4. Medio perra

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Éste desayuno es exquisito. Las fresas en la torre, y la miel esparcida entre los tres panqueques: es demasiado para mis papilas gustativas. El jugo de naranja natural me ayuda a saborear cada bocado.

En mi casa solía hacer yo misma mi desayuno. Hacía el jugo de naranja para la familia, tomaba un huevo, lo rompía, y dejaba que la yema y la clara se mezclaran en el vaso. Ése era mi desayuno. No me daba tiempo de hacer otra cosa. Mamá siempre estaba en cama, y papá jamás estuvo con ella para ayudarla a criarme, así que aprendí por mi cuenta a valerme por mí misma. Ahora que lo pienso, tuve que aprender a crecer sola desde una edad muy temprana.

Callo esos recuerdos con una buena porción de panqueques, e intento vaciar mi mente.

—¿Te gustó el desayuno? —me pregunta una Sarah, muy ansiosa.

—Es el mejor. —Tengo la boca llena de fresas, así que probablemente, no me haya entendido.

Andrea se está dando una ducha. Sarah está sentada al lado de Raúl, cosa que se me hace súper adorable, mientras ambos degustan su desayuno. No debería estar molesto con ella, se nota que Sarah se esfuerza por caerle bien a su... ¿hijastro? Eso me hace preguntarme: ¿cuánto tiempo llevarán juntas estas dos? Mi curiosidad crece, pero me da miedo que el inicio de la conversación se torne incómoda.

—Cuando termines tu desayuno, saldremos —me recuerda.

—Por supuesto.

—Veo que tienes un estilo muy peculiar para vestir, Herme —nos interrumpe Carolina, al tomar asiento en el comedor.

—Sí, bueno... —Trago la porción de panqueques, y prosigo—: me gustan los overoles.

Su cara no muestra simpatía ante mi respuesta, y yo no sé por qué. «¿Qué tiene de malo vestir un overol?» Es adorable a mí parecer, y agradable para la vista.

—Aquí no son muy populares, las chicas prefieren usar faldas de látex, jeans ajustados, o... blusas transparentes.

—¿«Transparentes»?

Ni me quiero imaginar metida en una de esas blusas transparentes, o, faldas cortas. La falda más corta que tengo sólo enseña mis rodillas; sé que eso técnicamente no cuenta, pero para mí, es lo más corto que he usado hasta ahora.

«Esperen.»

¿Por qué me cuestiono esto en primer lugar? A mí me da igual lo que la gente diga de mí a mis espaldas, o, lo que se pongan para salir a la calle. ¿Por qué les va a importar a ellos, lo que use yo para cubrir mi cuerpo? Vamos a empezar por ahí.

—¿Nunca has intentado un cambio de look?

—¿A qué persona? —pregunto, irónica, sin dar a entender nada.

—Tu sabes... más... femenina. Un poco menos... marimacha.

Trago grueso, pero no un maldito nudo en la garganta, sino la pinche bilis que disparó mi hígado, ¡del pinche enojo!

—¿Disculpa? —espeto, despectiva.

La voz de Sarah intercepta mis futuros insultos.

—Creo que no importará dado que se pondrá el uniforme. —La tranquilidad que me brinda su voz, no tiene precio.

Le agradezco la interrupción. No puedo creer que, en serio, se haya atrevido a despreciarme de ese modo..., ¡la muy hija de su madre! No lo entiendo, ¿qué le pasa a Carolina conmigo? No es gran cosa lo que visto, lo admito; pero... tampoco debería ser llamada «marimacha», por mis preferencias para vestir. ¡Esos son estereotipos baratos que no aplican en pleno siglo XXI!

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now