19. Hoy amaneciste más penosa que de costumbre

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La mañana del martes fue completamente normal. Con eso... me refiero a que Carolina me soltó uno que otro comentario hiriente sobre mi aspecto. Típico. Sarah fue prudente con sus palabras, Andrea se hizo de la vista gorda, y Raúl... sólo me evitó. Todo el tiempo. Durante el trayecto en el auto y el corto paseo a sus clases, mantuvo sus distancias.

«¿Qué le pasa hoy?»

O..., ¿será que sí cree que anduve de chismosa antenoche y anda de furis bundi? Bueno, realmente sí lo espié y quizás piense que invadí su privacidad, pero jamás lo admitiré delante de él, si me pregunta.

Me acompaña a mi primera clase como si estuviera obligado a cuidarme, no por amistad. Su silencio es crudo, y su compañía despegada. Está enfadado conmigo, de verdad.

Llegamos.

—Te veré luego —se despide de mí, frío e imparcial. Ni siquiera me mira. Ni siquiera puedo decirle adiós sin verme o sentirme patética.

Refunfuño y entro a mi primera clase. Me estoy convirtiendo en una quedada.

🎧🧩🎤

Fue la peor hora de mi vida, mi compañera —sentada a mi lado— se la pasó mirando con desdén mis botas durante toda la clase, y eso que no se burló abiertamente de la cinta adhesiva en mis suelas.

—¿Qué me ves? —le espeté, y ella apartó la mirada.

Giré los ojos y me concentré en mi clase.

Todos los niños de papi son iguales: ricos y engreídos.

¿A ella qué le importa mi manera de vestir?

Mi padre, una vez me dijo que... un buen zapato es aquel al que nunca se le despega la cinta que le pongas. Mi madre siempre se avergonzaba de él porque salía de casa con esas chanclas rosas de pata de gallo compuestas con cinta de aislar. Siempre le dijo que no es correcto ir a un restaurante enseñando los pies, y él —como siempre— la ignoraba. En ese tiempo aún no la golpeaba. O sea: no se le botaba la canica.

No he visto a Daniel. Quizás sólo estemos la primera hora del lunes y el medio día juntos, aun así, no sería tan grave no estar con él las últimas dos horas de mis siguientes clases. Es un buen tipo, pero no quiero atosigarlo. No me gusta cuando las personas se aburren de mí, y pasar con él la mayor parte de su tiempo provocaría eso.

Me rugen las tripas mientras camino, buscando qué hacer en mi tiempo libre entre clases. Tengo antojo de un chocolate caliente y varios churros. Voy a la cafetería de la universidad. En mi caminar un aroma extraño infesta el ambiente, algo raro está al asecho. Lo que provoca que mi cara se vuelva hacia atrás en un movimiento rápido e inseguro. Pero no hay nada. Da miedito. ¿Por qué este pasillo está desolado?

—¡Hola, Meli! —Mi cuello gira como si tuviera un resorte hacia el lugar en donde la voz me llama.

—Hola. —El chico alto y de pelo negro engominado tiene el suéter en perfecto estado, y los zapatos boleados. Nada que ver con Nick.

—No sé si me recuerdas, soy Gabriel. Nos conocimos en el puente —dice—. El domingo.

—Sí, sí te recuerdo —digo. «Aunque... conocer conocer nunca hicimos, mijo», agrego para mis adentros.

—¿Qué estudias? —me pregunta.

—Contaduría.

—Yo estoy en mi último año de Derecho.

¿«Derecho»? Raúl me dijo que estudia Contaduría como yo. ¿Me mintió? Quizás se confundió, a lo mejor equivocó las carreras de ambos hermanos.

—¿Estudias para ser abogado? —pregunto, continuando con mi interrogatorio.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now