71. No te pierdas otro episodio de "Sin senos no hay paraíso"

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Estoy acostada en la cama de su cuarto, riéndome hasta que la barriga me duele por tantas horas de diversión. Bueno, mentí cuando dije que tenía que ir a la universidad, pero ya no soportaba fingir que todo estaba bien entre mi padre y yo. Nick me salvó una vez más al corroborar mi mentira. Nick me salvó al arrastrarme de vuelta a nuestro pequeño cielo.

–      Fue muy exagerado decir: <<El lugar es mío.>> –digo al poner mi mejor voz en tono de hombre, mientras continuo con las risas en su alcoba.

–      Quería sonar como el señor de todo –dice a carcajadas.

–      Me gustó que dijeras todas esas cosas bonitas sobre mí..., sobre nosotros –digo algo más calmada, pero sin dejar de sonreír.

–      ¿Estabas escuchando? –pregunta con la misma sonrisa.

–      Un poco.

–      Mentirosa.

     Después de dejar a mi padre en el departamento, le aseguré que no tardaba nada en la universidad (código para ir a la casa de mi novio), y de que volvería al departamento antes de las diez. Nick me arrastró a la cama una vez que estuve con un pie fuera del auto y otro adentro.

     Descubrí que a Nick le encanta ver a Dross, yo le dije que prefería a Watchmojo, porque siempre ordena bien sus ideas y pone menciones honoríficas y menciones deshonrosas. A Nick sólo le gusta Dross porque cuenta buenas historias de terror antes de dormir.

–      ¿Qué me dices de los episodios más ridículos de la Rosa de Guadalupe?

–      ¿Cómo puede ver con lentes obscuros en un antro a las dos de la mañana? –pregunto al imitar el tono del conductor.

–      No te pierdas otro episodio de Sin senos no hay paraíso.

     Nuestras risas se complementan mientras, nos preguntamos en voz alta varias cosas mas de ese capítulo en especial.

–      Hacen bien su programa –digo entre risa y risa. La de Nick también resuena en las cuatro paredes–. Me encantan sus ocurrencias y cómo se expresan.

–      Pensaba que sólo era para pasar el rato.

–      Es una buena forma de matar el tiempo –digo al poner una voz coqueta.

     Nuestras risas se expanden por todo el cuarto, mientras recuperamos la compostura. Si no tenemos cuidado, vendrán a llamarnos la atención.  

–      Dios, en verdad te amo –me confiesa cuando termina su ataque de risas.

     Ya no me rio, sino que me pongo más feliz de lo habitual cuando me repite que me ama; se me pone la piel de gallina y siento mariposas en el estómago como la primera vez que lo escuché decirlo. Sí, en medio de todo el dolor físico, pude sentir claramente a las famosas mariposas.

–      Te amo.

     No me dice nada, mejor me acaricia con la almohadilla del pulgar mi mejilla; me encanta cuando hace eso, siempre me pone de mejor humor con su simple tacto.

     Me besa, primero va lento, pero no dura mucho tiempo porque tiro de su camiseta hasta que él termina por quitársela y pasa hacer lo mismo con la mía. Ambas prendas quedan en la alfombra. Me desabrocha los vaqueros, y yo hago los mismo con sus pantalones. Gimo cuando me quita el sostén y hace lo mismo con mis calzones; no pierde el tiempo en quitarse su bóxer. Termina encima de mi cuerpo desnudo y busca desesperado el cajón de su mesita de noche. El preservativo me pone cachonda en menos de un minuto.

     <<Tenemos que empezar a comprar más>>

     Sólo me quedan tres en la caja, porque las de doce costaban demasiado. No me queda mucho dinero de mi beca, y jamás pensé que lo primero que compraría con ella serían condones.

     Se lo pone con mucha facilidad mientras me tiene ahí, de piernas abiertas esperándolo, impaciente por querer sentirlo. Vuelve a buscar mis labios, igual de ansioso que yo, y entra en mí de un sólo empujón.

     Ya no me duele tanto como la primera vez, pero sigue pareciéndome un poco pesado. Se mueve lento y rápido; siento que sus caderas van en círculos. Trago saliva unas cuantas veces en lo que mis manos se aferran a sus bíceps y su boca me encuentra con mucha más efusividad que antes.

     Jamás creí que esto podría ser tan placentero, mi mente y mi cuerpo se lo agradecen cuando siento esa presión cada vez más y más fuerte en el vientre.

     Me tiene satisfecha y completamente pérdida cuando entra y sale de mí. Tomo de su pelo y le beso el cuello, le hago un chupetón para dejarles claros a todos que ahora es de mi propiedad. Nick respira con mucha más intensidad cuando mi pelvis va hacia arriba e intenta sentirlo más adentro de lo normal.

     Se me corta la respiración por enésima vez cuando veo más de cerca su cara: tiene las mejillas rojas por la pasión y la boca entre abierta con esos labios carnosos que tanto me gustan. Sus ojos se han puestos azules en el acto; sigo preguntándome cómo es qué pasa.

     No puedo ser capaz de articular palabra en todos esos minutos que pasa al hacerme el amor; una vez más, me he vuelto a quedar en blanco. Llego al orgasmo al mismo tiempo que él se viene en el condón.

–      No sabes cuanto te amo Miel –me dice a trompicones.

     Pega su frente con la mía y mi mano se queda posada en su mejilla en un intento por sostenerle el rostro. Cada vez que me embiste me duele menos, debe ser porque mi cuerpo se acostumbró rápidamente al suyo. Me besa en todas partes del rostro, su sudor me quema la piel, pero me gusta sentir sus labios salados en mi boca.

–      Ahora eres mía –dice.

     Me derrito al escucharlo, sabe muy bien lo que me gusta oír. Yo también lo considero mío, y ahora que estamos juntos, quiero que todos sepan que soy suya.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora