Capítulo 24

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Coraline Nowell.

Bajo del auto de Bastian en el estacionamiento de la universidad y encuentro a Steph observándome fijamente mientras habla con sus amigas y ríe de algo que le dijeron, para luego terminar apartando la mirada.

—Gracias por traerme —murmuro y le guiño un ojo a mi compañero de piso apenas se posiciona a mi lado y me toma de la mano, ¡¿qué está pasando aquí Pablo Lorenzo?! Rio con nerviosismo y veo nuestros dedos entrelazados y luego a él y repito nuevamente en mi cabecita, ¡¿qué está pasando aquí Pablo Lorenzo?!

Comienzo a sonrojarme y alzo nuestras manos sin creer lo que estoy viendo, NECESITO QUE ALGUIEN ME ABOFETEE, AUXILIO. Miro a Bastian de reojo y está igual de sonrojado y nervioso que yo y ambos empezamos a reír con un poco de histeria.

Alzo la mirada y encuentro a Steph mirando nuestras manos entrelazadas con enfado, ¿qué pasó amiguita? ¿Te molesta que alguien más lo esté haciendo? Sonrío con amargura e insto a Bastian a caminar, desgraciadamente tenemos que pasar por su lado.

—¿Vas a saludar a tu amiga? —Inquiere Bastian—. Vamos bien de tiempo y pueden charlar unos minutos.

—No la voy a saludar, ya no somos amigas —respondo sin darle más explicaciones o profundizar en el tema, no quiero amargarme tan temprano y ni hablar de algo que me causa incomodidad—. En fin, ¿cómo te sientes hoy?

—Me siento mucho mejor que cuando tomaba la medicación, tal vez eso era lo que me estaba haciendo ya daño, tantos meses mi cuerpo atestado de medicamentos que no hallaba como decirme: «wey ya» —rio por el «wey» que usó, es rarísimo escucharlo en inglés. Bastian sonríe y me guiña un ojo—. Imagino que fue súper extraño escuchar que te digan «wey» en inglés cuando en español es mil veces mejor.

—Me alegra mucho saber que ya te sientes mejor, se ve que lo estás —digo y bostezo, aún tengo sueño—. Ya no luces como si en cualquier instante te fueras a morir y sí, es súper raro escuchar el «wey» en inglés.

Nos quedamos en silencio y veo como poco a poco nos vamos acercando al lugar donde aún está Steph con sus amigas y siento un poco de nervios por ello, esta es la primera vez que estaremos tan cerca desde la última vez que nos vimos hace algunas semanas.

Sus amigas dejan de hablar cuando estamos a unos escasos dos metros de ellas y nos miran de arriba abajo con molestia, como si fuésemos menos que ellas y me dan ganas de abofetearlas por sus aptitudes estúpidas e infantiles.

—Perra —sisea la mejor amiga de Steph y hago como si no hubiese dicho nada, no quiero discutir, estoy cansada de hacerlo—. Eres una perra, Coraline Nowell.

Bastian aprieta el agarre de nuestras manos sin llegar a lastimarme y lo escucho bufar, sé que le molesta la aptitud estúpida de ellas.

—Ramera.

—Puta.

—Zorra.

Escucho como me insultan sin bajar en ningún momento la cabeza o demostrar que me duelen sus insultos, esta nena no volverá a mostrar siquiera un ápice de debilidad en este nido de víboras.

—¿Por qué permites que te insulten? ¿Cuándo comenzarás a defenderte? —Inquiere Bastian en mi oído para que no escuchen esas víboras—. Me hierve la sangre que te juzguen como si ellas te conocieran.

—Porque la mayoría de estas personas insultan desde su posición privilegiada y no han conocido el mundo real, ese en el que si no haces lo que sea por ganar dinero vas a terminar vagando en las calles como indigente, prostituyéndote en un bar de mala muerte o muriéndote de hambre en un callejón —hago una pausa y lo miro directamente a los ojos antes de continuar—. Este tipo de personas son dignas de lástima y cuando no sea una pérdida de tiempo y energías dialogar con ellas, me defenderé. A palabras necias, oídos sordos, Bastian.

El secreto de Coraline ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora