⚔Capítulo 34⚔

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La princesa se mantuvo en silencio por todo el camino mientras enredaba los tallos de las florecitas que le había dado Everard hasta formar una corona. Su madre le había enseñado a hacerlo cuando tenía unos diez años. Aunque las flores que había utilizado en ese entonces no se veían con tanta vida como las que tenía ahora.

Cuando la terminó, sonrió con un poco de nostalgia. Ubicó cuidadosamente la corona sobre su cabello, el cual, después de tanto tiempo sin darle los cuidados necesarios, estaba hecho un desastre.

Nira miró las flores que le quedaban y que ya había atado; luego a Everard. Su misión de intentar convertirlo en mejor persona continuaba en pie.

—Hey —le llamó.

—El silencio no duró tanto como creí.

Nira ignoró sus palabras.

—Acerca tu mano, por favor.

Everard detuvo su marcha y la miró con una ceja arqueada. No tardó en fijarse en la corona de flores sobre su cabeza.

—¿Qué quieres? —cuestionó secamente.

—Solo acerca tu mano —respondió ella con amabilidad y un poco de timidez.

Everard acercó su mano izquierda un poco exasperado. Nira le rodeó la muñeca con las flores y terminó de atarlas de un extremo a otro. Tener la mano de él tan cerca la ponía nerviosa. No pudo evitar imaginar que él, con un fácil movimiento, podría lastimarla.

"Tú no tienes que temerme". Las palabras que él le dijo llegaron repentinamente a su mente, claras como el agua. Pero, ¿qué tanto podía confiar en su palabra?

Alejó sus manos, dándose cuenta de que temblaban ligeramente. Everard observó su muñeca ahora con una pulsera de flores violeta.

No la rechaces, pidió ella en su mente.

—Está horrible.

Nira se mordió ligeramente el labio inferior para evitar hacer alguna mueca. Ya esperaba una respuesta así.

—Si te la quitas no podrás volver a ponerme un apodo —le advirtió ella cruzando sus brazos.

Él la miró confuso.

—Si te la dejas puesta entonces podrás continuar llamándome como quieras.

—¿Entonces así será el juego?

La chica se encogió de hombros. Everard dirigió sus ojos de la pulsera a Nira. Después sonrió un poco. Ella pensó que se arrancaría la pulsera, sin embargo, su respuesta fue:

—¿Y perderme de verte enojada cuando te pongo un apodo? No lo creo.

El hombre agarró de nuevo las riendas de Tzar y continuó caminando.

—Además —añadió—, de seguro se ven mejor cuando se marchiten.

Al avanzar un poco más se encontraron con un fenómeno extraño. Estaban frente a lo que parecía ser una cueva, pero la entrada estaba cubierta de agua. Y no, no era agua cayendo como una cascada, sino que permanecía verticalmente tranquila en la entrada, y tal vez también en el interior, desafiando las leyes de la naturaleza.

Everard se detuvo a observar la extraña formación que estaba delante de ellos. Vio que algo oscuro y enorme se acercaba desde el interior de la cueva. Agarró las riendas de Tzar y lo hizo retroceder.

Se escondieron detrás de unos árboles.

—¿Qué es eso? —le preguntó Nira desde el caballo.

Everard levantó su mano para que hiciera silencio. Ambos observaron a la criatura acercarse.

Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora