Capítulo Veinte: Pesadilla

626 98 61
                                    

Zia

—Sirhan...

Sirhan, tenho medo.

—No... —. Traté de acercarme a aquella voz que provenía de en medio de la oscuridad. No podía ver el rostro de aquella chica.

—¡Sirhan!

—¡Mirari! 

Caí al vacío cuando aquel grito desgarrador se escuchó y traté de aferrarme a algo, aunque no pude hacerlo. No había algo de dónde sostenerme y tuve que caer al final de cuentas en una cama de lianas gruesas que detuvieron mi caída.

—Mierda —. Gruñí al sentir el dolor inmenso en mi espalda.

No era la primera vez que me rompía las costillas pero creí que esto era algo irreal. Casi como un sueño.

Não me solte, não me solte, por favor, meu amor.

—¿Sirhan? —inquirí al reconocer su voz de inmediato—, ¿Sirhan dónde estás?

Zia...

—¡Sirhan!

Me levanté desesperada. La voz de Sirhan cada vez era más suave y podía jurar que algo malo le estaba pasando a aquel hombre.

—¡Sirhan! —. Grité su nombre de nuevo.

Busqué por todos lados en aquel lugar, no lo reconocía por completo. Se parecía a la selva en donde estaba su territorio, sin embargo, todo lucía bastante extraño. Era casi como si nada en realidad fuera verdad.
Recordaba la manada y también el lugar, aunque no se veía tan lleno de vida antes.

—Mirari.

—Sirhan —sonreí al verlo a sólo unos pasos de mí—, ahí estás.

Corrí hacia él en cuanto pude hacerlo, sin embargo, cuando traté de abrazarlo mi cuerpo se transformó en humo y me fue imposible tocarlo siquiera.

—Mirari.

Miré a Sirhan abrazar a una niña que de inmediato se trepó a sus brazos y entonces sentí algo distinto.

—¿Sirhan? —. Murmuré.

Miré mis manos y noté que, en efecto, era traslúcida. Es como si yo estuviera dentro de un recuerdo sólo para ver.
Podía sentir el dolor que me provocaba pero no me hería, era extraño, se siente como si de verdad tuviera un recuerdo lúcido que ni siquiera es mío.

—¿Qué tienes ahí?

Me detuve a mirar con atención la escena frente a mí y comencé a comprender muchas cosas, entre ellas, las razones por las que Sirhan veía a Zephyr como a un hermano.

—Es una orquídea pez —. Rió al mostrarle la flor naranja en su mano.

—¿Una orquídea pez? —. Sirhan también rió.

Era la primera vez que lo veía reír así.

—Sí, porque parece la cola de un pez —se la mostró con detalle—, ¿Ya lo ves?

—Lo veo —la miró con seriedad—, pero su nombre es Comparettia ígnea, no orquídea pez, Mirari.

—Se escucha más bonito el nombre que yo le di —. Se quejó.

Ambos prestaron atención a un arbusto de hojas altas que comenzó a moverse.
Yo me puse alerta de inmediato, pero cuando vi lo que salió de aquel lugar, supe que no debía hacerlo. No había razón para temerle a un humano.

El Destino De Un Alfa © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora