Capítulo 9

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Coraline Nowell.


—Así que hubo desfile de celebridades y niños ricos de papi y mami en el restaurante el sábado y yo me lo perdí —dice Abraham y se coloca la mano derecha en la frente con dramatismo—. Puta vida de hombre de compañía.

Me echo a reír por las tonterías que dice mi mejor amigo y niego, divertida, sorbo con la pajita mi gaseosa y pongo el punto final en la conclusión del trabajo que hacía. Estoy satisfecha con el resultado final, estuve trabajando en él durante varios días y apenas es que lo doy por finalizado.

— ¿Qué te puedo decir? Primero es el trabajo que la diversión, cari —contesto, guardo el archivo y lo envío por e-mail al profesor Evans mucho antes de la fecha límite de entrega—. Después de la llegada de Mason y las otras celebridades, Bastian fue a la mesa dónde estaba su hermano y no sé qué sucedió allí entre esos dos porque el ambiente se puso tan tenso que casi se podía ver y tocar.

Abraham silba y termina de comer lo último de su almuerzo. Apago mi portátil y lo guardo en mi mochila antes de ponerme de pie e ir a elegir lo que voy a almorzar. Estamos en uno de esos sitios en donde venden la comida por kilo y puedes tú mismo escoger diferentes comidas en un mismo plato y pagar por lo que pese.

Es una de las tantas formas de comer algo nutritivo y a bajo costo cerca de la universidad.

Tomo una charola y coloco el plato y el paquetito que trae un tenedor, un cuchillo y una cuchara desechable en esta. Doy un par de pasos más hasta la sección donde están las comidas y miro maravillada la gran variedad de alimentos que hay.

Pongo una porción de lasaña en mi plato y le sigue una ensalada Crocante de Piña que se ve muy deliciosa y cinco chupetas de pollo, no me apetece nada más.

Coloco el plato en la mini balanza digital y la chica que está del otro lado del mostrador anota el peso y en base a él calcula el costo, hace la factura y pago por mi almuerzo. Camino de vuelta a la mesa que estoy compartiendo con Abraham y tomo asiento.

—Tal vez discutieron o no se llevan tan bien cómo dicen los medios o ellos presumen en sus redes sociales. Ya sabes, las personas famosas suelen hacer eso para hacerle creer a todos que tienen la relación perfecta con sus familiares —murmura Abraham, reanudando la conversación y se encoje de hombros, restándole importancia.

—Puede ser, no todo es tan perfecto como parece —digo y le doy un mordisco a mi chupeta de pollo, cierro los ojos disfrutando de tan buen sabor—. ¿Qué tal la pasaste en tu trabajo?

—Horrible, ya sabes, no me acostumbro a que abuelas me agarren el culo y la polla con disimulo mientras conversan con otras personas —lo miro con pena y él juguetea con una servilleta—. Me dan asco y algunas veces siento asco de mí mismo, pero tengo que hacerlo porque necesito el dinero.

— ¿No has pensando en buscar otro trabajo? Podría ayudarte a conseguir algo mejor o pedirles a mis padres que te contraten en el restaurante.

Abraham estalla en cargadas y me mira con burla como si estuviese loca, ¿qué dije? Solo le ofrecí mi ayuda.

— ¿Y tú has pensado siquiera en dejar de ser modelo webcam? Vamos, con lo que ganamos en nuestros putiempleos vivimos cómodos y sin tener que preocuparnos mucho por dinero —dice con obviedad y le da un trago a su jugo—. Tú transmites en vivo para esos pervertidos, charlas con ellos y te pagan, yo voy a acompañar a viejas sesentonas a eventos, comer o ir de compras y también me pagan. ¡Hasta me hacen regalos! Mi auto es uno de ellos.

—Entonces no te quejes, hombre, que te va mejor que a mí —contesto y tomo una de las chupetas de pollo, le agrego ensalada y abro la boca bien grande y le doy un gran mordisco, no esas tonterías de mini mordisquitos para parecer una «dama decente», no señor.

El secreto de Coraline ©Where stories live. Discover now