⚔Capítulo 4⚔

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El sonido metálico de las espadas colisionando hacía que los caballos se movieran nerviosos. A Hurson se le hacía difícil mantenerse en el lomo de su caballo, ya que no tenía una silla de montar. Pero por Lyandreu... sí, aceptaría este desafío.

Agarró las riendas de su caballo y lo alejó un poco de Everard. Como era de esperarse, el hombre se acercó de nuevo a Hurson. El pirata y mejor amigo de Lyandreu (aunque no le gustaba eso de "amigo") levantó la espada y le hizo un corte profundo al caballo de Everard en la pata delantera. El caballo se volvió loco por el dolor y desobedeció las órdenes de Everard. Se apoyó sobre sus patas traseras relinchando y tumbó al hombre. Everard tuvo que cubrirse con sus brazos cuando cayó porque el caballo lo comenzó a pisotear.

Hurson dirigió a su caballo hacia Lyandreu, quien ya lo miraba con los brazos cruzados.

—Me lo agradecerás después —le dijo antes de que ella le pudiera decir algo acerca de su decisión y le ofreció una mano.

Lyandreu aceptó su mano y mientras subía al caballo le refunfuñó:

—Dejaste sola a la princesa.

—Ya juega a Busca el Tesoro y tiene éxito, de seguro puede sobrevivir una hora sola.

—Solo te gusta jugar a ser mi héroe.

—Sabes que sí.

Hurson pateó el costado del caballo y este avanzó hacia la aldea.

—Por cierto, creí que moriría antes de poder verte algún día usando un vestido así —continuó Hurson—. Te queda bien.

—No te pongas cursi, eres un pirata —respondió Lyandreu con voz calmada.

—Un pirata enamorado.

Lyandreu puso los ojos en blanco y miró hacia atrás.

El carruaje ya había dado la vuelta y ahora los dos caballos que tiraban de él corrían hacia ellos. Si tan solo tuviera su arco podría deshacerse de ellos fácilmente.

Pensó en alguna alternativa. No podía permitir que se acercaran a Nira. En lo que subían al barco y luego zarpaban... No podrían, los alcanzarían demasiado pronto.

—Necesitamos una buena distracción.

—¿Alguna idea? —preguntó Hurson.

No. En ese momento la adrenalina no le permitía pensar. Aun así, se obligó a relajarse.

Estar quieta con sus ojos cerrados siempre le traía las mejores ideas.

Necesitaban algo grande y peligroso que los retrasara o se deshiciera de ellos por completo. Entonces, la idea llegó.

—Hurson, ve al anfiteatro.

—¿Donde tienen a todas esas bestias mortíferas? ¿Quieres que nos maten?

—A nosotros no, a ellos.

—Agh —soltó de mala gana el pirata.

En unos minutos cruzaron la compuerta de hierro que daba con las gradas. Lyandreu bajó del caballo y se dirigió al gran hoyo del centro, donde soltaban a una criatura y comenzaba el juego. El lugar estaba vacío, las gradas estaban en llamas y aún unas cuantas personas corrían para salir de allí. ¿Dónde tenían encerradas a las criaturas?

—Por allá —dijo Hurson a su lado señalando otra compuerta de hierro que estaba cubierta por ramas secas, casi invisible a simple vista.

Tendría que saltar a la arena para llegar.

—Las escaleras están por allá —continuó Hurson señalando al otro lado—. Vamos.

—No, yo iré sola. El caballo no puede bajar y lo necesitamos para irnos.

—¿Sugieres que me quede como niñera?

Lyandreu se encogió de hombros.

—Sí.

Dicho eso, la ladrona levantó su vestido y corrió hacia las escaleras. Hurson tomó las riendas del caballo y lo condujo a un lugar más oculto para que la pandilla que los perseguía no los descubriera tan fácil. El caballo al principio, nervioso por el fuego, puso resistencia, pero el hombre pudo controlarlo.

***

Lyandreu pasó por debajo de la compuerta a rastras, ya que no la habían logrado cerrar por completo, por suerte para ella. Cuando se incorporó pudo ver el tenebroso lugar alumbrado por antorchas. A su izquierda y derecha había un pasadizo con decenas de jaulas enormes. ¿Las personas se sentían seguras disfrutando de un juego sabiendo que debajo de las gradas había más criaturas mortíferas?

La ladrona caminó por las jaulas, estudiando a cada criatura. Podría sacarlas a todas, pero eso no jugaría a su favor. Necesitaba a una que no sintiera miedo, que viera a aquellos pandilleros como lo más delicioso que hubiera probado jamás.

Un ronroneo salió de una jaula a su derecha. Un gato enorme con pelaje negro y manchas blancas. Su cola larga se meneaba de un lado a otro. Miraba fijamente a Lyandreu, hambriento. Ella le sostuvo la mirada mientras recordaba las cosas que sabía sobre esa especie de gato. El animal gruñó y su pelaje se erizó, dejando ver también las espinas que poseía en todo su cuerpo. Una criatura letal, rápida y mortal, pero que solo se conformaba con una víctima. Eso no le servía a Lyandreu.

Continuó avanzando. Detrás de otra jaula gruñó otro animal, pero la jaula estaba completamente cubierta, ni un pequeño agujero para ver qué había dentro. Una risa de hiena salió del interior, pero el sonido era mucho más terrorífico. Unas garras rasparon la puerta de la jaula lentamente. Interesante. Pero no sabía lo que era, así que no podía arriesgarse.

Finalmente encontró lo que buscaba. Alejado de todos los demás, con la piel grisácea un poco quemada por su propio ácido, el acilagarto la miraba, desafiante.

La asesina caminó lento hacia él. No por miedo, sino para mostrarle a la criatura que ella también era mortífera.

—¿Me harías un pequeño favor? —le preguntó con voz calmada y al mismo tiempo amenazante.

El lagarto abrió la boca y un chorro de ácido voló hacia Lyandreu. Ella lo esquivó con facilidad.

—Así me gusta.

La mujer se acercó a la jaula de hierro para ver por dónde la podía abrir y el acilagarto golpeó con todas sus fuerzas los barrotes.

—Paciencia, amigo.

Lyandreu notó que la cerradura estaba arriba, sobre la jaula. De hecho, todas eran así. Había un entrepiso sobre las jaulas, así podían liberar a los animales sin recibir ningún daño. Lyandreu escaló por la estructura de roca hasta que llegó al entrepiso. Tiró de la palanca que mantenía al acilagarto en la jaula y la puerta de hierro cayó con un estruendoso ruido, alarmando al resto de criaturas. Lyandreu podría jurar que los gruñidos significaban: ¿por qué lo liberas a él y a mí no?

El acilagarto no tardó ni un segundo en salir de la jaula y mover su cuerpo serpenteante por el pasadizo, directo a la arena. Seguro pensando que se encontraría con un nuevo jugador. Lyandreu sonrió. No sería un jugador, serían muchos más.

 No sería un jugador, serían muchos más

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Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ