Capítulo Cuarenta Y Dos: Imposible

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Diederik

Un poco antes de Sasha...

—¿Emdrick? —. Susurré al abrir mis ojos.

Cuando me giré en la cama, él seguía durmiendo, así que me mantuve callado mientras lo veía dormir un poco. Sabía que él estaba angustiado desde que Baruk le encargó ser el portador de la gema de aquel hombre que él odia, pero también sé que lo que verdaderamente le preocupa es perder los estribos cuando esté peleando en contra de un hombre como él.
Sé que Emdrick es bueno, pero sé que incluso en toda la bondad que hay dentro de él sigue siendo un demonio y que puede encontrar odio en su corazón. Emdrick es un demonio justo como yo.

Y siempre he sido consciente de ello.

—Buenas noches, amo —. Susurré besando su nariz.

Últimamente el hambre que tenía era algo feroz conmigo, así que debía comer incluso en las madrugadas a pesar de estar cansado, lo que había vuelto normal el que anduviera como un fantasma por la casa mientras los demás dormían.

Me puse una de las camisas de Emdrick que estaba en el suelo y me levanté de la cama para salir. Tenía tanta sed que prácticamente podía sentir a mi garganta secarse cada vez que pensaba en lo cerca que estaba de consumir aunque fuera solo una gota.
Normalmente estaría abrazado a Emdrick toda la noche, sin embargo, yo también estaba angustiado así que no quería que mi miedo se hiciera evidente ante él. Seguramente ya tenía mucho en la cabeza como para preocuparse por mí también.

—Veamos... —. Susurré abriendo el refrigerador buscando la sangre perfecta para calmar mi sed.

Emdrick tenía razón, la sangre de un tiburón era buena, aunque siempre terminaba prefiriendo la de un ciervo. Siempre ha sido más dulce y sinceramente era más ligera para mí.

—Un fantasma.

Saqué la cabeza del refrigerador cuando escuché a Yumei y la miré asustado.

—¿Dóne? —. Tenía la bolsa en mi boca así que no hablaba bien.

—Me refería a ti, fantasma Die —ella sonrió y me hizo a un lado para buscar algo de jugo—, ¿Crees en fantasmas, Diederik?

—Tú no —me quité la bolsa de la boca—, eras un espíritu hasta hace unos días, creo que tengo permitido creer en fantasmas.

Ella rió en voz baja y yo sonreí.

—Tienes razón —asintió—, con todo lo que pasa aquí es más que natural que los fantasmas sean parte del catálogo sobrenatural.

—¿Tú crees en ellos también? —. Pregunté y bebí de mi bolsa.

—Diría que no pero sé que los hay —se encogió de hombros—, aunque muchos de ellos son almas que no han podido cruzar el limbo dado que no son capaces de estar en paz.

Me miró con una sonrisa.

—¿Y tú? —me señaló con su cabeza—, ¿Qué tan en paz te sientes ahora?

—Considerando que he podido saciar mi hambre, creo que estoy en paz —asentí con completa tranquilidad—, ¿Qué hay de ti, Yumei?

—Encontré al amor de mi vida después de cien años —asintió—, creo que es lo más cerca que puedo estar de sentir paz.

—¿Quieres decir que justo ahora podrías morir?

Ella rió.

—Si quieres mi sangre tendrás que pelear por ella primero.

—Lo siento, solo bebo de Emdrick —contesté sin titubear—, no lo traicionaría aunque la misma diosa de la sangre se me ofreciera.

Ella comenzó a reír y algo de jugo salió de su boca.

El Destino De Un Alfa © [PAUSADA]Where stories live. Discover now