Vacaciones

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Era principios de junio cuando la primera ola de calor azotó la región. El calor había llegado para quedarse, pero las temperaturas actuales eran abrasadoras. Kuroo y Kenma se encontraban sentados en el sofá. Con el torso al descubierto, y unos pantalones de voleibol. El aire acondicionado estaba puesto, pero aun así sentían que no era suficiente. Akira dormía tranquila en su habitación que afortunadamente era la más fresca de la casa.

-Mañana voy a tener que ir en ropa interior bajo la bata para aguantar este calor.- Rompió el pelinegro el silencio. 

Kenma se giró hacia el con una mirada de desaprobación. 

-Es broma.-Admitió Kuroo con un sonrisa ladina.- Cogeré un pijama de quirófano y así podré ir en manga corta. 

Kenma volvió su mirada hacia arriba. Descansando la cabeza en mullido sofá y dejó caer un suspiro.

-Podíamos alquilar una casa con piscina para pasar unos días. Estar aquí todo el verano va a ser infernal.- Comento Kenma sin dejar de mirar al techo.

-Y una casa cerca de la playa? Akira nunca fue y en una zona costera las temperaturas serán más suaves.

Kenma se giró hacia su marido y arrugó la cara. -Sabes que no me gusta mucho la playa. La arena se te pega y en el agua hay algas.

-Pero encontrar una casa cerca de la playa es más sencillo que una piscina. En el mar puedes nadar y además en una playa grande estaremos casi solos, en un edificio con piscina tendríamos que compartirla con mucha gente.

A Kenma no le hacía excesiva ilusión la idea, pero Kuroo tenía un punto, una casa con piscina sería complicada de encontrar y un piso con piscina comunitaria le parecía peor que la playa. Además, era cierto que Akira nunca había estado en la costa y le haría ilusión jugar con la arena.

-De acuerdo.- Aceptó finalmente.

Kuroo agarró el portátil y pasaron la tarde viendo casas de alquiler en la costa.
Tras varias tardes visitando varias páginas y haciendo numerosas llamadas consiguieron una casa a dos minutos de una gran playa, a la que Kuroo había ido con sus padres alguna vez en veranos de su niñez y juraba que era la playa más bonita que había visto nunca. Le aseguró a kenma que era enorme y que nunca había algas.

Un mes después, ambos quedaron de vacaciones, prepararon las maletas y llenaron el coche con sillas de playa, sombrilla, un balón de voleibol como era de esperar y mil y un juguetes para Akira.

-Kuro has metido el cubo y la pala?

-Sí.- Le respondió metiendo la última bolsa en el maletero. - Está todo, la piscina, la barquita y los tres kilos de pañales.

Kenma soltó una leve carcajada y abrochó a su hija al asiento adaptado.
Durante el largo viaje de casi cuatro horas se turnaron conduciendo, Kuroo puso música amena para el viaje y pararon para estirar las piernas e ir al baño un par de veces. Les costó encontrar la casa y Kenma ya estaba pensando que los habían estafado, pero no fue así, simplemente había numerosas callejuelas de tierra y diversas casas por la zona. Cuando por fin la encontraron el omega abrió los ojos con sorpresa, las fotos no hacían justicia.

Era una finca grande, con garaje y hasta una piscina hinchable de un tamaño considerable. Unas escaleras daban a la terraza principal, tenía un gran salón, una cocina recogida, dos habitaciones y dos baños.

Deshicieron las maletas y se acercaron a la terraza. La vista era impresionante, se veía el mar y la playa, que ya desde aquella distancia se antojada relajante y calmada.

Kuroo cargó a la pequeña en brazos para que pudiera disfrutar también de las vistas.

Kenma se encontraba sentado en la arena. Su pelo había crecido hasta sus hombros y no se lo había cortado todavía, llevaba un moño bajo. Su hija estaba junto a él, con un sombrero blanco y un bañador rojo con topos negros y un pequeño tutu como si fuese un vestido (sí, era un bañador de Ladybug). Sus pequeñas manos agarraban una pala de plástico amarilla y de su tamaño, con la que echaba arena dentro de un cubo de dibujos animados. El omega la ayudaba a hacer castillos. A un par de centímetros de ellos estaba la sombrilla abierta, con dos toallas en el suelo y un bolso de playa a un lado. Era casi medio día y el sol calentaba, pero la brisa marina cargada de sal les refrescaba. El mar brillaba bajo el cielo, las pequeñas olas rompían contra la arena blanca. 

Todo Capitán Necesita Su Armador [omegaverse]Where stories live. Discover now