64. Qué hija de puta eres

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La canción de All I Want de Kodaline se filtra en mis sueños, la melodía del celular de Nick hace que me retuerza y que ponga mil muecas por el ruido. Amo esa canción, pero estoy demasiado cansada como para disfrutarla.

     Siento a mi chico levantarse e ir directo para callar el molesto ruido. Debe ser una alarma.

–      ¿Qué quieres? –lo escucho en mis sueños–. Eso a ti no te incumbe... ¿Qué?... No, no puedes –hace una pequeña pausa y después agrega–: que hija de puta eres.

–      Nick –lo busco con las manos.

–      Voy –cuelga sin siquiera despedirse y vuelve directo conmigo.

–      ¿Con quién hablabas? –le pregunto medio dormida. Lo poco que escuche fue confuso, pero estoy casi segura que dijo la palabra: puta.

–      Con nadie.

     Se acomoda de nuevo a mi lado y se cubre hasta el pecho con la frazada. Estoy a nada de decirle que lo he escuchado en mi estado adormilado, pero su beso en mí frente me distrae y me vuelvo a quedar dormida. Escucho los latidos de su corazón a un ritmo ensordecedor.

     Al abrir mis ojos: lo encuentro todo negro.

     Es de noche, no tengo idea si es muy tarde, o sólo pasan de las nueve. No veo la luz de afuera prendida, así que no estoy segura si Raúl o las chicas están en casa.

     Quiero moverme, aunque sólo sea para respirar, tengo la cabeza de Nick en mi pecho y eso me quita el aire, además tengo que estirar las piernas dado que no se han movido desde hace dos o tres horas desde que estoy en cama.

     Sus cabellos rubios se desploman por la almohada cuando consigo quitármelo de encima, siento un dolor punzante en el abdomen bajo que me angustia. Es normal que duela, ¿no? No tengo que preocuparme, ¿verdad?

     Me dolieron sus embestidas, pero fue una molestia agradable; con gusto lo volvería a repetir con tal de tenerlo tan cerca. Me vuelvo a poner mi camisa sin botones, porque Nick la abrió sin cuidado, y me dirijo al baño de mi cuarto. Quiero verme. No, necesito ver si cambió mi aspecto. Mis compañeras de secundaria siempre decían que el aspecto cambiaba una vez que perdías tu virginidad; quiero saber si es verdad.

     Me inspecciono. No hay nada distinto. Mis ojos siguen estando café obscuros y mi pelo alborotado continua encrespado y ondulado del mismo tono castaño. Mis pechos están más suaves, eso sí lo siento diferente. Mis pezones un poco más oscuros. Mis piernas más largas y delgadas. Mi boca tiene la forma del arco de cupido más remarcada de lo normal, y mis labios se han vuelto más carnosos, eso si me saca una sonrisa.

     Hablando de mi sonrisa..., tiene mucho más estilo y poder que hace unos días. Mis mejillas están sonrosadas..., muy sonrosadas. Estoy feliz, demasiado para una primera vez. Nunca vi esta expresión en la cara de mis compañeras.

     Ya no me duele el vientre, pero sí recuerdo cómo se sentía cuando Nick empujaba sus caderas contra las mías. También eso que dijo, todo lo que me dijo durante el tiempo que pasamos cerca el uno del otro.

–      Buenas noches, princesa –la voz de Nick me devuelve a la realidad.

     Miro su imagen en el espejo del baño, tiene el torso desnudo y trae puestos los pantalones, sin calcetines, ni zapatos.

      No me puedo creer que en serio sea mío. Este hombre que acaba de hacerme suya ahora es mío. Su cuerpo tiene dueña, y esa dueña soy yo.

–      Hola –le respondo con una sonrisa–. ¿Qué hora es?

–      Apenas las ocho –contesta, mientras se dirige hacia a mí con una sonrisa que con gusto le correspondo.

No tarda en abrazarse a mi cintura.

–      Que preciosa estás recién levantada –dice al mirarme en el espejo.

Me sonrojo igual que un tomate. Nick es experto en sacarme los colores.

–      Vuelve a la cama –me pide entre beso y beso.

–      Voy a ducharme –le aviso.

     Me quita la camisa en respuesta y vuelvo a quedar desnuda de pies a cabeza. Me volteo para quitarle los pantalones y el bóxer.

     No le quito los ojos de encima cuando se mete a la regadera y tampoco cuando el agua le cae en perfecta sincronía. Me abraza y me besa un par de veces en lo que el agua nos moja.

–      Este baño es muy chico –le confieso.

–      A mí me gusta, te puedo tener más cerca.

     Me vuelvo a sonrojar.

     La verdad, me gusta que nos toquemos estando mojados, es una de las cosas que más disfruto. Tomo mi champú con aroma a coco y vierto un poco en mis manos, Nick me mira, mientras dejo que el agua y el jabón se hagan espuma en mi cuero cabelludo. El aroma ya empieza a rodearnos, y el jabón cae por mis senos hasta mi vientre y mis piernas. A Nick se le dilatan las pupilas al verme, me pongo el acondicionador y dejo al agua empaparme todo el cuerpo. Permanezco bajo el agua, mientras, mis manos peinan mi pelo hacia atrás y me quito el resto del jabón del cuerpo con suaves movimientos.

     Nick sigue mirándome. Tomo el champú una vez más, y paso mis manos a su pelo rubio que se torna obscuro estando en el agua, masajeo su cabeza hasta que ésta hace espuma.

–      ¿Intentas seducirme? –no hago caso a su intento de ponerme nerviosa y continuo con los suaves movimientos a su cabeza.

     Esta es la primera vez que le lavo la cabeza a alguien. Nick es el primero en todo ahora que lo pienso.

–      Eso es adorable –me provoca una risita nerviosa que me deja en desventaja.

     Estoy a punto de soltarle un comentario igual de provocador, cuando un intento de abrir la puerta de mi cuarto me deja paralizada.

–      Meli... ¿Estás ahí?

     Raúl está al otro lado.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now