⚔Capítulo 19⚔

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Los muy ingenuos lo habían dejado solo.

Everard esperó algunos minutos a que alguien llegara a sustituir al pirata, pero nadie llegó. Sabía que había pasado algo, algo bueno, dado que no se escuchaba algún alboroto de una pelea. Supuso que después de una semana o más, finalmente habían llegado a su destino. Y también la hora de escapar.

Sujetó lo mejor que pudo la pequeña daga en sus dedos y la comenzó a mover lo más que las ataduras le permitían. Eso tomaría un tiempo, pero saldría, dejaría de ser prisionero. Ya lo había sido durante suficientes años.

Desde una esquina de la habitación, Lord Vil fingía estar viendo algo interesante en el techo. Everard sabía que intentaba evitar el contacto visual. Seguramente por miedo, puesto que sabía que no lo podría controlar nunca más.

Continuó cortando la soga que ataba sus muñecas. El filo de la daga le lastimó la piel, pero aún así siguió cortando.

Sin previo aviso, la puerta se abrió. Everard inmovilizó la daga en cuanto vio a Sombra de la Muerte entrar. Su forma de caminar y su postura relajada, como siempre, daban una amenaza clara.

—Estamos a punto de llegar a nuestro destino —dijo con voz calmada—, diría que pueden ir con nosotros, pero dado que ninguno de los dos es de fiar me temo que tendrán que quedarse aquí por un tiempo más.

Vil fue el primero en reaccionar a esas palabras.

—No, por favor. No me deje aquí. Permítame ir con usted, juro que puedo ser de ayuda.

Everard enarcó una ceja. ¿Desde cuándo Vil se dirigía a ella con respeto?

—¿Entonces nos dejarán morir aquí? —preguntó Everard, pero no en serio.

—Ojalá pudiera decir que sí, pero Melizza dijo "no más muertes", así que no. Estarán bajo la supervisión de la tripulación.

Everard bufó.

La asesina giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta.

—¡Espera! —pidió Vil—. Lo digo en serio, puedo ayudar en lo que sea. No me dejen aquí.

—La decisión ya está tomada —respondió ella con exasperación.

—De hecho —dijo otra mujer desde la puerta—, podría servirnos de algo en la isla.

Issej se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

—¿De qué podría servirnos este idiota?

—Por si en algún momento necesitamos una carnada.

La elfa sonrió con malicia. Vil abrió los ojos como plato.

—No me refería a eso —se apresuró a defenderse.

Lyandreu se acercó a él y se puso de cuclillas.

—Pero ya te ofreciste a ayudar en lo que sea.

Agarró una daga y cortó la soga que le ataba los pies. Después lo obligó a ponerse de pie, una tarea no tan fácil.

—No, por favor —le suplicó intentando poner resistencia—. Lo que sea menos eso.

Lyandreu puso el filo de la daga en la garganta de Vil.

—Pues ahora solo tienes dos opciones: ir con nosotros bajo nuestras condiciones o derramar tu sangre en este instante.

Vil se quedó congelado. Ella retiró la daga y le dio un empujón para que avanzara. Cuando estaban cruzando el umbral, la elfo planteó:

—¿Por qué no lo matas a él? —señaló con la barbilla a Everard, quien estuvo en silencio todo ese tiempo—. Ahorraría muchos problemas.

Lyandreu lo miró. Él mostró una media sonrisa.

—No —se limitó a responder y volvió a empujar a Vil para salir.

La elfa miró a Everard, como intentando buscar una respuesta a algo, y luego salió cerrando la puerta.

El rostro de Everard se volvió serio. Comenzó a mover de nuevo la daga, cortando cada vez más la soga, sintiendo la sangre recorrer sus dedos. Apretó los dientes para soportar el dolor. Había pasado por cosas mucho peores que esa.

Desde ahora no habrían más sonrisas falsas, más bromas tontas o fingir ser fácil de vencer. Desde ahora conocerían al verdadero Everard.

***

Nira se subió a un bote de remos con su mochila llena de provisiones. Entre las cosas había mantas, vendas y algunas frutas.

Ya habían anclado el barco, solo quedaba que ellos llegaran hasta la orilla.

Melizza, Issej y uno de los tripulantes acompañaron a la princesa, mientras que en el otro bote iban Lyandreu, Hurson, Vil y un tripulante extra también. Comenzaron a bajar los botes lentamente, los cuales estaban sujetados por sogas. Cuando llegaron al agua, cada uno tomó su remo y avanzaron hacia la costa.

Mientras remaba, Nira observó el cielo grisáceo. Era extraño no verlo de color azul. Parecía como si estuviera cubierto completamente de nubes y pronto llegara una tormenta que no acabaría nunca. Sacudió su cabeza. No quería pensar que algo así pudiera llegar a suceder.

Ya estaban en la orilla y el hombre que estaba en el bote con Nira bajó para arrastrarlo hasta la arena. La princesa no esperó, ella bajó del bote entrando al agua. Pequeños peces se movieron bajo el agua grisácea. Nira sonrió y miró hacia el frente. Nunca antes había visto una playa tan hermosa o, mejor aún, tanto verde. La isla se veía tan llena de vida con sus árboles frondosos, las palmeras con sus frutos y las avecillas cantando. El aire acarició el rostro de Nira y ella lo respiró. Puro y fresco.

Una emoción intensa inundó el pecho de la princesa. Sus ojos se inundaron de lágrimas. Ella nunca imaginó que podría ver la naturaleza de esa forma. Cuando ella nació, ya el mundo se había vuelto gris. Quería apreciar cada detalle de ese momento, sentir cada olor y recordar cada planta exótica.

La isla parecía guardar maravillas en su interior.

—¿Te quedarás ahí para siempre? —le llamó la atención Hurson.

Ella lo miró y notó que él fue el único en esperarla. El resto del grupo ya estaba adentrándose entre los arbustos y árboles. Corrió por el agua y recogió su mochila.

—Lo siento —dijo llegando al lado del pirata—, nunca había visto algo así.

—Yo apenas podía recordar cómo se veía la naturaleza viva —dijo él mirando hacia las copas de los árboles—, era muy pequeño cuando todo comenzó.

Mientras caminaban, Nira observó todo. Antes había notado una montaña enorme. Tuvo el presentimiento de que allí sería a donde se dirigirían.

 Tuvo el presentimiento de que allí sería a donde se dirigirían

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Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Where stories live. Discover now