Capítulo 1

7.7K 705 360
                                    

ATENCIÓN: LEER NOTA AL FINAL DEL CAPÍTULO.


Coraline Nowell.

En el pasado, dos años atrás.

—Lo siento, Coraline, perdónanos —profiere mamá, con los ojos llenos de lágrimas—. Perdónanos por ser unos malos padres y no poder pagar tu fondo estudiantil, no merecías esto.

Siento como mis ojos arden con lágrimas que no dejo salir, ya tendré tiempo para llorar a solas, solo... no quiero hacerlos sentir peor y más cuando nos han pasado tantas cosas malas en los últimos dos años. Me obligo a tragar el nudo que tengo en la garganta y les doy una sonrisa temblorosa, sintiendo como mis sueños se hacen añicos a mí alrededor.

—No digas eso, mamá, ustedes son unos padres maravillosos y no es su culpa que no puedan pagar mis estudios —susurro a punto de echarme a llorar, sabiendo ya que esto sucedería—. Ya se me ocurrirá algo, todavía hay mucho tiempo. Solo... no se agobien ¿sí?

— ¿Cómo no lo haremos si no podemos pagar tu fondo y gastos? Te esforzaste tanto por conseguir esa beca y ahora, que ya tienes un pie dentro de la universidad, no podrás asistir —replica papá, acongojado.

—No seamos tan pesimistas, aún faltan algunos meses y puedo conseguir un trabajo. Ya no soy una niña indefensa a la que tienen que cuidar y alimentar, por favor, no se preocupen por esto.

Me pongo de pie y tomo mis llaves de la casa, necesito salir de aquí y pensar con claridad, sé que, si me quedo en casa, lograré todo lo contrario y terminaré hecha un mar de lágrimas y sin una solución a mis problemas financieros.

Perdón mamá, papá, por ser una mala hija y solo causarles pesar, no se lo merecían.

— ¿Saldrás? —Inquiere papá, mirándome con preocupación.

—Sí, iré a conversar con ella, no volveré muy tarde.

—Ve con cuidado y avísanos si sucede algo extraño.

Cierro la puerta al salir, dejando a mis progenitores alarmados en la sala de nuestra pequeña casa. Siempre que voy a conversar con ella es cuando las cosas van mal y ellos lo saben. Tal vez no pueda contestarme o ayudarme como antes, pero confío en que podrá escucharme.

Alexandra Cox siempre me escuchaba.

Camino rápido hacia el autobús que está a punto de partir y subo, tomando asiento en el indeseable primer puesto. Saco el móvil de mi sudadera y veo la hora, son las tres con treinta minutos de la tarde y puedo estar allí hasta las cinco.

El autobús se pone en marcha, mientras tanto, observo por la ventanilla como vamos dejando poco a poco la parte pobre la ciudad y nos vamos adentrando a una mejor zona. A la zona de personas con mayores posibilidades que las mías, cuando esto sucede, ya han pasado unos treinta minutos aproximadamente.

Toco el botón rojo que está en el cristal frente a mí y segundos después el autobús se detiene, pago mi pasaje y bajo con rapidez antes de que se ponga en marcha nuevamente y leo las letras doradas sobre la verja negra frente a mí.

Cementerio Municipal de West Adams.

Me acerco a la reja y uno de los agentes de seguridad del cementerio, me pide mi DNI y verifica mi identidad metiéndolo en un aparato parecido a un punto de venta inalámbrico y me lo devuelve cuando una luz verde se enciende.

En Compton ni siquiera la verja tiene cerradura, porque cada vez que el gobierno municipal pone una, los pandilleros las rompen o roban.

Abren lo suficiente como para que entre y vuelven a cerrar, camino como de costumbre entre el montón de lápidas hacia la de ella. He venido tantas veces a este lugar que puedo cerrar los y seguir caminando sin tropezar ni desviarme del camino, porque sé cuántos pasos hay exactamente desde la entrada hasta su lápida.

El secreto de Coraline ©Where stories live. Discover now