Capítulo 8

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Bastian Davies.


Le doy un trago a mi cerveza y muevo la cabeza al ritmo de la música de Post Malone que sale de mi auto y rio por las tonterías que están saliendo de la boca de Ian, teníamos varias semanas sin reunirnos todos o salir a comer algo por ahí, ya extrañaba pasar un buen rato con mis amigos.

Juego con mis pies con la arena de la playa, sentado en la orilla, los chicos sí están dentro del mar. Termino de tomarme lo último que quedaba en la lata de cerveza y la coloco en el lugar en el que las estamos apilando para llevárnoslas más tarde junto con toda nuestra basura.

Con ambas manos tomo arena mojada y se la lanzo a Ian en la cara en el momento que abre la boca para continuar hablando y a Brandon, me rio a carcajadas junto a los demás por las expresiones desconcertadas de ese par e inmediatamente me agacho apenas veo venir hacia mí una lata de cerveza llena derramándose en el aire.

Comenzamos una guerra de arena mojada y agua y las personas que están cerca de nosotros se ríen de nuestros juegos infantiles, no es muy común ver a hombres de veintiún o veintidós años haciendo lo mismo que niños de seis.

— ¡Eres un idiota! —Chilla Ian apenas termina de enjuagarse la boca y me echo a reír.

—Nunca he dicho que soy lo contrario, cielo —respondo y me pongo detrás de Stephen, lo tomo por los brazos y lo uso como escudo cuando empieza a lanzarme arena. Odia con cada ápice de su ser que le digan cielo, pues así lo llama su madrastra por simple odiosidad.

Los demás se ríen y Stephen se queja de que lo esté usando como escudo, más no hace el intento de zafarse de mi agarre porque le encanta el desorden y quedar en medio de disputas amistosas como estas, de todos nosotros, a él es quién más le gusta hacer esto porque se acuerda de sus hermanos que fallecieron en un accidente de tránsito.

—Idiota, idiota, idiota, idiota —contesta, haciéndome reír y él frunce el ceño con molestia.

¡Cielo! ¡Cielo! ¡Cielo! ¡Cielo! ¡Cielo! —Grito con alegría y todos ríen, haciéndolo enojar. Molestar a Ian es tan fácil como lo es quitarle un juguete a un niño de un año.

—Ya, ya, chicos, no peleen que vinimos a pasar el fin de semana juntos para reírnos y quitarnos cargas innecesarias el mar —interviene Drake con esa calma que lo caracteriza, de los seis, él es el más relajado y pacifista—. Deberíamos practicar un poco de yoga ahora que está atardeciendo, así se van las malas vibras con los últimos rayos solares.

Todos asentimos, nos damos un último chapuzón y salimos del mar, me seco las manos en mi toalla, camino hasta mi auto y quito la música, a Thomas, Ian y Brandon les cuesta concentrarse y relajarse si hay ruidos cerca.

Coloco sobre la arena mi toalla y comienzo a recoger en una bolsa ecológica las latas de cerveza, botellas de agua y cajas de pizza que dejamos amontonadas, Ian se acerca en silencio y comienza a ayudarme.

Suspiro y meto la última caja de pizza en la bolsa y comienzo a caminar hacia el vertedero de basura que se encuentra vacío y niego con la cabeza. Por eso estamos como estamos, con el planeta súper contaminado, con los polos casi derretidos por el calentamiento global, la fauna marina casi muerta en su totalidad y tenemos el descaro de sorprendernos cuando vemos en las noticias lo mal que está nuestro hogar, la Tierra.

Somos unos hipócritas.

En casa queremos tener todo pulcro y cuando vamos a un pasar el día en un ecosistema natural, lo dañamos.

—Recojan su basura, no la dejen tirada, no contaminen más el océano —le digo a una pareja con un par de niños que están terminando de guardar sus cosas en el auto.

El secreto de Coraline ©Where stories live. Discover now