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Este capítulo fue editado brevemente el 19/11/2023. Sus cambios no influyen en el flujo de la historia. 

Sus manos sudaban y su garganta se sentía extrañamente seca. Le pareció que el vuelo duró menos tiempo de lo que realmente había sido; no quería volver, no deseaba ver el rostro de su padre lleno de locura y arrogancia desmedida. Félix aún recordaba, las últimas palabras que su progenitor le hubo dedicado en el frío piso de aquel psiquiátrico:

La vida debe vivirse con coraje, ¿tienes el coraje Yongbok? El sujeto frente a él alisó su desacomoda cabellera, la cual había caído sobre su rostro después de haberle propinado un puntapié al pequeño omega; el cual sintió una bocanada de sangre subir por su laringe, enseguida expectoró el rojizo líquido sabor metálico—. Sé que no tienes coraje querido hijo mío, es por eso que te ayudare un poco.

Su padre caminó hasta él y jaló su mandíbula hacia arriba, posterior a esto lo observó fríamente. Félix pudo notar el odio y el resentimiento en los ojos de su creador; él desvió la mirada, pero su padre le instó a mirarlo de nuevo, después habló:

Te juro... y sabes que cumplo mis promesas. Que si echas a perder esto de nuevo, buscaré a ese amigo tuyo, sí lo buscaré  pasó la palma de su mano sobre el rostro desgastado de su hijo. Y ¿sabes lo que haré, Yongbok? Lo cortaré en tantos pedazos que su madre jamás podrá hacerle un funeral.

Al terminar la oración Félix sintió unas ganas absurdas de devolver lo poco que había en su estómago. Su padre lo soltó y propinó otro golpe, esta vez en su costado derecho; al terminar, salió de la habitación seguido de su sequito de guardaespaldas.

De eso habían pasado 3 años. Félix lamentó muchas cosas con su apresurada fuga, no despedirse de aquel amigo suyo, por ejemplo. También lamentaba no visitar aquella lápida donde habitan los restos de un cuerpo frío, un cuerpo sin vida.

—Hemos llegado, tu padre se encuentra en el salón. —El subordinado de su padre, quien había acudido por él al aeropuerto le dio las instrucciones a seguir.

Félix se bajó del Rolls Royce y caminó hacia la imponente mansión estilo frances. A su padre siempre le gustaban las cosas llamativas y un tanto trágicas. Cuando era joven, Félix solía admirar las estanterías de la biblioteca familiar, tan llena de libros antiguos y pequeñas esfinges de seres humanos siendo torturados. Su padre siempre le hablaba del arte que habitaba en esas escenas. Y a Félix le gustaba, le procuraba curiosidad y miedo al mismo tiempo.

—Bienvenido, Joven amo Lee —El mozo abrió la puerta de madera y le indicó al omega el camino a seguir para encontrarse con su padre.

Félix tembló mientras un sudor frío amenazaba con caer desde su frente. Anduvo por la gran estructura de pisos de mármol y grandes columnas, la soledad y el frío que se sentía en ese lugar era abrumadora. El joven omega caminó sin perder la soltura que siempre llevaba consigo, sin embargo, si uno lo escudriñaba bien podía ver el temblor en su labio inferior.

El matón que lo seguía a unos cuantos metros de distancia lo miraba con notable desdén. El hombre trabajaba para su padre desde hacía toda una vida, él había visto crecer a Félix y a su hermano, y al igual que toda la familia del blue hat —nombre que se le dio a su familia jurada desde hacía más de 70 años— lo odiaba.

¿Quién no odiaba o sentía lastima por Félix? Sabido era que los Lee no eran bien recibidos en las juntas familiares a las que toda la congregación era sometida al menos una vez al mes. A Félix no le importaba, él siempre había sido el marginado de los marginados, un simple punk sin ningún tipo de importancia para su familia jurada. 

【Paraísos artificiales】Where stories live. Discover now