Capítulo 4

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Bastian Davies.


—Bastian, ¿pasarás de mí hoy también? —Inquiere de mal humor, Aiza. Dejo caer la hamburguesa en la bandeja y la miro con molestia. Las personas de las mesas contiguas nos observan a la expectativa, como si esperaran que le gritase o fuese desagradable con ella—. ¿Qué quieres que haga? ¿Deseas que te pida perdón?

Cierro los ojos y respiro profundo, exhalo con lentitud y los abro nuevamente. Estamos haciendo un maldito espectáculo y parece no darse cuenta de ello, me pongo de pie y tomo la charola de la mesa y camino hacia la salida de la hamburguesería. Gracias al cielo, no hay nadie sentado en las mesas que están frente al local.

—Deseo que te detengas, que dejes de seguirme a todos lados como una acosadora y entiendas de una vez por todas que quiero tiempo y espacio para mí. Somos novios, pero no eres mi madre para estar detrás de mí todo el día vigilando qué hago y qué dejo de hacer —pongo la bandeja sobre la mesa y tomo asiento, ni siquiera me molesto en invitarla a sentar porque de cualquier forma lo hará—. Escúchame bien, Aiza, yo te quiero, pero tus actitudes de niña de dos años me están cansando y sinceramente... no necesitamos esto.

Comienzo a comer nuevamente, ignorándola, ni siquiera ella me va a arruinar la merienda. Mojo unas cuantas papas fritas con la salsa de tomate y las meto a mi boca, degustado el maravilloso sabor.

—Sé que las cosas están mal entre nosotros por mi culpa, pero ya no sé qué hacer para arreglar lo que he estropeado —sus ojos se llenan de lágrimas y juro que me siento como el peor de los idiotas.

—A veces es mejor no hacer nada y más cuando sabemos que lo único que hacemos es joderlo todo por más buenas intenciones que tengamos. ¿Te diste cuenta de lo que hacías allí dentro? —digo, señalando el local y ella niega—. El ridículo, me hiciste quedar como un hijo de puta y a ti misma como la chica que se arrastra por un hombre, basta ya, por favor.

Le doy un gran mordisco a la hamburguesa y mastico con lentitud, tratando de ganar todo el tiempo que sea posible para que la novia de mamá venga a buscarme. Hoy el clima es perfecto en Los Ángeles y por esa razón, mamá, su novia y yo iremos a pasar el resto del día en Long Beach, almorzaremos algo y luego iremos a bañarnos a la playa.

—Perdóname, sé que lo que dices es por mí bien, para que crezca como persona, pero tú tampoco eres mi padre para intentar hacerme cambiar algo que es innato en mí —musita, mirándome a los ojos con un poco de arrepentimiento que no sé de donde sale este porque ella nunca se arrepiente de sus acciones así sean malas—. Estoy viéndome con alguien más, Bastian, por eso he estado así desde hace dos meses, porque no quería que me hicieras lo mismo que yo te estoy haciendo a ti. Perdona todo lo malo, no lo merecías.

La observo sin dar crédito a sus palabras, ¿en qué momento sucedió esto? ¿Cuándo comenzó a alejarse y pedirme espacio? Siento mis ojos picar y los cierro, no quiero que vea como me están afectando sus palabras, confiaba en Aiza hasta el punto en que podía cerrar mis ojos y dejar que ella me guiase sin tener que preocuparme por nada, porque cuando estábamos juntos todo estaba bien.

— ¿Es innato en ti traicionar la confianza de alguien que te adora con toda su alma y ponerle el cuerno? —Pregunto, dolido—. Y tienes razón, no merecía que me traicionaras cuando yo tenía toda mi confianza puesta en ti y jamás llegué a coquetearles a otras chicas porque tú eras mi novia y te respetaba.

—No, no es innato en mí traicionar a alguien que me ama y tiene su confianza puesta en mí, pero es más fácil caer en la tentación que resistirse a ella. Me gusta otro chico desde hace dos meses atrás y decidí empezar a salir con él a escondidas, porque esperaba que cuando llegara el momento y te dijera lo que sucedía, accedieras a que los tres mantuviéramos una relación y no me terminaras —murmura mirándome a los ojos—. Los quiero a ambos, por favor, no me hagas esto.

El secreto de Coraline ©Where stories live. Discover now