.

     Recoge los menús y nos desea buena estancia.

     Mi padre pone los codos en la mesa, pero los baja al ver que Nick también los tiene abajo. Mi chicho se rasca la punta de la nariz con el dorso de la mano, y mi padre con su dedo índice.

–      Y... ¿Cuánto tiempo llevas saliendo con mi hija? –le pregunta a Nick.

–      Mes y medio.

–      Vaya, ¿no es el tiempo que has pasado en la universidad, bebe?

–      Sí.

–      ¿Qué estudias, Nick?

–      Lengua y Literatura.

–      Vaya, eso es muy impresionante... Mi hija estudia Contabilidad.

–      Él sabe.

–      ¿Cómo vas con las materias? –me pregunta a mí.

–      Bien.

     La señorita, que por cierto se llama Karla, nos trae nuestras bebidas. Le doy un buen trago a la mía y mi padre un sorbo pequeño, Nick no deja de mirar a mi padre en todo el rato que pasamos aguardando por nuestra comida.

–      ¿Tú no bebes, Nick?

–      No.

–      ¿Nunca?

–      No.

     Le tomo de la mano por debajo de la mesa por la pregunta, que, sin pensarlo, es bastante incómoda, considerando su pasado. Nick estuvo borracho y bastante perdido por dos años, pero nunca me ha contado el por qué se puso tan mal.

–      ¿Te quieres casar con mi hija?

     El agua que escupo en mi vaso me salpica un poco el dorso de la mano. Nick está quieto, muy quieto ante la pregunta, no sé interpretar su reacción. La de mi padre es como la de un animal primario, sé que sólo quiere molestar, ya me conozco su rutina. Por suerte, reacciona con una sonrisa simple y bien dirigida hacia mi padre.

–      Puede, si ella acepta –me rodea los hombros con su brazo, el mismo que antes estaba sujetando mi mano.

–      ¿Qué? –No hablara en serio, ¿cierto?

–      ¿La piensas mantener de la escritura? –pregunta en tono sarcástico.

–      Papá, es mi novio. Y yo soy perfectamente capaz de mantenerme sola.

     Mi padre hace ademán de hablar, pero no dice nada, Nick se lleva su refresco a la boca para esconder su sonrisa de satisfacción. Karla nos trae nuestros alimentos.

–      Muy bien, hamburguesa vegana para el señor. Calzone para el joven. Pizza y papas para la dama –dice al dejar cada plato en su lugar.

–      Gracias.

–      Gracias.

–      Muchas gracias.

     El resto de la tarde transcurre en silencio, cosa que se agradece dado que no me gusta platicar mientras estoy comiendo. Bueno, me gusta cuando es con Nick, pero lo que hablamos no podría entenderlo nadie, mucho menos mi padre.

–      Estoy llena –digo al terminar de comer. Espero que él lápiz labial no se me haya corrido.

–      Siempre fuiste muy glotona cuando eras pequeña. ¿Recuerdas cuando te comiste toda esa lasaña tú sola y todavía comiste ese postre de limón?

–      Sí..., fue muy divertido ese día.

–      Es cierto, tus hermanos después pasearon en bicicleta y Sansón te llevó en la cesta de la tuya, ¿recuerdas?

–      Sí.

     Ese día fue especial, mi padre entró como un rayo diciendo que su jefe lo había promovido, fue a buscar a mi madre y, la besó enfrente de todos nosotros, la inclino como en el video de su boda y la beso como si de la reina se tratara. Mis hermanos se cubrieron los ojos por el asco, pero yo sólo podía pensar en el futuro, constantemente me preguntaba: ¿Algún día alguien me besará con la misma intensidad? Creo que sobreestime mis limites, porque no sólo he encontrado un beso perfecto, si no que tengo mucha más pasión de la que jamás podría encontrar en otro hombre, que no fuera Nick.

–      Tengo que ir al baño –anuncio.

     No quiero dejar a Nick, pero no puedo aguantar más tiempo. Cuando estoy en camino, por poco me tropiezo con otro mesero, me disculpo y sigo caminando. Entro al baño y corro el seguro. Una vez adentro, pongo ambas manos en el lavabo y respiro apresuradamente por la presión en mi pecho. No, en mi corazón, tengo una presión en mi corazón.

     Papá también olvidó que ese día, ese día, fue el primero de muchos en los que terminó por empujar a mamá, el primero de muchos que le siguieron. La empujó cuando trató de irse de su lado y mis hermanos lo detuvieron, mientras mi mamá gritaba y lloraba, mientras yo me quedaba inmóvil, sin poder gritar, sin poder expresar nada que no fuera una simple mirada. Ese día lo odie, ese día lo odie a tal grado que desee que muriera. Lo quiero ver muerto, recuerdo que pensaba.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now