↫ 𝟱𝟭 ↬

164 25 13
                                    


Primero fue el zumbido producto de alas veloces de moscas que huelen la muerte, el sonido era constante e iba en aumento; después fue el eterno latido de un corazón aferrándose a la vida. El órgano luchó vorazmente tratando de alimentarse de un pequeño cúmulo de sangre, al final, el cuerpo se vació como un recipiente roto.

Más tarde el sonido del agua cayendo sobre su cabeza lo hizo entrar en razón. En un santiamén, se despertó de lo que para él había sido una horrorosa pesadilla. Parpadeó repetidas veces tratando de comprender, sin embargo, no pudo hacerlo. Él agua descendió sobre sus hombros, su espalda y brazos, suspiró bajando así la vista.

Fue cuando vio al líquido transparente ser teñido progresivamente por el rojo de la sangre en él. Extendió su brazo y posó sus delgadas y finas manos sobre las baldosas, se miró los tendones rojizos y las uñas llenas de porquería humana; entonces, tomó la esponja y con infalible convicción limpió debajo de ellas.

Otra mueca apareció cuando se dio cuenta de que la mugre no salía con tanta facilidad. ¿Cuánto tendría que tallar para que las vísceras humanas desaparecieran? Sus manos aún temblaban y su mancillado rostro no podría dolerle más a causa de los hematomas en él.

La ducha le tomó más de lo que le hubiese gustado. Salió de aquel cuarto donde días antes había compartido espacio con Félix, Félix...

-¡Mierda! -Recordó la llamada de un Minho en suma desesperado. ¿Dónde había llevado Minnie a Félix? ¿Era acaso un sucio juego entre padre e hijo? Se irritó de inmediato.

Luego detuvo su furia al recordar que Lee Baek había muerto en sus brazos. ¿Ese sentimiento de desolación y de angustia fue la que sintió el omega cuando Jeongin murió sobre él? Se sacudió la cabeza tratando de alejar los míseros pensamientos, pero fue difícil. Lo más difícil fue cargar el cuerpo del pequeño serafín rubio para sacarlo de aquel ruin lugar, jamás en su corta vida había hecho tal proeza; llevó al padre de Félix al lugar donde estaba su propio padre, y de un disparo certero se deshizo del hombre del jefe Kim.

Se dejó caer sobre sus posaderas y observó a los padres del Blue hat. Alfa y omega, ambos dominantes, ambos ángeles caídos. El sol de la mañana en este invierno brillaba resplandeciente. Él miró a través de las hojas desnudas al sol, elevó su mano e intentó cubrir su rostro. Lloró, lloró porque todo era increíblemente desfavorable para él y los suyos. Lloró por Minnie el cual no tenía que haber vivido ese infierno, soltó gruesas lágrimas por Félix que había sido una gran víctima en este pútrido juego; se ahogó en agua salina por su amado Jeongin y su risilla loca e incomparable.

Pero que desafortunado es el hombre. En ese momento, algún ser humano al otro lado de la tierra juega a atrapar mariposas, quiso ser él; en otro lugar, dos enamorados bailan al son de una balada romántica, en otro país, en otro tiempo... él deseó conocer otros tiempos, reconoció con anhelo la envidia de ser ese sujeto con un alma no tan pesada, de ser cualquier cosa que no le exigiera mayor hazaña que levantarse por las mañanas y observar el lago y a su amado en la distancia.

Se abrazó a sí mismo frente a los cuerpos de aquellos que habían dado todo por amor. Su padre amó a Lee Baek hasta la intoxicación de su alma, Lee Baek amo a sus hijos hasta el punto de sacrificarse de maneras inimaginables. Se quedó mucho tiempo ahí, con el rostro encajado en sus rodillas, hasta que algunos de sus subordinados llegaron para rendir sus respetos.

La mayoría de ellos desconocía el plan del jefe Kim... el jefe Kim. Se puso de pie con la ayuda de algunos de sus hombres, quienes le avisaron que el cuerpo de bomberos había extinguido por completo el fuego. El 60 por ciento del barrio azul fue calcinado, decenas de familias habían muerto, las demás habían sido evacuadas en su totalidad y ahora, ahora esperaban órdenes.

【Paraísos artificiales】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora