42. Nuestro desayuno juntos

65 6 0
                                    

Vamos directo a la cocina para ponernos manos a la obra. Me pone un mandil color negro que le queda perfecto a mi atuendo. Sabía que iba a necesitar la liga, así que me amarro el pelo en una coleta de caballo.

– Estás adorable –me alienta mientras parto un par de huevos en el sartén.

Nick pone el tocino a freír, lo que ocasiona que el aceite brinque un par de veces cerca de nosotros. Grito al sentir unas gotas caer en mi brazo y Nick sólo se ríe por lo bajo de mi exageración. Toma el mango del sartén y lo pasa con el tocino. Voy por la harina para hacer los hot cakes y de paso traigo las fresas. También lavo algunas uvas y, al terminar Nick pone mantequilla derretida encima de las dos torres. Los platos de cristal son bonitos, tienen flores incrustadas color beige que le van perfectos al mantel y a la mesa.

– ¿Te gusta? –me pregunta al admirar el plato.

– Mucho.

– Qué gusto, ya sé que preprararte en tu cumpleaños –me rio por su ocurrencia. No sé si lo dice en broma, así que decido dejarlo por el momento.

Saca el jugo con pulpa del refrigerador y lo sirve en dos vasos de cristal. Toma un plato y su vaso y yo hago lo mismo. No le pregunto si quiere comer en la mesa o en su cuarto, porque ya sé lo que me va a responder.

Lo sigo por las escaleras hasta llegar a su puerta. Qué bueno que estaba abierta porque ambos traemos las manos ocupadas. Se me corta la respiración cuando veo su cuarto una vez más; en verdad es perfecto. Tiene ese toque literario y extravagante al mismo tiempo.

En el desayuno le platico acerca de mi vida en mi vieja ciudad. Él me escucha y asiente para que sepa que me entiende y que respeta mis opiniones.

– Mis hermanos se fueron cuando yo tenía cinco y hasta la fecha no he vuelto a saber de ellos.

Le confieso sobre mis miedos a la escuela por el tema de las exposiciones. También le confieso que a veces siento padecer de ansiedad social.

– Siempre me ha costado trabajo socializar. Antes me daba miedo estar en casa. Me daba miedo estar en la escuela. Me daba miedo salir a las calles. Tenía miedo a todas horas, era como estar en un trabajo de tiempo completo.

Me brinda consuelo cuando sujeta mi mano y da pequeños y constantes círculos sobre la palma de mi mano. Se me hace extraño contarle esto a alguien, pero me recuerdo que él no es precisamente "alguien". Es Nick y me escucha sin juzgarme.

– Por eso creo que la mejor lasaña que he probado está en Chiapas.

No sé cómo, pero terminamos hablando de mi comida favorita. Nick me distrae por completo sobre todos mis problemas..., que termino por recordar la hora. A penas son las doce, todo bien.

– ¿A qué hora tienes que volver a la torre?

– A las seis.

Su celular empieza a vibrar en la cama. A Nick le cambia la cara cuando lee el nombre que hay en la pantalla: Mamá.

– ¿Qué pasa? –le pregunto.

– Nada. –Lo apaga y lo deja donde antes.

– Ah. –No sabía que la madre de Nick estuviera en contacto con él.

Hasta donde sé, Nick sólo habla mal de su madre porque le hizo algo malo.

– ¿Quién era?

– Mi madre. –No me esperaba que lo soltara tan fácilmente.

– No sabía que te hablaba.

– Hace como seis meses que me habla, pero yo nunca le respondo.

– No hagas eso. –No me gusta cuando Nick pone la típica cara de póquer, mientras le da igual de lo que hablamos.

– No pasa nada que no le hable. Puedo vivir con eso.

– ¿Y ella?

– ¿De qué hablas?

– Tal vez te habla porque te extraña y porque quiere hacer las paces contigo.

Nick resopla frustrado.

– ¿Qué te pasa?

– Nada.

– Dímelo –le exijo.

– Me molesta que insistas en lo mismo. A fuerza quieres que te de explicaciones y que te diga de todo en mi vida... Eres peor que mi terapeuta.

<<Ayyyy.>> Eso último, si me dolió. Aunque, en medio de toda la bronca, Nick me acaba de revelar otro secreto.

– ¿Vas a terapia?

– Sí.

– ¿Desde cuándo?

– Desde hace año y medio. Antes mi padre me obligaba, pero ahora parece que se dió por vencido.

– ¿Te da miedo la terapia? –decido preguntar.

– No –me dice–, pero yo no sirvo para contarle a un extraño mis problemas.

– ¿Por eso no me cuentas nada a mí? –me atrevo a preguntar.

Nick pone una cara de preocupación que me mata. No quería que se sintiera mal; pero eso que dijo: <<extraño>>me afecto, porque al fin y al cabo, yo también lo soy. Quizás por eso no quiere decirme nada respecto a su vida; no me tiene confianza.

– Tu no eres una extraña –me asegura–. A ti te cuento cosas personales, no parece, pero así es. Es más, contigo he avanzado en más días, que al estar sentado con un doctor de a saber Dios cuántos diplomas.

Sus palabras me tranquilizan. Una parte de mí respira aliviada por alguna razón; me encanta que me considere su cómplice, pero aun así debería hablar con un profesional.

– No puedes suspender la terapia.

– Ya lo sé.

– ¿Por qué no quieres ir?

– Porque me incita a hablar de mi madre y de mis hermanos. Le conté toda clase de mentiras en sus sesiones.

– ¿Qué mentiras? –quiero saber lo que dijo, aunque es probable que no me guste.

– Le mentí acerca de ciertas cosas referente a mi madre.

– ¿Qué cosas? –insisto.

– Sobre... cosas, cosas como... si tengo pensamientos malos o negativos.

A penas sí me puede ver a la cara cuando me confiesa lo de sus pláticas. Nick ha tenido pensamientos malos sobre su madre, eso no es tan grave, ¿o sí? Yo tuve varios cuando mis hermanos se fueron. Volví a tenerlos cuando mi padre empezó a golpear a mi madre. Los tuve antes de irme cuando me dejó el ojo morado.

– Es normal –lo defiendo.

– No lo es.

– Claro que sí. Todos tenemos malos pensamientos e incluso decimos y hacemos cosas que no queremos.

Me mira a los ojos buscando algún rastro de mentiras. Sus bonitos ojos grises me parecen más atractivos cuando está vulnerable.

– Yo también he pensado lo impensable con respecto a mi padre. Hubo una época en la que lo quería ver muerto –le confieso.

– ¿En serio?

– Sí, pero eso fue antes de saber que estaba enfermo y que necesitaba de mi ayuda para sobreponerse. Mi madre nunca lo acepto a tiempo y por eso... pasó lo que pasó el día de la piscina y su intento de suicidio. Todo culminó con mi partida por mi ojo morado.

A Nick se le tensa la mandíbula al escuchar los detalles de mi vida.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now